domingo, 17 de mayo de 2015

Ignoren las teorías conspiratorias de Hersh

Por Max Boot 

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"Afirma que todo fue un montaje de los Gobiernos estadounidense y paquistaní, que Arabia Saudí pagaba en secreto a Ben Laden, que Islamabad estuvo al corriente de la operación en todo momento, que los Navy Seal cortaron a Osama en pedacitos y arrojaron sus restos desde un helicóptero, etc. Francamente, resulta casi imposible seguir el hilo de la teoría conspiratoria de Hersh, basada en nada más que en insinuaciones de un par de tipos que podrían haberle oído decir algo a alguien en algún momento"
Seymour Hersh, quien antaño fuera un célebre reportero, ha publicado un nuevo artículo deinvestigación en la London Review of Books acerca de la muerte de Osama ben Laden. Afirma que todo fue un montaje de los Gobiernos estadounidense y paquistaní, que Arabia Saudí pagaba en secreto a Ben Laden, que Islamabad estuvo al corriente de la operación en todo momento, que los Navy Seal cortaron a Osama en pedacitos y arrojaron sus restos desde un helicóptero, etc. Francamente, resulta casi imposible seguir el hilo de la teoría conspiratoria de Hersh, basada en nada más que insinuaciones de un par de tipos que podrían haberle oído decir algo a alguien en algún momento.
Peter Bergen, un reportero de verdad que ha escrito un libro muy bien documentado acerca de la búsqueda de Ben Laden, resume acertadamente el artículo de Hersh como “un fárrago de disparates refutado por multitud de testigos oculares, hechos inconvenientes y el mero sentido común”. Bergen se tomó la molestia de contactar con la única fuente de la que Hersh da el nombre, un exdirector del ISI, la agencia paquistaní de inteligencia, para preguntarle acerca de las afirmaciones realizadas por el periodista. Esto es lo que sucedió:
Cuando contacté por correo electrónico con Durrani tras la publicación de la pieza de Hersh, me dijo que no tenía “pruebas de ningún tipo” de que el ISI supiera que Ben Laden se escondía en Abotabad, pero que aun así podía “considerar que podía ser verosímil”. No es precisamente un gran aval de una de las principales afirmaciones del artículo de Hersh.
De hecho es probable, como numerosos reporteros han especulado anteriormente, que el ISI supiera dónde vivía Ben Laden. Lo que es inverosímil es que Pakistán cooperara con Estados Unidos para realizar un asalto que abochornó al Ejército paquistaní y perjudicó las relaciones entre ambos países.
Este artículo de Vox también demuestra lo rocambolesco de las insinuaciones de Hersh.
La única pregunta que tengo es ésta: ¿por qué ya nadie se molesta siquiera en contrastar a Hersh? Es cierto, es famoso por dos grandes exclusivas: My Lai en 1969 y Abu Ghraib en 2004. No es ninguna coincidencia que ambas fueran relatos de atrocidades cometidas por soldados norteamericanos (Hersh tiene una visión contracultural del mundo, muy de los 60), y en ambos casos el periodista se limitó a desvelar el resultado de documentadas investigaciones internas del Ejército, cuya exactitud fue pronto confirmada por el propio Gobierno. Estas auténticasnoticias bomba están a años luz de la clase de fantasías y rumorología con que Hersh trafica casi todo el resto del tiempo.
Hace diez años publiqué una columna en la que señalaba lo ridículo que se había vuelto Hersh. Y no se ha vuelto más serio en este tiempo. Como indica el artículo de Vox, en los últimos años ha afirmado, entre otras cosas, que el Opus Dei y los Caballeros de Malta controlan en secreto las Fuerzas de Operaciones Especiales estadounidenses: es la clase de tesis que les resulta verosímil sólo a los que creen que Dan Brown es un autor de no ficción. Hersh también informó de cómo la Administración Bush iba, al parecer, a iniciar la III Guerra Mundial contra Irán a partir de una operación de falsa bandera; una guerra que, por desgracia para Hersh, nunca llegó del todo.
Cuando Hersh publica algo en el New Yorker hay una mínima comprobación de sus fantasías, pero incluso en ese caso sus artículos están plagados de afirmaciones insostenibles (y probablemente falsas). Los artículos que publica en todos los demás medios son básicamente despreciables, salvo por su involuntario valor humorístico.
Francamente, me disgusta hasta el hecho de escribir sobre Hersh. En vez de desenmascararlo, lo que realmente deberíamos hacer es ignorarlo.
© Versión original (inglés): Commentary 
© Versión en español: Revista El Medio

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