jueves, 16 de abril de 2015

El Antisemitismo en Europa: Sin vergüenza – Por Dr. Efraim Zuroff (Israel Hayom 15/4/15)

Hace dos meses, cuando los ciudadanos israelíes estaban preocupados por su difícil campaña electoral, marcharon los orgullosos manifestantes nacionalistas y antisemitas por las capitales de los estados bálticos. En menos de un mes, desde mediados de febrero hasta mediados de marzo, se llevaron a cabo cuatro marchas neonazis/antisemitas de la extrema derecha de Lituania (dos veces), Letonia y Estonia, con la participación de miles de personas. Asistí a cada una de ellas en calidad de observador/contra-manifestante y me sentí llevado de vuelta por una máquina del tiempo a los años 30′ del siglo pasado, cuando tales manifestaciones en esas mismas ciudades eran comunes. Como especialista en historia del Holocausto en esos países, en donde la colaboración con los nazis era un fenómeno generalizado y entusiasta, me he quedado horrorizado por las imágenes. Es muy difícil creer que estados miembros de la U.E. y la OTAN permitan que tales manifestaciones se lleven a cabo en los centros de sus ciudades capitales, pero esto es exactamente lo que sucedió en Kaunas (Kovno), en Vilnius (Vilna), en Tallin y en Riga.
Podemos aprender lo que motiva a esos manifestantes a través de los carteles y los lemas que elevan durante sus desfiles. Más allá de las diferencias locales de menor importancia, se pueden señalar dos temas centrales que avivan las llamas desde la derecha durante sus protestas en los países bálticos. El primero es el odio y la intolerancia hacia las minorías locales. Lituania se refiere principalmente a los polacos, rusos y los judíos (aunque la comunidad local con dificultad llegue a las 5.000 personas) mientras que en Letonia y Estonia la hostilidad va dirigida principalmente contra los colonos rusos, que se asentaron allí durante el período soviético, con la bendición de las autoridades, aunque también se dirige hacia los judíos a quienes se les considera tienen fuertes lazos con Rusia, más que a su país de residencia actual. No hay duda de la anexión de Crimea y la participación de Rusia en la guerra del este de Ucrania intensificó enormemente la sospecha y hostilidad de los círculos de extrema derecha de los países bálticos en contra de cualquier persona sospechosa de deslealtad para con el poder y de ser demasiado comprensiva con la administración Putin, pero además se suma una larga tradición de la xenofobia y un profundo antisemitismo.
Este tema no es nuevo ni único en absoluto, pero la segunda implicancia de eso es muy peligrosa para mí, al tratarse de un nuevo desarrollo que alarmantemente se empodera en la  Europa del Este post-comunista, amenzando de forma severa la memoria del Holocausto, cancelando además los importantes logros de décadas de educación y conmemoración. Hablamos del entusiasta apoyo de la extrema derecha hacia los esfuerzos de los gobiernos bálticos para reescribir la historia de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. No se trata de un intento de negar el hecho de que el Holocausto ocurrió, sino que se traduce en una campaña sistemática para minimizar u ocultar lo más posible la proporción de colaboradores locales que asesinaron judíos en los países bálticos y fuera de sus fronteras, tratando de convencer al mundo que los crímenes comunistas fueron tan malos como los crímenes nazis. Así, estos países esperan poder quitarse de encima la etiqueta de haber sido “países de asesinos” para reemplazarla con una etiqueta de ser “países de víctimas”, tratando no sólo de borrar sus horrendos crímenes sino también de ganar la misericordia mundial, incluso de forma material.
Por todo esto es que en Riga presentan a los veteranos de las SS letones, que lucharon en el Tercer Reich contra los soviéticos, como luchadores por la libertad que allanaron el camino para la independencia de su país, aunque los nazis no demostraron ninguna intención de concederle a Letonia su independencia, y algunos de ellos asesinaron a judíos antes de unirse a dichas unidades. Por eso en Vilna habían tantas esvásticas lituanas y banderas de las SS y en Kovno vimos un enorme cartel con una imagen de la cabeza del jefe del gobierno provisional establecido por los lituanos inmediatamente después de la invasión nazi, con el apoyo del Tercer Reich, y que fueron los que asesinaron a los judíos de Lituania.
En mi posición de manifestante solitario en Tallin (también en las otras ciudades había un número muy pequeño de manifestantes en contra de la marcha), me pregunté por qué razón estos eventos no reciben una respuesta adecuada por parte de la U.E., los EE.UU. y Canadá, por no hablar de parte del gobierno de Israel y de las comunidades judías locales. Las últimas temen despertar al antisemitismo y se sienten particularmente vulnerables debido a su pequeño número, pero ¿qué pasa con el resto? Tal vez esta semana del Día del Holocausto es un momento especialmente oportuno para exigir una respuesta.

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