viernes, 15 de mayo de 2015

Petróleo: por qué Arabia Saudí está apostando por tirar los precios



Salman ben Abdulaziz, rey de Arabia Saudí.
El precio del petróleo ronda hoy los 60 dólares por barril, muy lejos de los 100 alcanzados no hace mucho tiempo. Su cotización internacional se ha desplomado casi un 50% desde el pasado verano y, por el momento, nada indica que se vaya a producir un repunte a corto o medio plazo. Más bien al contrario. La propia Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) acaba de reconocer que el mercado ha entrado en una nueva etapa de precios bajos, cuyos efectos se harán notar, y mucho, en las finanzas de las principales economías productoras. En concreto, el cártel descarta que el barril vuelva a superar los 100 dólares en los próximos diez años, incluso llega a pronosticar un precio inferior a los 45 dólares en 2025, en el escenario más pesimista.
La débil demanda, tras la desaceleración de China, y la revolución del fracking (fracturación hidráulica), liderada por Estados Unidos, son las causas que explican tal tendencia, según la OPEP. De hecho, en caso de que se produzcan variaciones significativas, serán a la baja. La razón no es otra que la posible retirada de las sanciones comerciales al régimen de Irán por parte de las grandes potencias occidentales, tras la reciente, aunque todavía provisional, luz verde otorgada por Washington al programa nuclear de los ayatolás. Según la Agencia Internacional de la Energía, Irán, uno de los mayores productores de crudo, extrae cerca de 2,8 millones de barriles al día, pero tiene capacidad para generar 3,6 millones en el plazo de un año si, finalmente, se levantan los embargos impuestos por Occidente. Esos 800.000 barriles extra, en un mercado en el que la oferta ya está en niveles máximos, con cerca de 30 millones diarios de la OPEP, podría hundir el precio del petróleo hasta los 20 dólares a medio plazo, tal y como advierten diversos analistas, o, como mínimo, mantenerlo entre los 50 y los 70 dólares en 2016, según las últimas previsiones de la Agencia de Energía de Estados Unidos (EIA).
Ahora bien, por el momento, ese escenario no parece inquietar lo más mínimo a Arabia Saudí, uno de los actores más influyentes en el complejo escenario geopolítico del oro negro. En pleno proceso sucesorio, tras la muerte del rey Abdalá y el ascenso al trono de Salman, su política petrolera no parece que vaya a cambiar, al menos a corto plazo. Los saudíes seguirán bombeando crudo a ritmo récord, de modo que muy posiblemente la OPEP mantendrá su nivel de producción tras la reunión que celebrará en junio. Su estrategia consiste, básicamente, en debilitar a sus principales competidores aprovechando la guerra de precios que ha declarado abiertamente al fracking, su auténtico rival a largo plazo. En el fondo, lo que pretenden los saudíes con esta política de precios bajos es mantener e incluso incrementar su cuota exportadora a largo plazo, a costa de tumbar a otros países productores con una capacidad financiera para aguantar el embate muy inferior.
En los dos últimos meses, las reservas de divisas del Banco Central de Arabia Saudí han bajado en cerca de 36.000 millones de dólares, casi el 5% del total, pues Riad ha tenido que tirar de ahorro interno para mantener su gasto público y sus grandes proyectos de inversión, debido a la caída de los ingresos procedentes del petróleo. Pero la cuestión clave es que pocos países productores cuentan con reservas de divisas como las saudíes, próximas a los 700.000 millones de dólares, que les permitan soportar a largo plazo esa disminución de recursos. En este sentido, hay que tener en cuenta que, desde 2012, las economías de la OPEP –sin Irán– acumulan unas pérdidas de 200.000 millones de dólares como consecuencia de la depreciación que registró el petróleo en la segunda mitad de 2014, y que el agujero podría superar los 500.000 millones este mismo 2015, en caso de que el precio medio se mantenga en torno a los 53 dólares por barril, según la EIA. Y todo ello en términos reales, es decir, descontando la inflación.
En concreto, los ingresos netos de la OPEP procedentes de la exportación de crudo bajarán desde los 917.000 millones de dólares (reales) en 2012 a unos 380.000 este 2015, lo que supone un descenso próximo al 60%. Si se mide en términos per cápita, esto significa que los ingresos petrolíferos caerán de 2.857 dólares por habitante en 2012 a 1.113 en 2015.
Arabia Saudí fue el país que más dinero perdió en 2014, con cerca de 36.000 millones de dólares, casi un 13% interanual menos, ya que sus ingresos netos por exportaciones de crudo bajaron de 282.000 a 246.000 millones. Sin embargo, su cuota de mercado se mantuvo intacta, en el 33,7% de los ingresos totales, y ésta es la tendencia que pretende mantener e incluso reforzar Riad en los próximos años. Gracias a sus cuantiosas reservas de crudo y, sobre todo, a sus bajos costes de extracción y producción, el margen de beneficios de los saudíes sigue siendo muy amplio en comparación con el de los demás países exportadores en esta nueva era de precios bajos. Dicho de otro modo, hoy por hoy, Arabia Saudí es de los pocos capaces de competir con la revolución fracking y no morir en el intento. Y lo sabe…
Fuente: elmedi
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