domingo, 4 de octubre de 2015

De Daniel Friedmann
No soy un judío al que le tiemblan las rodillas.
Esta noche las imágenes insoportables.
Las llamadas de ayuda, la desesperación, un padre, una madre a los que asesinan y los gritos de un hijo que se siente ya huérfano.
Pero los chasquidos también.
Los pasos pesados y seguros, los soldados del ejército israelí, como lobos, en las calles de Jerusalem.
Me vuelven entonces estas palabras de Menahem Begin, que cada israelí, que cada judío debiera tener en su puerta hasta su muerte:
" Nno soy un judío al que le tiemblan las rodillas. Soy un judío orgulloso de 3700 años de historia civilizada. Nadie vino a nuestro rescate cuando nos moríamos en las cámaras de gas, en los hornos. Nadie vino a nuestro rescate cuando nos empeñamos por crear nuestro país. Hemos pagado por ello. Luchamos por ello. Hemos muerto por ello. Nos mantendremos fieles a nuestros principios. Vamos a defenderlos. Y, cuando sea necesario, moriremos de nuevo por ellos".

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