lunes, 12 de junio de 2017

REFLEXIONES SOBRE EL BARRO Y LA VERDAD
El poeta catalán nos acostumbró a una frase tan hermosa como su alma:
“nunca es triste la verdad: lo que no tiene es remedio”.
Significa: la verdad es así, tal como es, tal como se muestra, y tal como se presenta ante nuestros ojos.
La verdad es objetiva, impersonal y, ante lo concreto, los sentimientos pasan a ocupar un segundo plano.
Los sentimientos no influyen sobre la verdad.
La verdad no se conmueve ante nuestra tristeza, ni ante nuestra alegría.
Ella es, está, y no depende en absoluto de nosotros.
Y aunque los sentimientos surjan, sin pedirnos permiso, la verdad se mantiene intacta, inamovible, incólume.
¡No tiene remedio!
*
Lo que sí tiene remedio es la realidad, nuestra realidad, la cual depende, como el barro en manos del alfarero, del trabajo y de la dedicación de nuestras manos.
¡No hay nada más inútil que negar la verdad!
O hacer como si no la viéramos, o no nos importara en lo más mínimo.
Ella ni depende ni se nutre de nosotros.
Ni de lo que digamos, ni de los que pensemos, ni de los que sintamos.
*
Y por qué, pregunto, por qué, nos cuesta tanto hablar de la muerte.
Porque sobre la vida podemos influir.
Pero no sobre el final, irremediable y categórico, del último suspiro.
*
La verdad, como la muerte, tampoco tiene remedio.
Aunque nos invada la tristeza.
Y tal vez convenga, sugiero, intentar aproximarnos y amigarnos con la verdad.
Para que, al menos, en un último gesto de dignidad, logremos vivir la muerte.
Nuestra muerte.
Esa, la que no tiene remedio.

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