viernes, 9 de enero de 2015

Parasha VAIJÍ
B.H.N.”V.
Ordenando la vida…                                                                                                                          
“A lo largo de todos sus días, nunca fue llamado ‘Vaijí’, ya que la mayor parte de su vida transcurrió en sufrimiento y dolor…Pero una vez que descendió a Egipto, fue llamado ‘Vaijí’. Vio a su hijo como rey, vio a sus restantes hijos meritorios y justos, y a todos ellos disfrutando de los placeres del mundo terrenal, y él estaba entre ellos, así como el buen vino reposa sobre sus conservas…” (Zohar, Parte I, 216:B)
Un nuevo nombre es asignado al patriarca Iaacov por nuestros sagrados maestros del saber oculto del judaísmo. ‘Vaijí’ – ‘Y vivió’-… Llamativo e ilustrativo a la vez. La vida parece haber aparecido por fin entre los días del anciano patriarca. Y tal dimensión le sobreviene lejos de su casa. En medio de un mundo diezmado por el hambre y habiéndose establecido –temporalmente, “lagur sham” al decir de la Hagadá de Pesaj- en aquel Egipto cautivante y amenazante a la vez.

¿Qué es la vida para nuestra sagrada Torá sino el poder ver con los ojos de padre a una familia que estrecha sus filas, que aúna sus lazos, que remueve sus odios e inquinas y da a luz una nueva generación de seres vivos y mancomunados por una misma tradición? Eso es lo que ve Iaacov Abinu con sus ojos gastados de tanto llorar y de ‘no poder ver’…
Y el Zohar está atento a esa realidad. Como está atento a cada aspecto que se liga a nuestro existir pero que por ser tan vital, a veces, lo dejamos pasar, no lo vemos…Esa felicidad de poder tener familia, de poder ser familia, de haber logrado unirnos y también multiplicarnos. De alcanzar cada cual, según sus fuerzas, su lugar. De poder llegar a cambiar lo negativo por lo positivo. De poder haber enmendado lo que habíamos arruinado…
Llegar al final de Sefer Bereshit nos produce una sensación peculiar. Aún, para aquellos que plasmamos en el escrito tantas y tantas ideas que parecen nuevas pero que solo reiteran lo una vez dicho. Lo tantas veces escrito. Lo tantas veces insinuado entre silencios por nuestra sagrada Torá desde los tiempos del comienzo mismo de la civilización.
Rab Moshé Tzví Neria Z”L enseña que “el libro de Bereshit no concluye en la tierra de Israel, sino en tierra de Egipto. Y todo ello para enseñarnos que la posibilidad de sostenernos en el galut, en la esclavitud y en la tortura egipcia, es la conclusión de la etapa de la creación. El descenso a Egipto que provino de la fuerza emanada de la Promesa de D’s “Yo descenderé contigo”, es el final mismo del libro del Génesis –el libro de la creación- la creación de la nación y su lugar por sobre los órdenes habituales de la naturaleza. Mientras que la promesa a futuro “y Yo te haré subir, también subir de allí”, hasta el final de todas las generaciones, esa es la mismísima ‘atjalta de-gueula’- el comienzo de la redención final, el comienzo del Libro de la Gueulá, como es el Libro de Shemot”.
Iaacov es llamado ‘Y vivió’. Y eso es significativo. Porque a partir del desafío que presupone sobrevivir a Egipto, la vida cobra un especial sentido. Para él y sus descendientes. Creo, humildemente, que ‘Vaijí Iaacov’ es el mandato para sus hijos y para las generaciones venideras. Ese es el nombre a portar para superar el flagelo del exilio, de la desfiguración de la identidad, de los trabajos pesados, de la discriminación. Rab Neria Z”L nos dice que es una suerte de conclusión –“sium” en hebreo- de la obra de la Creación. Del Libro de la Creación. Y es cierto. Cerramos cincuenta capítulos de vida, que han tenido por protagonista al género humano.  Y treinta y ocho de esos capítulos, a nuestros patriarcas. Nuestra historia. Nuestra esencia. No hay ‘finales felices’ en la Torá. Hay finales, ‘sium’…Y la esperanza queda abierta. Por eso ‘Vaijí’. Porque la vida es el hombre, su creación singular –la familia-; sus logros y sus fracasos; sus ansias de ver lo bueno –“ohev iamím lirot tov”- como cantaba el rey David: ‘que ama sus días para ver el bien’…
Y esa vida es la que inspira valor. Es la que genera confianza. Es la que eleva los ojos hacia El Creador para pedir, una vez más, por aquello que anhelamos ver, y también disfrutar. Cuando eso ocurre, nuestros nombres van cobrando nuevos sentidos, y allí, la vida, -el “Vaijí”, parece apoderarse de nuestra identidad…¡Debe apoderarse de nuestra identidad!, porque entonces hemos vencido los miedos, hemos superado los conflictos, hemos sido protagonistas de los momentos más aciagos y también los hemos superado. Allí el verbo vivir se hace nombre. Nombre propio. “Vaijí Iaacov”. ‘Iaacov Abinu no murió’ aseveraron los sabios del Midrash, ‘ma zar’ó bejaim, af hú be-jaim…’ –así como su descendencia está viva, él también lo está-…
Final de la Creación. Final de Bereshit. La Vida se conjuga en tiempos de eternidad…
¡¡Shabat Shalom uMeboraj!!
                              Rab.  Mordejai Maarabi – Rabino oficial de la OLEI

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