lunes, 17 de julio de 2017

Mentiras sobre Israel, por Ricardo Ruiz de la Serna
Esta semana tres árabes israelíes armados con cuchillos, una pistola y dos ametralladoras atentaron contra una unidad de las fuerzas de seguridad en la Ciudad Vieja de Jerusalén. Mataron a dos policías. A su vez, los agentes de seguridad respondieron al ataque y abatieron a los tres terroristas. Por supuesto, habría mucho más que decir en torno a este atentado, pero, por desgracia, no se le ha prestado mucha atención.
En realidad, los titulares en España se centraron en la muerte de los terroristas y no en la triste suerte de los dos policías a quienes mataron. Resultaba, al parecer, mucho más interesante subrayar que las fuerzas israelíes mataban a tres personas que el atentado terrorista que habían cometido. En algún caso, se habló de un tiroteo como si agresores y agredidos estuviesen en el mismo plano de igualdad, es decir, como si hubiese sido un duelo y no un acto de terrorismo
Este relato sobre la actualidad de Israel -el israelí como atacante y victimario y el terrorista como agredido y víctima haga lo que haga- revela una estructura más profunda que reaparece cada cierto tiempo con renovadas fuerzas en el discurso público europeo y, especialmente, en nuestro país: el judío como sospechoso habitual, como agresor constante, como asesino de indefensos. El nuevo antisemitismo ha tomado, así, una vieja estructura de la judeofobia medieval -podríamos rastrear sus orígenes hasta el Libelo de Sangre y las acusaciones de crimen ritual cometido contra una vida inocente- y lo ha aplicado al Israel y a los israelíes judíos, es decir, al Estado judío y a la mayoría de sus habitantes.
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