martes, 15 de mayo de 2018


Contextos

El septuagenario

Por John Podhoretz 

Israel. Una manifestación.
"La emergencia de Israel como país rico se cuenta entre los incontables hechos de 2018 que serían inimaginables para los judíos de 1948"
Israel es el 26º país más rico de la Tierra, según el Banco Mundial. Ahora bien, los israelíes te dirán, no sin razón, que los números sobre la riqueza dan una imagen inadecuada del día a día de su país. La brecha de la desigualdad es en realidad un gran cañón. Para un joven es difícil encontrar un buen trabajo y una vivienda decente, en parte debido a que un muy intrusivo sector público hace casi imposible la movilidad laboral y a que una economía hiperregulada hace que la construcción sea prohibitivamente cara. Estas dificultades enfurecen especialmente a los israelíes porque son heridas autoinfligidas, fruto de lo que podría denominarse entropía democrático-socialista.
Aun así, Israel es el 26º país más rico de la Tierra, y el hecho de que probablemente tome usted este dato con calma es la razón de que sea tan extraordinario. La emergencia de Israel como país rico se cuenta entre los incontables hechos de 2018 que serían inimaginables para los judíos de 1948. Hace 70 años, incluso judíos americanos pobres como mis abuelos apartaban unos dólares preciosos para ellos para mandárselos a sus parientes de Palestina, tan penosa era su existencia.Israel siguió siendo un caso económicamente perdido durante décadas. En los años 60 los bienes de consumo de cualquier tipo eran tan escasos –debido en parte a las increíblemente estúpidas tarifas impuestas por el económicamente iletrado Gobierno laborista– que cualquier americano que viajara allí era sometido a un auténtico asedio para que llevara toda clase de cosas a los parientes que estuvieran estudiando en Tierra Santa o hubieran hecho aliá. En 1984, mientras las naciones occidentales experimentaban un renovado crecimiento económico, Israel tenía una inflación del –presten atención– 450%.
Finalmente Israel quebró el espinazo a la espiral inflacionista, y entonces, en los primeros años 90, sucedió algo extraordinario: un sector económico completamente nuevo hizo acto de presencia debido a que los esclerotizados sindicalistas a cargo de las comunicaciones no tenían la menor idea de qué era o podía llegar a ser un teléfono celular. Aún estaban centrados en controlar la monopolística compañía de telefonía analógica Bezek.
Como reportó la revista Wired en 1997, “en diciembre de 1994 una start-up israelí de telefonía móvil llamada Cellcom (…) anunció las tarifas más bajas de todo el planeta (…) En los dos años transcurridos desde el lanzamiento de Cellcom, el teléfono celular (…) había reemplazado al rifle automático como el objeto que más sorprendía a los alucinados visitantes occidentales por su ubicuidad. Desde una base de quizá 70.000 usuarios sólo dos años atrás, 900.000 israelíes (de una población de 5,7 millones) estaban entonces suscritos a los servicios de telefonía celular”. Fue este giro radical hacia la era digital lo que propulsó a Israel hacia el mundo de la alta tecnología, desde el que accedió a la espiral de riqueza.
Y ahora Israel es el 26º país más rico de la Tierra. La consolidación de su posición económica ha ido de la mano de su poderío militar y su determinación de seguir existiendo a pesar de la hostilidad mundial y de las guerra que se le han declarado; he aquí otro fenómeno que posiblemente nadie podría haber concebido en 1948. O en 1967. O en 1981. O en el año 2000. Y ahí está ahora la entente entre el Estado judío y el Reino de Arabia Saudí, bajo el gobierno del príncipe heredero Mohamed ben Salman. Este puede que sea el más imprevisible desarrollo en estos 70 años de desarrollos improbables que han afianzado a Israel en la comunidad de las nacionales; y una señal de que puede sobrevivir a sus enemigos.
© Versión original (en inglés): Commentary
© Versión en español: Revista El Medio

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