lunes, 12 de junio de 2017

El ángel español que liberó a 1.500 judíos presos en Egipto, por Francisco Carrión
Al cumplirse 50 años del final de la Guerra de los Seis Días, narramos la gesta de Ángel Sagaz, embajador en El Cairo
Aquí el relato de un superviviente y los papeles desclasificados de la operación secreta 'Pasaporte 128'
El 21 de junio de 1967, con los rescoldos aún humeantes de la derrota árabe en la Guerra de los Seis Días, la España de Franco emprendió una operación secreta para liberar a cientos de judíos confinados en cárceles egipcias y evacuarles del país en compañía de sus familias. El telegrama cifrado número 128, remitido desde Madrid a la embajada española en El Cairo, puso en marcha una labor guiada por la más absoluta discreción que Crónica reconstruye cuando se cumple medio siglo de una contienda que causó estragos en una región rota hoy en mil trincheras. "En los primeros momentos de la guerra, los servicios de la policía de la RAU [República Árabe Unida, la denominación oficial de Egipto por aquel entonces] iniciaron la detención de judíos, tratando, en general, que de cada familia hubiese alguno en prisión, con el fin de atemorizar a toda la minoría", relata Ángel Sagaz, el entonces embajador español en Egipto, en un despacho reservado fechado años después al que ha tenido acceso este suplemento. Sagaz, un veterano diplomático que acabaría sus días al frente de la legación en Washington, fue el ángel que hizo posible la operación en clave "Pasaporte 128".
"En casa esa evacuación nunca se contó como si se tratase de una gran hazaña. Siempre se entendió que era parte del trabajo que tenía que hacer mi padre", desliza su hijo Manuel Sagaz. Las gestiones del embajador resultaron decisivas en un episodio de la diplomacia española poco conocido. Desde aquel tormentoso verano de 1967, Sagaz desfiló por los pasillos del régimen egipcio en busca de un intrincado acuerdo. La embajada española había asumido la representación de los intereses de Estados Unidos en Egipto. A principios de junio la comunidad israelí en Madrid y organizaciones judías estadounidenses se habían dirigido al Gobierno franquista suplicando ayuda para salvar a la menguante minoría judía, convertida en cabeza de turco de las refriegas contra Israel. "La embajada de España, desde el primer momento, entró en contacto con las comisarías de policía y el Ministerio del Interior para defender a todos aquellos judíos que tenían pasaporte español", evoca Sagaz en los cruces de mensajes que en esos años mantuvo con sus superiores. La orden de Exteriores, no obstante, pedía expresamente proporcionar protección a "sefardíes o no sefardíes".Un desafío que Sagaz sorteó urdiendo una astuta artimaña para persuadir a las autoridades egipcias. En sus reuniones con el ministro del Interior y sus subalternos solía reivindicar la españolidad de todos los judíos que aún permanecían en el país árabe en virtud del decreto dictado por Primo de Rivera en diciembre de 1924 "sobre concesión de nacionalidad española por carta de naturaleza a protegidos de origen español". Una argucia ya empleada durante la II Guerra Mundial por otros diplomáticos como Ángel Sanz-Briz, el encargado de negocios de la embajada española de Hungría que salvó la vida de alrededor de 5.000 mil judíos húngaros en pleno Holocausto. "Sagaz usa la misma estratagema que su tocayo en Budapest. Concede pasaportes en base al decreto de 1924 independientemente de que tuvieran algún vínculo con nuestro país", reconoce José Antonio Lisbona, autor del libro Más allá del deber en el que desempolva la labor de varias decenas de diplomáticos patrios al auxiliar a la comunidad judía. Por caprichos de la historia, Sanz-Briz había tenido como primer destino la legación en la capital egipcia.
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