viernes, 9 de junio de 2017

Propaganda, patria y traumas
La Vanguardia 7 Jun 2017
Joaquín Luna
Hoy hace 50 años, el mundo vivió uno de los días más pedagógicos del siglo XX: los árabes creían estar aniquilando a Israel en todos los frentes de la guerra de los Seis Días cuando a esas horas, 7 de junio de 1967, tercer día de lucha, las tropas israelíes se disponían a tomar la ciudad vieja de Jerusalem. Al anochecer, la estrella de David ondeaba en mezquitas de la ciudad santa y los civiles palestinos descubrieron que los soldados a quienes preparaban un té de bienvenida no eran iraquíes ni jordanos.
Frente al poderío de Israel, el presidente de Egipto y líder del mundo árabe, el carismático Naser, tenía su arma preferida: la propaganda.
La Voz de los Árabes, la potente emisora cairota que iluminaba a las audiencias desde el golfo Pérsico hasta Marruecos, seguía hablando de victorias, daños cuantiosos a los israelíes y hazañas mágicas. Radio El Cairo no se quedaba corta: “Hemos derrotado a Israel en el primer día de batalla, lo derrotaremos a cada momento y a cada hora. Despídete de vivir, Israel”.
Los grandes diarios egipcios hacían lo propio, imbuidos de patriotismo, un valor reñido con la verdad cuando la realidad es adversa.
A esas horas, la coalición mal dirigida de tropas egipcias, jordanas, iraquíes y sirias sólo trataba de salvar el pellejo mientras afloraban cruelmente todas las contradicciones retóricas en la retirada caótica de la península del Sinaí, en las deserciones de mandos, las deficiencias técnicas y falta de estrategia (improvisación aparte).
Y mientras los ciudadanos árabes eran informados de que todo iba de maravilla, surgía en El Cairo el más negro y doloroso interrogante: ¿y ahora cómo explicamos la verdad?
El mariscal egipcio Amer ya repartía la culpa entre EE.UU. por apoyar a Israel y a Moscú por no asistirles. “Resultaba evidente que no tenía ni idea de lo que estaba sucediendo en los campos de batalla”, resumió un diplomático soviético tras visitarle el día 7.
¿Y el gran padre de Egipto, el rais Naser? Malhumorado, colérico y ausente en unas horas que aún hoy determinan el destino de Oriente Medio y la permanente frustración del mundo árabe, que ha dejado escapar todos los trenes del progreso (el último, la globalización).
Finalmente, Naser se dirigió al país por televisión, al borde del sollozo, la noche del 9 de junio. Nunca habló, sin embargo, de “derrota”, sino de “contratiempo”. Anunció su dimisión, pero el pueblo salió a la calle para pedirle que siguiera en un postrer y baldío acto de afirmación patriótica.
“En 1967, la mayoría de los oyentes árabes, incluso los que tenían bastante educación, estaban enardecidos. Cuando estalló la realidad en sus vidas, su fe en los líderes sólo sirvió para que la derrota resultase más traumática”, ha escrito Jeremy Bowen, corresponsal de la BBC, en su espléndido... (La Vanguardia interrumpe aquí el artículo)

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