Los soldados nazis no se dieron cuenta que yo era judía.
Fruma Brisk y su madre se escondieron a plena vista en Hungría durante el último año del Holocausto.
Fruma Brisk, de soltera Gross, nació el 21 de enero de 1940 en Budapest, Hungría.
- Su padre, Chaim Gross, era dueño de una tienda de cámaras, y su familia, acomodada, era líder de la comunidad. Cuando los nazis tomaron Budapest, el padre de Fruma, Jaim Gross, fue deportado y nunca más lo vieron.
- Fruma tenía tan solo cuatro años.
- “Los nazis vinieron, se lo llevaron y nunca lo volví a ver. Ni siquiera sé qué le pasó.”
Lo unico que le quedo a esta chiquita fue una foto de su padre que guardaba en su billetera en todo momento.
- Muchos años después de la guerra, en un viaje a Londres, le robaron su bolso, junto con esa única foto que tenía de su padre.
- Hoy ya no le quedan fotos de él.
- “Es como un capítulo cerrado de mi vida porque era tan pequeña que realmente no lo conocía”.
- El Dr. Grotto, su médico de familia y amigo, vivía cerca.
- Vio lo que les estaba sucediendo a los judíos y ofreció esconder a Fruma y su madre en su casa.
- “No aceptó dinero; simplemente le importábamos y quería ayudarnos”.
El mismo medico escondió ademas a otras tres mujeres judías en el sótano de su casa.
- Cuando los nazis entraban en la casa, estas mujeres se escondían detrás de paquetes en el cuarto de almacenamiento.
- Fruma y su madre tuvieron el lujo de vivir abiertamente en la casa del doctor.
- La madre de Fruma se quitó el pañuelo de la cabeza y se hizo pasar por una ama de casa húngara, limpiando la casa y cocinando para la familia del doctor.
Mientras su madre cocinaba y limpiaba, Fruma podía jugar libremente en las áreas comunes de la casa.
- Casi todos los días, los nazis “visitaban” la casa del doctor, buscando judíos.
- “Milagrosamente, los nazis nunca bajaron al sótano,” explicó Fruma.
- “No era un sótano escondido, la escalera estaba a la vista, pero nunca intentaron registrar el nivel inferior de la casa.”
Solían detenerse para comentar lo hermosa que era Fruma y le daban dulces.
- Un nazi entró y comenzó a jugar con ella. “¡Es tan linda!”, dijo mientras le daba una barra de chocolate.
- “Se parece mucho a mi hija. Quisiera llevarla a mi casa. Mi hija jugará bien con ella”.
- La madre de Fruma tragó saliva mientras aceptaba a regañadientes.
- No tenía otra opción más que dejarla ir. Finalmente, el nazi la devolvió a su casa, junto con una manzana y un chocolate al irse.
- “Le di la manzana a mi madre, quien dijo: ‘No puedes comértela sola. Tienes que compartirla con las señoras en el sótano’. Les di un pedazo de manzana a cada una. Compartíamos toda nuestra comida con ellas”.
Mientras tanto, la madre de Fruma tiró el chocolate y los caramelos.
- “Mi madre dijo, ‘No es kosher, tenemos que tirarlo a la basura. No puedes comerlo’”.
- La senora Gross preparaba comida estrictamente kosher para su hija y las mujeres judías en la casa.
- Un nazi comentó una vez que la comida que mi abuela cocinaba olía kosher.
- Ella escapó por poco al decir que antes trabajaba como cocinera para una familia judía.
- “Todos comían bien. Principalmente comíamos pescado y pan. El doctor tenía un lago cerca de la casa y nos daba pescado de su lago. Era un hombre rico y generoso”.
- La madre de Fruma era muy religiosa y, como ella era la cocinera, no sólo se aseguraba de que su hija comiera bien, sino que también mandaba a Fruma afuera todos los días a dejar trozos de pan para que otros judíos los encontraran y comieran.
