lunes, 21 de mayo de 2018

Contextos

Occidente traiciona a los kurdos

Por Giulio Meotti 

Bandera del Estado independiente de los kurdos
"Se cierne un nuevo Síndrome de Múnich sobre Occidente. Si no un Estado, los kurdos al menos merecían nuestra protección, especialmente después de que nos hayan ayudado a detener a los que nos degüellan en los bulevares de París"
Hay un proverbio kurdo que dice: “No tenemos más amigos que las montañas”. Pero en Afrín, incluso las montañas podrían no protegerlos de los aviones de guerra turcos y las milicias islamistas aliadas con Ankara. Aunque los vídeos con ejecuciones espeluznantes no son desde luego una novedad en la trágica guerra de Siria, en este caso las imágenes fueron grabadas por una organización terrorista que opera bajo el mando de un país de la OTAN: Turquía.
En el referido vídeo aparecen dos milicianos sirios vejando el cadáver de Amina Omar, combatiente kurda también conocida como Barin Kobani. Murió defendiendo Afrín, ciudad-cantón siria atacada por el Ejército turco de Recep Tayyip Erdogan.
En el vídeo, a Omar, que pertenecía a la sección femenina de las kurdas Unidades de Protección del Pueblo (YPG), la llaman “cerda” y un soldado le pisa el pecho. La vejación de su cadáver simboliza no sólo la ferocidad de los enemigos de los kurdos, también la inmensa e insoportable traición moral y política de que han sido objeto los kurdos por parte de sus aliados occidentales.
“Vergonzoso: Occidente cierra los ojos a la suerte de los kurdos”, escribió Ivan Rioufol en el diario francés Le Figaro:
Combatieron con nosotros en la guerra contra el ISIS. Erdogan considera “terrorista” a este pequeño pueblo que arma a unas mujeres que llevan la melena al viento y deja la religión para el ámbito privado.
Los medios occidentales han ignorado la suerte de los kurdos, el pueblo que derrotó al ISIS por nosotros.
“Mi hermana, Barin, combatió al Estado Islámico junto a la coalición [internacional] en Raqa y en muchos otros lugares”, declaró un hermano de Omar a The Times desde Kobani. “¿Cómo puede haber justicia o confianza entre aliados cuando la coalición pone sus intereses por encima de lo que es moral y permite que Turquía nos ataque, y además con armas de la OTAN?”.
Hay un “silencio ensordecedor” de la mayoría de los líderes occidentales ante la ilegal invasión turca que están padeciendo los turcos, sostiene Sandeep Gopalan, profesor de Derecho en la Universidad Deakin de Melbourne. Las cancillerías europeas han dejado a los kurdos abandonados a su suerte. Así, el ministro británico de Exteriores, Boris Johnson, tuiteó: “Turquía hace lo correcto al querer mantener sus fronteras seguras”. Occidente dio luz verde a los turcos para masacrar a los kurdos.
Aún peor: como nos recuerda un llamamiento publicado en New York Review of Books,
el ataque turco a Afrín no fue en absoluto provocado. De hecho, Afrín fue tan pacífico durante la mayor parte de la guerra siria que se convirtió en un refugio seguro para decenas de miles de refugiados, de los cuales algunos lo son ahora por segunda vez. En los cantones que controlaban, las fuerzas encabezadas por los kurdos habían establecido un oasis, único en Siria, de autogobierno localderechos para las mujeres y gobierno secular.
La batalla de Afrín fue una derrota tremenda para los kurdos en Siria, con consecuencias desoladoras. Al menos 820 guerilleros murieron en combate. Aún quedan muchas otras muertes por confirmar. Sirva como comparación el dato de que en la batalla por la liberación de Raqa, capital de facto del califato del ISIS, murieron 660 kurdos que luchaban bajo la bandera de las fuerzas democráticas sirias, respaldadas por Estados Unidos.
Robert Ellis ha comparado Afrín con lo sucedido en los Sudetes en la década de 1930:
Dos días antes de entregar los Sudetes a la Alemania nazi, en septiembre de 1938, el primer ministro británico, Neville Chamberlain, despachó el asunto como una “pelea en un país remoto entre dos pueblos de los que no sabemos nada”. Lo mismo se podría decir de la actitud de Occidente ante el ataque turco contra el enclave kurdo de Afrín, en el noroeste de Siria.
