domingo, 12 de abril de 2015

gan a la paleta en la orilla con una fuerza exagerada. El deporte es tan popular que hay un museo de paletas —Matkot— con 350 modelos expuestos. Queda en Neve Tzedek, el primer barrio de la ciudad, que data de 1909, con caserones de estilo inglés reformados, tiendas de diseño y una heladería artesanal que vive llena y se llama Anita.
Familias repletas de hijos y perros hacen picnic a la sombra de los eucaliptos del parque Hayarkon; las parejas comen unos desayunos formidables, con más de 20 platitos de humus, ensaladas, yogurt, queso, huevos, pan de pita, de salvado, de sésamo, pasta de berenjena, aceitunas negras en el centro comercial que construyeron en 2011 por el antiguo puerto; niños de todas las edades bailan entre burbujas de jabón gigantes en el Boulevard Rothschild, la calle más cara del centro de Tel Aviv.
La música es de Hadag Nahash, una banda de hip hop de Jerusalén y las burbujas están a cargo de un joven empresario del ramo, que publicita así sus servicios para fiestas infantiles. Tres chicos recién salidos del ejército ofrecen abrazos gratis frente al Teatro Nacional Habima y luego de veinte segundos de abrazo, el tiempo mínimo para liberar oxitocina —explican—, nombran un montón de lugares para ir de noche: Port Said, Ozen Bar, Lucifer, Levontine 7, The Cat and The Dog; son tantos como los platitos del desayuno.
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