(wikipedia)
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Cerca de Teherán, capital de la República Islámica de Irán sobre la autopista Babayi, se encuentra la Universidad Integral Imán Hossein donde unos seis mil estudiantes, la mayoría de ellos becados, atraviesan un extraño proceso de admisión donde entre otras cosas son sometidos a un examen ideológico de pertenencia al movimiento Basij, un grupo de paramilitares voluntarios bajo la órbita de la Guardia Revolucionaria Islámica que traducido del persa quiere decir Ejército de los Guardianes de la Revolución Islámica, Sepah o Pasdarán.
La Guardia Revolucionaria fue fundada por el Ayatollah Khomeini en 1979 y la universidad, creada en 1976 por Seyed Mehdi Mousavi Zare, comandante de la misma guardia por aquel entonces.
El centro de estudios está bajo la órbita del Ministerio de Ciencia y Tecnología y del Ministerio de Defensa y Logística de las Fuerzas Armadas de Irán y entre otras carreras de pre y posgrado, se puede cursar la carrera de formación en ciencias militares.
Todos los años allí se realiza la ceremonia de graduación de los cadetes de la Guardia Revolucionaria Islámica, encargada de perseguir opositores al régimen y a quienes desafían a la teocracia no sólo políticamente sino también por cuestiones tales como ser homosexuales, feministas o por adherir a prácticas occidentales en su modo de vida.
En los últimos días se hizo viral lo que ocurrió en el desfile anual de graduación los cadetes de la Guardia Revolucionaria Islámica, donde se pudo observar que en la suela de las botas de los cadetes fue colocada la bandera de Israel con el inequívoco objeto de mostrar simbólicamente como pisotean al Estado judío sionista, única democracia liberal de Medio Oriente.
La Guardia Revolucionaria también es la encargada de desarrollar misiles balísticos que, según informes de Inteligencia, podrían contener ojivas nucleares capaces de llegar a Tel Aviv.
Imaginemos por un instante que en cualquier universidad del mundo el examen de ingreso incluyera pruebas de pureza ideológica y adhesión a movimientos paramilitares de un régimen que exporta la revolución a través de su brazo armado en Líbano, Hezbollah, con tentáculos que llegan a lugares remotos como Venezuela o la triple frontera entre Paraguay, Brasil y Argentina, ejecutando atentados como los de la Embajada de Israel en Buenos Aires o al edificio de la AMIA en la misma ciudad.
Agreguemos a esto que el ayatollah Ali Jamenei considera que la condena de estas prácticas por parte de Estados Unidos sólo alimenta la dignidad del cuerpo de elite y que debe quedar claro que la desaparición de la entidad sionista, léase Israel, está muy cerca bajo la acción de los combatientes.
Esta situación, imposible de soportar por cualquier país, parece no tener condena alguna cuando el agredido es el país judío.
Las nuevas formas de la judeofobia y el antisemitismo se manifiestan a través del régimen teocrático donde la fanfarronería en un desfile destila el odio hacia los judíos y su Estado dejando claro, para quien quiera comprender, que el objetivo final es acabar con Israel.
Saldrán apresurados algunos a decir que no se trata de odio judeofóbico sino de un conflicto con la democracia hebrea y de paso intentarán incluir en el combo el conflicto con los palestinos por ocupación territorial, pero sabemos que no se trata de un conflicto por tierras sino de una cuestión religiosa, donde Israel es el único país judío del mundo. No obstante, hay que recordar que los judíos fuimos agredidos y asesinados lejos de Medio Oriente a manos del terrorismo, el mismo que ordena cadetes en una universidad con policía ideológica.
Es sabido que la teocracia iraní es cuestionada por su desarrollo nuclear porque, como muchos deben saber y otros imaginar, el mismo es utilizado para desarrollar armamento y no con fines pacíficos siendo imprescindible detener ese plan. En caso contrario, el simbolismo de las suelas de los zapatos de los cadetes de la Guardia Revolucionaria dejará de ser tal e indefectiblemente cambiará la bandera blanca y celeste con una estrella de David en el centro por cualquier otra que no sea del agrado de la dictadura teocrática.
Como mencionamos anteriormente, el antisemitismo ha mutado: una de sus nuevas formas es el antisionismo y el odio a Israel, no a su gobierno eventual sino al país todo, que como bien sabemos es el país judío, pero a no dudarlo, el odio y el terrorismo no se detendrán con ese intento, sino que buscarán terminar con todo aquel que no se someta a su fe.
Y esto no sucederá sólo en Medio Oriente sino que puede suceder en cualquier ciudad europea al igual que en la lejana Latinoamérica, donde tampoco estamos a salvo y ya sufrimos la muerte en nuestras calles.
El antisemitismo en su vieja forma reaccionaria y racista, o en su nueva forma manifestada en el antisionismo y el antiisraelismo, son dos caras de una misma moneda, y en canto de esa moneda es el terrorismo, Hezbollah, Hamás y otras organizaciones financiadas por el régimen funesto y extremista con sede en Teherán.
El autor es presidente de la Organización Sionista Argentina