
La votacion de la Asamblea General que creo Israel fue la culminacion de decadas de duro trabajo en el terreno.
1/6/11
Por Fouad Ajami
Habia sido bastante dificultoso el preludio de la votacion el 29 de noviembre de 1947 sobre la cuestion de la particion de Palestina. La propia Naciones Unidas tenía sólo dos años de edad y sólo 56 estados miembros, la Guerra Fría estaba cobrando fuerza y nadie estaba muy seguro de cómo votarían las dos potencias por excelencia, los Estados Unidos y la Unión Soviética. Los estados árabes y musulmanes se opusieron rotundamente por supuesto, porque la partición era una orden para un estado judío.
Al final, estalló la votación para la partición, los EEUU respaldaron la resolución y dos días después la Unión Soviética siguió el ejemplo. Fue logrado por un pelo: 10 estados se habian abstenido, 13 habian votado en contra, 33 estuvieron a favor, sólo dos estados por sobre la requerida mayoría de dos tercios.
Ahora, seis décadas más tarde, los palestinos están pidiendo una votación en el próximo período de sesiones de la Asamblea General, en septiembre, para ratificar una declaración unilateral de un estado palestino. En parte, esto es una apropiación de la narrativa del Sionismo por parte de los palestinos. La votación en 1947 fue vista como el derecho básico de Israel a la independencia y la condición de estado. Los palestinos y las potencias árabes habíab rechazado la partición y eligieron el camino de la guerra. Su elección probó ser calamitosa.
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Para el momento las armas habían callado, el Yishuv, la comunidad judía en Palestina, había retenido su base contra los ejércitos combinados de Egipto, Jordania, Siria e Irak. Sus fuerzas estaban en las orillas del Mar Rojo en el sur, y al pie de los Altos del Golán en el norte. La sociedad palestina había colapsado bajo la presión de la guerra. Las élites se habían abierto paso a las tierras vecinas. Las comunidades rurales habían quedado atomizadas y sin dirigencia. Las ciudades habían luchado y caído, por sí solas.
Palestina se había convertido en una gran vergüenza árabe. Pocos árabes estaban dispuestos a contar la historia con sinceridad, para enfrentar su duro veredicto. De ahora en adelante los palestinos vivirían en una vaga idea de restauración y retorno. Ningún líder tuvo el valor de decirle a los refugiados que habían salido de Acre y Jaffa y Haifa que ellos no podían recuperar las casas y huertos de su imaginación.
Algunos habían llevado las llaves de sus casas con ellos a Siria y Líbano y al otro lado del río a Jordania. Ellos no tenían más probabilidades de encontrar satisfacción política que los judíos que habían sido expulsados de Bagdad y Beirut y El Cairo y Casablanca y Fez, pero la idea del retorno, consagrada dentro de un "derecho al retorno", persistiría. (Wadi Abu Jamil, el barrio judío de Beirut de mi infancia, ahora es un bastión de Hezbollah, y ninguna narrativa exalta o recuerda esa vieja presencia.)
La historia no se había detenido aún. El mundo fue rehecho. En 1947-48, cuando los sionistas se aseguraron su condición de estado, los imperios estaban deshaciendose, las fronteras eran fluidas, el sistema internacional de estados como lo conocemos era bastante nuevo. India y Pakistán se habían convertido en estados independientes y hostiles a partir de la partición del subcontinente en 1947, e Israel se había asegurado su lugar en el orden de las naciones un año más tarde. Muchos de los estados árabes estaban aún en su infancia.
Pero el mundo es un lugar muy diferente hoy en día. Los pronósticos podrían favorecer a los palestinos en la Asamblea General, pero cualquier victoria sería hueca.
Los palestinos han malinterpretado lo que sucedió en la Asamblea General en 1947. Es cierto que la causa de la condición del estado judío había sido cumplida por el voto sobre la partición, pero el proyecto sionista había ya prevalecido sobre el terreno. El estado judío era un hecho consumado tal vez una década antes de esa votación. Todos los ingredientes habían sido garantizados por el Sionismo Laborista. Había una formación militar lo suficientemente poderosa como para derrotar a los ejércitos árabes, había instituciones políticas en vigencia, y había líderes dotados, David Ben-Gurión preeminente entre ellos, quienes sabían lo que se puede tener en el mundo de las naciones.
