Por MICHAEL FREUND
Mientras Egipto es engullido por la agitación, la atención del mundo inevitablemente se volvió hacia el Medio Oriente. Las escenas en la televisión de decenas de miles de egipcios pidiendo el derrocamiento del presidente Hosni Mubarak, se han emitido en todo el mundo, lo que desató una serie de emociones y temores. Por un lado, están quienes encuentran algo de agitación con respecto a las grandes y en su mayoría pacíficas manifestaciones llenando el centro de El Cairo.
Durante décadas, el mundo árabe se ha resistido a la democracia que se extendió por toda Europa Oriental, América Latina y la ex Unión Soviética, derribando a una serie de regímenes totalitarios y dictatoriales.
Ahora, por fin, parece que los vientos de cambio han comenzado finalmente a desmantelar el viejo orden en Egipto, el país árabe más poblado e importante.
Pero hay otro sentimiento crudo que estas escenas también despiertan: ansiedad profunda. Después de todo, el posible ascenso de fuerzas radicales hostiles a Israel y Occidente es un peligro real y presente. Tal evolución alteraría el equilibrio estratégico en la región.
Egipto tiene uno de los mayores ejércitos de toda África y Medio Oriente, y comanda el Canal de Suez, una de las más transitadas vías en el mundo. El canal - el camino más rápido al mar que conecta Europa y Asia - sirve a un 8% de todo el comercio marítimo mundial, incluyendo aproximadamente 1,8 millones de barriles diarios de petróleo.
No menos importante es el hecho que desde que El Cairo firmó un tratado de paz con Israel hace tres décadas, Egipto ha sido el eje de la política estadounidense en el mundo árabe. Con razón o sin ella, Mubarak fue visto por Washington y Jerusalem como un baluarte contra las fuerzas del extremismo.
En caso que el extremismo vaya a tener éxito en el desbordante Egipto, infundiría el fundamentalismo islámico radical con renovado vigor.
Las protestas en las calles de pareceres afines ya han comenzado a extenderse a aparentes aliados americanos como Jordania y Yemen, lo que plantea interrogantes sobre la viabilidad a largo plazo de esos regímenes. Así que no es descabellado sugerir que un "efecto dominó democrático" puede estar a punto de reordenar la realidad política en la región.
Pero el problema, por supuesto, es mucho más complejo que simplemente alentar a los movimientos para aumentar la libertad en el mundo árabe. Lo que los egipcios y otros elijan hacer con su nueva libertad- es lo que podría volverse atemorizante.
ES BUENA, y tal vez incluso noble, la esperanza de unas elecciones libres en toda la región, pero es peligrosamente ingenuo pensar que son una panacea. Qué pasa si los egipcios van por el camino de sus vecinos palestinos en Gaza que votaron a Hamas al poder? El martes, el ministro de Asuntos Exteriores iraní, predijo exactamente eso, diciendo que es "seguro" que el levantamiento en Egipto ayudará a crear "un Medio Oriente islámico."
Y si el nuevo liderazgo de Egipto da marcha atras sobre la paz con el estado judío, revirtiendo décadas de normalización, aunque parcial e intermitente? Una mirada de lo que puede estar en preparativos se puede encontrar en declaraciones hechas el lunes por Muhammad Ghannem, un alto funcionario de la Hermandad Musulmana egipcia, quien dijo abiertamente que "el pueblo debe estar preparado para la guerra contra Israel."
No hace falta decir que no hay mucho que se pueda hacer para alterar el curso de los acontecimientos. Pero hay una lección importante para aprender aquí con respecto a los límites de la paz con nuestros vecinos.
Durante décadas, nuestras políticas de hacer la paz se han basado en la noción errónea que uno puede llegar a acuerdos duraderos con los déspotas. Pero ahora, cuando tambalea el régimen de Mubarak, se está volviendo rápidamente claro cuán miopes pueden haber sido estas políticas.
Israel ha entregado territorio a regímenes corruptos y decrépitos egipcios, jordanos y palestinos que carecen de legitimidad básica. Hemos negociado activos tangibles a cambio de "paz" con los dirigentes de estas entidades, ignorando el simple hecho que ellos no representan la voluntad de su propio pueblo.
"Parece que los israelíes tienen miedo de lo que pueda suceder en Egipto", dijo un diplomático alemán a Haaretz esta semana. "Hay una preocupación genuina por la suerte del acuerdo de paz."
La razón de esta "auténtica preocupación" es simple: cuando un tirano es depuesto, la gente tiende a arrojar todo lo demás junto con él. Fue simplemente tonto apostar nuestro futuro en la longevidad de los gobiernos autoritarios.
En consecuencia, pronto podremos encontrarnos rodeados por regímenes extremistas recientemente envalentonados que sin vacilar romperán los acuerdos alcanzados por sus predecesores.
Esto debería servir como una advertencia contundente a todos aquellos que aún suspiran por un tratado con gente como el líder sirio Bashar Assad o el presidente palestino Mahmoud Abbas. Porque estos líderes pueden estar hoy aquí y mañana no. A diferencia de las democracias, su palabra sólo es buena siempre que se mantengan en el poder.
Como Ronald Reagan dijo en la Cámara de los Comunes británica en junio de 1982: "Los regímenes plantados por bayonetas no echan raíces."
Tampoco, el podría haber agregado, lo hacen los acuerdos alcanzados con dictadores.
Fuente: The Jerusalem Post- Este artículo fue traducido especialmente para el blog de OSA Filial Córdoba
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