- “Mi madre me dijo que muchos judíos tenían hambre y que teníamos que ayudarles a sobrevivir”.
Entonces la chica salía con una cesta, fingiendo recoger flores.
Su madre le indicaba dejar pan junto a cada segundo árbol. Todos los días, los judíos recogían el pan.
- “Un día vi que nadie recogía el pan. Volví con mi madre y le dije: ‘Nadie tenía hambre, no recogían la comida’. Entonces no entendí que esos judíos probablemente habían sido deportados o asesinad@s”.
Fruma tiene un recuerdo claro de su madre animándola a rezar durante ese tiempo.
- ‘Somos judíos, así que vamos a rezar bajo las cobijas cada noche’. Ella me enseñó a decir el Shemá”.
- Recuerda cómo esto la hacía sentir feliz, segura y protegida. No era plenamente consciente del peligro real en el que estaban, y su madre logró darle una infancia feliz a pesar de las circunstancias aterradoras.
Fruma y su madre permanecieron en la casa del doctor durante ocho meses, hasta que terminó la guerra.
- Cuando regresaron a su antigua casa, se desilusionaron al ver las paredes rotas, sus pertenencias robadas y otros objetos esparcidos por toda la casa.
La senora Gross nunca le habló de sus propios recuerdos de la guerra y comenzó a reconstruir su vida de inmediato.
- También encontró formas de ayudar a la comunidad a reconstruir. Por ejemplo, organizaba en su casa bodas de sobrevivientes.
- Una vez organizó tres ceremonias de boda en un solo día.
- Se agachó junto a su hija de cinco años y señaló a un grupo de tres hombres.
Su madre le dijo a Fruma:
- “Querida, ¿cuál de esos hombres quieres como padre?”
Fruma señaló a uno de ellos, y él eventualmente se convirtió en su padrastro. Su nombre era Zevulún Iehudá Reiss.
Fruma sonrió al recordarlo. “Me agradaba. Era amable conmigo y me daba caramelos.”
Yehudá, de hecho, era un hombre amable y adoptó a Fruma como su hija.
- Yehudá había perdido a su esposa y a ocho hijos en la guerra.
- a nueva pareja no hablaba mucho sobre sus experiencias; en cambio, siguieron adelante y reconstruyeron su vida juntos.
- Tuvieron cuatro hijos y se mudaron a Israel cuando Fruma tenía diez años.
“Obtener los papeles fue complicado.
- “Mi madre tenía un amigo de la infancia que luego se convirtió en oficial en la ciudad. Ella llegó fuera de su oficina y pidió verlo. No la dejaron entrar hasta que dio su nombre. Él pudo conseguirles los documentos”.
Se mudaron a Tel Aviv, y luego, a Netania. Fruma se casó con Naftali Brisk cuando tenía sólo 16 años.
- Naftali era ocho años mayor que ella. “Me gustaba. Era amable, y me cuidaba bien”.
Juntos criaron a seis hijos en Israel, y Fruma soportó largos períodos en los que su esposo sirvió en varias de las guerras de Israel.
- “Luchó en la Guerra de Iom Kipur y en la Guerra de los Seis Días, y yo estaba sola con los niños. Era aterrador estar sola. Pero seguía pensando: ‘Dios está conmigo.’” Se mantenía positiva tarareando siempre una melodía.
Más tarde, Fruma y su esposo tuvieron que dejar Israel por razones médicas y vivieron en Brooklyn.
- Fruma ha pasado por muchas luchas en su vida, pero su secreto para la resiliencia es simplemente la fe.
Siempre que la vida presenta un desafío, ella dice: “Esto es lo que Hashem quiere.”
Cuando le preguntaron si vivir en Israel le fue difícil, respondió:
- “No, realmente. Bueno, tal vez un poco,” siempre enfocándose en lo positivo.
Por eso ella quiere que el mundo recuerde: “Aunque estés solo, nunca estás solo. Dios está contigo”.
Aish Latino




No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.