jueves, 17 de mayo de 2018

¡SHABAT SHALOM, FELIZ FIESTA DE SHAVUOT, Y ALGUNAS REFLEXIONES!
No extraño las conversaciones, porque hasta hoy seguimos dialogando.
No extraño tu voz, porque, en mi interior, la escucho casi a diario.
No extraño tus consejos, porque los sigo escuchando en el momento exacto.
No extraño la ciudad en la que vivías, porque voluntariamente elegí partir.
No extraño…
Extraño tu presencia física, tu modo de estar, de acompañar.
Extraño la calidez de tu sonrisa, la suavidad de tus manos, tu empatía.
Eso, que, siendo yo más joven, consideraba que se trataba de un “exagerado silencio”, y que hoy comprendo como tu lenguaje no-verbal.
Tu decir sin palabras.
¡Y yo que vivo atrapado entre letras y párrafos!
Extraño tu comprensión, sin siempre comprenderme.
Extraño tu saber estar presente, a la distancia.
Extraño tu rostro asombrado ante un hijo que, muchas veces, se apartaba de los carriles convencionales.
Extraño tu ternura.
Por eso, cuando llegan estos días del año, me siento incómodo, taciturno, disminuido.
Porque el camino de la Vida tiene una sola dirección.
Y me parto en dos: entre mis hijos y mis nietos, y la imperiosa necesidad de nuestro seguro reencuentro.
Papá…
(Para la elevación del alma de Hirsh Leib ben Itzjak, que partió de este mundo, repentinamente, durante la Festividad de Shavuot. ¡Su recuerdo es una bendición!)

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