viernes, 9 de noviembre de 2012
Parasha Jaié Sará
5 Hs. - Motzaei Shabat 10/Nov/12 20:13 Hs.
Parasha Jaié Sará
BS"D
TODOS LOS DÍAS DE SARÁ
FUERON BUENOS
“Y fue la vida de Sará, de ciento veintisiete años. Éstos fueron los años de Sará” (Bereshit XXIII 1). Así comienza nuestra Perasha. Rash’i comenta que la expresión “los años de la vida de Sará” nos indican que todos fueron igualmente buenos”.
Resulta difícil entender esto último, ya que sabemos que la mayor parte de la vida de Sará fue azarosa. Vivió casi siempre estéril; sólo a los noventa años se embarazó y tuvo un hijo. Tuvo que soportar hambre, exilios y penurias. Fue secuestrada por el faraón, y otras cosas más. ¿Cómo es posible decir que “todos sus años fueron igualmente buenos”?
Rabí Zusia M’Anipoli responde que Sará, por cada acontecimiento, repetia las palabras: “Todo es para bien”. Si realmente le iba bien, lo decía para agradecer a HaShem. Y si no le iba bien, pronunciaba estas palabras para confirmar lo que dijeron nuestros Jajamím (Sabios Judíos). Que “así como hay que bendecir a HaShem en las buenas, también hay que bendecir a HaShem en las malas”.
En realidad, Sará no sabía lo que era “no irle bien”, porque todo lo que sucedía lo atribuía a HaShem. “Y si HaShem lo decide, seguramente es para bien”, decía.
Por eso dice Rash’i que los años de Sará fueron “todos igualmente buenos”: Porque no le importaba si lo que le pasaba le gustaba o no; si lo que le tocó le provocó un beneficio o lo contrario. Ella siempre miraba las cosas de buena manera, porque sabía que de HaShem no viene nada que no sea bueno. Y todo lo recibía con amor y alegría…
(Otzar Jaim – Jaié Sará)
¿QUÉ ES LO MÁS IMPORTANTE
PARA UN IEHUDÍ COMO ABRAHAM ABINU?
Abraham cumplió la misión de enterrar a su esposa Sará. Ahora le corresponde dedicarse a buscarle una esposa a su hijo Itzjak. En la tierra donde vivía no conocía a nadie que sea digna de continuar su estirpe. Abraham sabía que en una tierra lejana vivía una familia emparentada con la suya y, como ya estaba muy anciano, se disponía a enviar a Eliézer, su mayordomo, a traer a la mujer que será su nuera (Ribká). Leemos en el Pasuk que antes de despedirse “Le dijo Abraham a su siervo, el mayor de su casa; el que estaba encargado de todos sus bienes: “Por favor… Júrame por HaShem el D” de los Cielos y de la tierra, que no traerás una mujer para mi hijo, de las hijas de los kenaaneos…” (Bereshit XXIV 3-3).
Regularmente, cuando una persona va a comprar, por ejemplo: muebles para su casa, buscará los de mejor calidad, y se asesorará con lo expertos en la materia; no confiará en nada ni en nadie que no entienda cabalmente sobre el tema, y recién tomará la decisión cuando esté seguro de que tendrá lo mejor que haya podido conseguir. En cambio, hay algunos que cuando tienen que adquirir Objetos Religiosos (Tefilín, Mezuzot) o algún alimento, no preguntan tanto sobre su procedencia. Exclaman: “Seguramente está bien; es Kasher. Y si me engañan, el pecado es del que me lo está vendiendo…”
Abraham Abinu actuaba exactamente al revés de esto último: Eliézer era el “encargado de todos sus bienes”. Sobre él recaía toda la responsabilidad de la administración de sus negocios, y de la calidad y el funcionamiento de sus posesiones.
Pero cuando se trató de buscarle una esposa para su hijo Itzjak (un asunto meramente espiritual), no fue suficiente con la confianza que depositaba en él, sino que lo hizo jurar con el Nombre Sagrado… Abraham no consideraba lo espiritual igual que lo material. Para lo que se relacionaba con el Servicio al Eterno, no alcanzaba con una simple confianza en el intermediario, y quiso comprometerlo aún más, con un juramento muy estricto…
(Hameir – Idem Anterior)
(“HAMAOR”; Tomo 2; Kolel MAOR ABRAHAM-KÉTER TORÁ; Ediciones HAMAOR-MÉXICO;