jueves, 23 de marzo de 2017

El gambito persa

 

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Afsheen John Radsan y Robert Delahunty firman este artículo en el que apelan a la necesidad de que EEUU actúe de manera contundente contra la amenaza iraní y a la vez recomiendan a Trump que muestre comprensión y afecto por el pueblo persa.
No cabe duda: el presidente debe fijar unos férreos límites en sus tratos con la República Islámica. Pero debe también mostrar un perfil más suave. Por encima de todo, debe destacar públicamente los grandes logros de la tradición persa. Tales elogios crearán un sabor dulce, agradable y familiar en el paladar persa.
(…) Un nacionalista como el presidente debe reconocer y apelar al nacionalismo de otro gran pueblo.
(…)
Hay que adoptar duras medidas contra la República Islámica.
La República Islámica tiene que estar en el primer puesto de la lista de patrocinadores del terrorismo del Departamento de Estado estadounidense.
Irán debe enfrentarse a nuevas sanciones por sus pruebas de misiles balísticos y otras acciones hostiles. Los esfuerzos por limitar la inmigración desde la República Islámica pueden ser útiles.
EEUU debe hacer cumplir a rajatabla el acuerdo nuclear que la anterior Administración negoció con Irán, y si los iraníes no cumplen absolutamente y sin vacilaciones su parte del acuerdo, deben ponerse sobre la mesa las opciones militares.
Pero esta estrategia tiene que complementarse con una ofensiva atractiva. La amabilidad servirá de envoltorio para las medidas severas.
Efraim Inbar, del Begin-Sadat Center for Strategic Studies (BESA), advierte de que hacerconcesiones a los palestinos antes de que se comprometan en serio a una negociación es una pésima política para alcanzar un acuerdo fructífero.
El impulso de hacer concesiones es una muestra de la sabiduría convencional de la comunidad internacional (incluido el Gobierno israelí): que los palestinos han de ser bien tratados para evitar sus erupciones violentas. Esta actitud ha llevado a un apoyo financiero continuo a la Autoridad Palestina, a pesar de la creciente conciencia de que una gran porción de esa ayuda es desviada a los terroristas y sus familias.
Los cálculos cortoplacistas de este tipo únicamente prolongan el conflicto. De hecho, la campaña de terrorismo que se inició en septiembre de 2000, la denominada Segunda Intifada, tuvo lugar tras varios años de avances económicos, durante los cuales el nivel de vida de los palestinos fue el más alto de su historia. Las muchas ‘zanahorias’ proporcionadas ni colmaron el apetito palestino de conquistas políticas ni canalizaron sus energías desde el terrorismo a la mesa de negociaciones.
El arte de la negociación exige una mezcla cuidadosamente equilibrada de zanahorias y palos. Los fracasos acumulados desde 1993 sugieren que el equilibrio correcto (…) todavía no ha sido alcanzado. Considerando las vastas cantidades de dinero recibido por la Autoridad Palestina a lo largo del tiempo y el persistente rechazo palestino a reconocer que alcanzar un acuerdo va en su propio interés, resulta razonable concluir que el enfoque adoptado para atraerlos no ha incluido suficientes palos. (…)
Las opciones de los palestinos nunca cambiarán si sus lamentables decisiones no les suponen un coste.
El Jerusalem Post ha editorializado sobre el 25º aniversario del atentado contra la embajada israelí en Buenos Aires, por el que nadie ha sido llevado aún ante la Justicia, a pesar de las evidencias que apuntan a Teherán.
El 17 de marzo de 1992 tuvo lugar el ataque más mortífero contra una misión diplomática israelí, cuando un terrorista suicida hizo detonar su furgoneta cargada de explosivos frente a la embajada en Buenos Aires.
(…)
Es difícil evitar una conclusión: el fracaso de Argentina a la hora de responder adecuadamente al ataque contra la embajada animó a Irán y a su aliado, Hezbolá, a lanzar otro ataque tan solo dos años después, contra [la sede de] la AMIA [Asociación Mutual Israelita Argentina], que dejó 85 muertos y cientos de heridos.
A día de hoy, nadie ha sido acusado de estos dos ataques terroristas, a pesar de que existen pocas dudas de que Irán y Hezbolá están detrás de ellos.
(…)
Hay una razón para el optimismo. El presidente de Argentina, Mauricio Macri, que llegó al cargo en noviembre de 2015, ha declarado en numerosas ocasiones que su Gobierno está comprometido con llevar a los culpables ante la Justicia. (…)
No podemos olvidar el atentado contra la embajada israelí en Buenos Aires, no sólo por sus trágicas consecuencias, sino porque amenazas similares procedentes de Irán siguen infestando el mundo libre. Como el primer ministro, Benjamín Netanyahu, dijo recientemente, el 80% de los problemas de seguridad de Israel tienen su origen en Irán.
Llevar a los responsables del ataque terrorista de 1992 ante la Justicia sería un paso importante para contrarrestar la perniciosa influencia iraní.

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