La votación en la Asamblea General fue de gran ayuda, pero no fue el factor decisivo en la fundación del estado judío. El trabajo duro había sido hecho en las tres décadas entre la Declaración de Balfour de 1917 y la votación sobre la partición. El realismo había guiado el proyecto sionista. Nosotros tendremos un estado incluso si es del tamaño de un mantel, dijo Chaim Weizmann, uno de los padres fundadores de la empresa sionista.
Lamentablemente, el movimiento nacional palestino ha conocido un tipo diferente de liderazgo, único en su mezcla de maximalismo y sentido de derechos, en su negativa a aceptar lo que puede y no puede ser tenido en el mundo de las naciones. El liderazgo es a menudo acerca de la suerte, el tipo de individuos a los que la historia de un pueblo da a luz. Fue la desgracia distintiva de los palestinos que cuando realmente importaba, y durante casi cuatro décadas, fueron liderados por un malabarista, Yasser Arafat, un hombre destinado a perder las posibilidades de su pueblo.
Arafat no fue ni un Ben-Gurion, llevando a su pueblo a la condición de estado, ni un Anwar Sadat aceptando la lógica de la paz y el compromiso. Él había sido un enemigo de Israel, pero Israel había llegado a un acuerdo con él en 1993, hizo lugar para el y para un régimen de su elección en Gaza. El había peleado contra los Estados Unidos, pero la diplomacia americana había caído bajo su hechizo, y los años de la presidencia de Clinton estuvieron dedicados a la ilusión que el hombre pudiera reunir el valor para aceptar una paz práctica.
Pero Arafat no haría nada por el estilo. Hasta su muerte en el 2004, el se abstuvo de decirle a los palestinos las verdades duras que necesitaban oír sobre la urgencia de la practicidad y el compromiso. En su lugar, el sostuvo la ilusión que los palestinos pueden tenerlo todo, desde el río Jordán hasta el Mediterráneo. Sus electores reales estaban en los campamentos de refugiados en Líbano y Siria y Jordania, y entre los palestinos en Kuwait. Entonces el vendió el sueño que el veredicto de la historia podía ser revocado, que el "derecho al retorno" era de ellos.
Hubo esperanzas que el legado de Arafat se iría con él a la tumba. El nuevo líder de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, había sido un lugarteniente de Arafat, pero hubo indicios de una ruptura con el legado de Arafat. La alianza entre Al Fatah y Hamas por la que ha optado el Sr. Abbas puso estas esperanzas a descansar. Y la ilusión que la ONU puede romper el estancamiento en la Tierra Santa es Arafat reciclado. Fue Arafat, quien se presentó en la Asamblea General en 1974 con una funda de arma en la cadera, y que proclamó que había venido cargando el arma de un luchador por la libertad y una rama de olivo, y que correspondía a la ONU no permitir que la rama de olivo cayera de su mano.
Para los palestinos no puede haber escapatoria a las negociaciones con Israel. Los otros árabes no redimirán los derechos palestinos. Ellos tienen sus propias cargas que llevar. En esta Primavera Arabe, esta temporada de levantamientos populares, poco se ha dicho en Túnez y El Cairo y Damasco y Sanaa sobre Palestina.
La Asamblea General puede, en septiembre, votar para ratificar una declaración unilateral de un estado palestino. Pero un Estado palestino verdadero requiere convencer a una mayoría israelí decisiva que la condición de estado es un precursor para la normalidad en esa tierra disputada, para arabes y judíos por igual.
El Sr. Ajami es profesor de la Escuela Johns Hopkins de Estudios Internacionales Avanzados e investigador asociado en la Institución Hoover. El es co-presidente del Grupo de Trabajo de Hoover sobre Islamismo y el orden internacional.
Fuente: The Wall Street Journal- Traducido por Marcela Lubczanski especialmente para el blog de OSA Filial Córdoba.
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