Por Isi Leibler
Al declarar la guerra contra el Islam radical en respuesta a los atentados del 11/S, el presidente George W. Bush hizo la declaración que "el islam es una religión de paz".
Su loable intención era hacer una distinción entre radicales islámicos, musulmanes estadounidenses que respetan la ley y estados islámicos "moderados." Pero la realidad es que el impacto del Islam radical se extiende mucho más allá de los jihadistas identificables.
El mantra es cantado sin pensar por los intelectualoides y funcionarios de gobierno bien intencionados que se engañan en creer que tal rechazo categórico de la realidad de alguna manera puede ayudar a aliviar las tensiones sociales.
Pero lamentablemente, insertar tal falsedad en el discurso público en relación con el terrorismo islámico excluye cualquier consideración racional del problema raíz. También faculta a los islamistas radicales y les permite intimidar con mayor eficacia a los musulmanes moderados que aspiran a conseguir un arreglo con Occidente.
Es engañoso describir cualquier religión - Judaísmo, Cristianismo o Islam - como una fuerza de paz. Sin embargo, aplicar dicho término descriptivo alegremente generalizado al Islam que se practica en el siglo XXI es en realidad como decir que los cerdos pueden volar.
La historia proporciona amplia evidencia del duro tratamiento de la Cristiandad a los 'herejes', y su violencia hacia todas las otras religiones (por ejemplo, durante las Cruzadas). Al acusar a los judios del crimen de deicidio, el cristianismo también sentó las bases para el odio más antiguo del mundo, el antisemitismo. Sin embargo, en el siglo XXI, las interpretaciones y objetivos dominantes tanto de la corriente principal del Judaísmo como del Cristianismo son, sin duda, pacíficas. La mayoría de los cristianos realmente buscan un acomodamiento con las otras religiones, y tratan de enmendar el antisemitismo de sus antepasados.
En gran parte, esto no se aplica al Islam. Como todos los libros sagrados, el Corán también está abierto a muchas interpretaciones. Pero es simplemente delirante generalizar que el Islam como hoy se practica es una religión de paz, cuando evidentemente genera terrorismo y cuando muchos de sus practicantes rechazan la legitimidad de otras religiones.
Desde su creación, la adhesión al precepto en el Corán de "matad [infieles] dondequiera que los encontréis, y expulsadlos de donde os hayan expulsado", el Islam a menudo ha conquistado y sometido a los no musulmanes. Muchos de sus defensores están comprometidos en una guerra permanente y global con todos los no creyentes (infieles), mostrando desprecio particular hacia los judios, que se conocen como "los descendientes de monos y cerdos".
CUALQUIER APOSTASÍA, bajo la ley Shari'a del Islam, es una ofensa capital. Bajo la jurisdicción islámica, todas las religiones no-musulmanas son perseguidas y sometidas con frecuencia a violencia extrema. Esto fue confirmado por las recientes masacres de cristianos en Egipto, Indonesia, Irak, Nigeria, Pakistán, Filipinas y Sudán.
Hay admitidamente también variantes moderadas de pensamiento islámico, que requieren que los musulmanes obedecezcan las leyes del país y actuen en forma justa. Pero con excepción de cuando hay una amenaza directa a sus propias sociedades, es raro oír a los imanes en los países musulmanes condenando los excesos islámicos mundiales.
Los lastimosamente pocos elementos abiertamente moderados de los 1,3 mil millones de musulmanes del mundo están principalmente domiciliados en democracias donde el Islam es una minoría tolerada. Pero los "moderados" parecen ser una raza en disminución, y las voces radicales son cada vez más agudas, ya que perciben una falta de voluntad para enfrentarlos por parte de la mayoría de los gobiernos occidentales.
Lamentablemente, la búsqueda de un Islam moderado ha demostrado ser muy difícil de alcanzar. Incluso hoy en día entre las comunidades islámicas occidentales, numerosos imanes siguen promoviendo la violencia y el extremismo. En EEUU, el 15% de los musulmanes de entre 18 y 29 años creen que los atentados suicidas están justificados. Muchos, al igual que sus parientes en el extranjero, siguen creyendo que el 11/S fue una conspiración sionista de la CIA, y admiran a Osama bin Laden y Al Qaeda.