En las primeras horas del 30 de septiembre de 1938, Gran Bretaña, Francia e Italia permitieron a los nazis anexionarse la región checoslovaca de los Sudetes. El Gobierno checo se opuso y resistió, pero sus aliados occidentales, decididos a evitar una guerra “a cualquier precio”, estaban dispuestos a negociar con Adolf Hitler.
Sin embargo, los Acuerdos de Múnich no llevaron la paz a Europa. Llevaron la guerra.
Los checos fueron sacrificados en vano, y Occidente ha traicionado a los kurdos tres veces en los últimos años. La primera vez en Kobani, la asolada localidad kurda en la frontera turco-siria donde, en una batalla que sólo “reveló la impotencia de Occidente frente al yihadismo radical”, los habitantes lucharon para escapar de una muerte segura bajo el ISIS. Después, el pasado septiembre, los kurdos fueron abandonados en su referéndum por la independencia de Irak. Ahora han sido traicionados en Afrín, donde numerosas minorías de la guerra siria habían encontrado refugio.
Cuando, a finales de 2014, los occidentales decidieron intervenir directamente para deshacerse del califato del ISIS, se encontraron con un problema evidente. ¿Cómo podría Occidente derrotar a los islamistas, si ya no está dispuesto a arriesgar soldados y vidas en el campo de batalla? A través de los kurdos. Fueron las fuerzas kurdas las primeras que ayudaron a los yazidíes que huían del genocidio que les estaba infligiendo el ISIS. Miles de yazidíes acabaron en fosas comunes, o –las mujeres– capturadas y convertidas en esclavas sexuales. Fue entonces cuando Alemaniaempezó a enviar armas a los kurdos. Ahora los yazidíes de Afrín están sufriendo una nueva ola depersecuciones, esta vez por parte de los aliados turcos.
El filósofo francés Bernard-Henri Lévy declaró recientemente a Le Figaro:
La tragedia que están padeciendo los kurdos es síntoma de un insólito debilitamiento de Occidente. ¿Es este el equivalente de la batalla de Adrianópolis, que precedió a la caída de Roma? Espero que no. Pero la resignación ha sido una gran desgracia (…), uno de esos microacontecimientos aparentemente atípicos que señalan un cambio en el mundo. Esta no es la primera vez que Occidente decepciona a sus aliados o países hermanos. Ocurrió durante el auge del nazismo. Después, cuando dejó media Europa a merced del comunismo.
Los kurdos eran nuestros aliados ideales. Abrieron sus ciudades, como Irbil, a decenas de miles de cristianos iraquíes expulsados por el ISIS de Mosul. Hoy, el Kurdistán iraquí es –junto con Israel– el único lugar de Oriente Medio que acoge y protege a todas las religiones y minorías. Según el exeurodiputado Paulo Casaca, el Gobierno regional kurdo ha demostrado el máximo respeto por todas las minorías ampliamente perseguidas en otras áreas de Irak.
En un llamamiento de los intelectuales franceses Pascal Bruckner, Bernard Kouchner y Stephane Breton se afirma:
Abandonarlos sería un error moral imperdonable. Los kurdos de Siria derrotaron a los islamistas que han perpetrado los peores atentados de nuestra historia. Las atrocidades turco-islamistas en Afrín no auguran nada bueno. Cuando los jóvenes combatientes kurdos, con su admirable coraje, caen en manos de los yihadistas, son torturados, eviscerados y descuartizados. Este salvajismo es insostenible. Los kurdos son nuestros únicos aliados en la región y han demostrado su eficacia sobre el terreno. Si los abandonamos, no quedará nadie que nos ayude a contener nuevas explosiones terroristas contra nosotros. Por último, los kurdos de Siria están construyendo una sociedad democrática que respeta el pluralismo étnico y confesional y la igualdad entre hombres y mujeres. Esto tendrá una profunda influencia en una región desgarrada por la tiranía.
Se cierne un nuevo Síndrome de Múnich sobre Occidente. Si no un Estado, los kurdos al menos merecían nuestra protección, especialmente después de que nos hayan ayudado a detener a los que nos degüellan en los bulevares de París.
© Versión original (en inglés): Gatestone Institute
© Versión en español: Revista El Medio

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