Es escalofriante observar a la descendencia de los inmigrantes musulmanes y conversos - incluidos los que gozan de una educación occidental - transformarse en terroristas suicidas y asesinos. La mayoría de estos terroristas, incluyendo a los autores del 11/S, eran ciudadanos de la "moderada" Arabia Saudita, o estaban infectados por las ramas educativas sauditas wahabistas exportadas a las mezquitas occidentales.
Es un hecho que, sin excepción, toda sociedad occidental que ha aceptado un gran número de inmigrantes musulmanes ha sido obligada a proteger a los críticos de esta religión de ser asesinados.
ESTAS VERDADES están siendo suprimidas por los líderes de gobierno cobardemente por error creyendo que el silencio les concederá inmunidad de ser tomados como blanco. Ellos son apoyados por las élites políticamente correctas y los liberales de izquierda, que se han engañado haciéndoles creer que estan combatiendo la 'islamofobia', 'el racismo' y 'mccarthysmo' al negar los hechos.
En este clima de negación, los voceros del gobierno restan importancia a los incidentes de terrorismo islámico nacionales e internacionales. Incluso después del recientw ataque terrorista en Egipto, que mató a 21 e hirió a más de 100 en una iglesia copta, la respuesta instintiva de la Casa Blanca fue emitir un comunicado refiriéndose a el como un incidente involucrando a víctimas cristianas y musulmanas, desviando la atención del hecho que se trataba de un ejemplo más de la violencia islámica contra los cristianos.
Esta actitud se desborda incluso para tomar medidas de seguridad apropiadas.
Considerando que es indiscutible que la inmensa mayoría de los terroristas son musulmanes radicales, hay una falta de voluntad en los aeropuertos para aplicar "perfilamientos raciales" por una preocupación verdaderamente absurda que esto sería discriminatorio o molestaría las sensibilidades musulmanas. Como consecuencia de ello, los terroristas tienen muchas más oportunidades de evadir la detección y a diferencia de los efectivos procedimientos de seguridad israelíes, enormes recursos son innecesariamente dirigidos a los grupos de bajo riesgo.
El diálogo interreligioso es también frecuentemente pervertido. Con demasiada frecuencia, muchos de los grupos musulmanes - en especial los que trabajan con grupos judíos - todavía están asociados con o toleran el extremismo. Compartir una plataforma con dichos organismos les da respetabilidad, lo que les permite marginar aún más a los pocos auténticos musulmanes moderados que no fueron ya intimidados.
NO ES de extrañar que en el actual clima de violencia creciente, haya ira creciente contra los musulmanes en muchas comunidades occidentales. Además de estar indignados por la variedad autóctona de terrorismo islámico enfrentandolos, los ciudadanos democráticos también se oponen al hecho de que mientras que la blasfemia y las maldiciones contra el judaísmo o el cristianismo son toleradas, la crítica del profeta Mahoma o el comportamiento islámico resulta siempre en amenazas de muerte.
Pero a pesar de las denuncias de la escalada de islamofobia, las mezquitas y cementerios musulmanes no son profanados como los de los judios, y los musulmanes en los países occidentales enfrentan violencia infinitamente menor que sus contrapartes judías. Por ejemplo, en el estado de Nueva York en 2009, hubo 251 crímenes de odio dirigidos contra los judios, pero sólo 11 en contra de los musulmanes.
Es significativo que a pesar de la escalada de la violencia extremista musulmana en Europa, la canciller Angela Merkel de Alemania sea la única líder europea que concede explícitamente que el multiculturalismo ha fracasado, y que nuevas políticas se deben adoptar para hacer frente a las minorías que se niegan a integrarse, y cuya perspectiva religiosa basica es incompatibles con la democracia occidental.
Los líderes democráticos occidentales deben entrar en razón y reconocer que el apaciguamiento en curso o el "compromiso" con las fuerzas islámicas radicales plantea una verdadera amenaza para el futuro de la civilización occidental.
Esto también debe ser tenido en cuenta en el contexto de la crisis cada vez más popular en erupción contra los gobiernos autocráticos del Medio Oriente, ahora enfocada en Egipto. Reemplazar a líderes de regímenes corruptos y despóticos con fanáticos fundamentalistas islámicos como los que dirigen Irán ciertamente no va a mejorar la calidad de cualquiera para el los largamente sufrientes ciudadanos.
Fuente: The Jerusalem Post- Este artículo fue traducido especialmente para el blog de OSA Filial Córdoba
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