viernes, 7 de diciembre de 2012
Perasha Vaiesheb
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Perasha Vaiesheb
COMO OBTENER LAS RESPUESTAS ACERCA
DE LAS MITZVOT DE HASHEM
En esta Perashá leemos el episodio en que Iosef es seducido por la esposa de su patrón. Al relatar el momento culminante, la Torá dice que ¡Iosef se negó! (enfáticamente). Y dijo a la mujer: “Como le haré esto a mi patrón… que de nada me privó… y el tanto confía en mí… tu eres su esposa…”, etc. El hecho de que primero se haya negado, y luego le surgieron una tras otra las respuestas tiene su explicación:
Esta escrito que el Iehudi no debe decir:”No me interesa comer cerdo”, sino que debe reconocer: “Si, se me antoja comer cerdo, pero no lo hago porque la Torá me lo prohíbe”. De aquí se entiende que el Iehudi, al principio, debe guiarse de acuerdo a su Irat Shamaim (literalmente: Temor al cielo, aunque más adecuado es traducirlo como: Sentimiento de servir a HaShem incondicionalmente).
Si primero cumple con su obligación para Su Creador porque su Irat Shamaim se lo indica, después encontrará las explicaciones que justifiquen el haber actuado de esa manera.
Lo primero que hizo Iosef fue “¡Y se negó!”. Así; firme y vigorosamente; sin buscar los motivos. Después su mente captó las explicaciones de su accionar. De haber obrado al revés; de haber querido encontrar una razón para negarse, la lógica le hubiese indicado que no hay porque desaprovechar la oportunidad y desoír el llamado del deseo.
Esto confirma lo que está escrito en el Pirké Abot: “Todo el que antepone su Irat Shamaim a su sabiduría, dicha sabiduría persiste”.
Lo que en otras palabras, nos dice que la única sabiduría que confirma su veracidad, es la que se basa en el Irat Shamaim de la persona.
(Sefat Emet-Vaieshev)
EL TESTAMENTO
Aquél hombre había acumulado una inmensa fortuna. Anciano y enfermo veía que se le acababan sus días. Su joven hijo se encontraba muy lejos de así, en Eretz Israel, estudiando Torá; podía irse tranquilo de este mundo, sabiendo que sus bienes pasarían a quien más quiere, y que le ayudarían a conducirse en el camino correcto sin sobresaltos económicos. Pero dentro de él palpitaba una profunda preocupación: Junto a él trabajaba un sirviente inescrupuloso; perverso y ladrón, que sin dudas cuando regrese su querido hijo a heredar lo de su padre, no encontraría absolutamente nada.
Cuando vio que su muerte era inminente, llamo a su sirviente y le pidió que venga acompañado de un escriba. Desde su lecho de moribundo, el hombre empezó a hablar:
Tú – dirigiéndose al sirviente - escucha lo que voy a dictarle al escriba. Serás el encargado de entregarle el testamento a mi hijo…
“¡Si como no!”, pensaba el sirviente. “¡Apenas mueras, me llevaré todo lo que hay aquí, y nadie sabrá de mí…!”
Y tu –le dijo al escriba- pon lo siguiente: “Lego todos los bienes, dinero y propiedades, a mi sirviente. Mi hijo sólo podrá escoger una cosa de todo lo que poseo.”
“¡Oh, oh! ¡Ésta no me lo esperaba!, pensó el sirviente, mientras quería saltar de alegría. “No voy a tener que robarle la fortuna a este viejo, sino que la heredaré legalmente. Le avisare al joven que venga a despedirse de su padre”.
El hijo llegó a la ciudad, pero no pudo ver a su padre vivo, pues ya había fallecido. Sumado a la congoja de haber perdido al único y más importante vínculo familiar que tenía, se sintió desamparado al enterarse que la fortuna que tenía que haber pasado a sus manos, quedó en posesión del sirviente.
Se presentó en lo que era su casa y el sirviente le dijo altaneramente:
Aquí tengo el testamento firmado por puño y letra de tu padre. Todo lo que ves, me pertenece Sólo una cosa puedes escoger. ¿Qué te gustaría? ¿Un jarrón? ¿Un caballo? ¿Una casa, quizás?
El joven se retiró indignado y se dirigió al Beit Din (Tribunal Rabínico)
No entiendo – le decía el joven al Daian (Juez)-, mi padre conocía al sirviente, y sabía que era un embustero. ¡Y sé que a mí me quería como a sus ojos! ¿Cómo puede ser que me dejo sin nada? ¿Qué haré ahora? ¿Cómo podré seguir estudiando en Eretz Israel?
Todo esto es muy extraño –coincidió el Daián- El testamento es auténtico, y el mismo escriba atestiguó que esas fueron las palabras de tu padre…
El Daián se quedó pensando unos instantes y luego agregó:
¡Un momento! Pero… ¿Cómo no se me ocurrió antes? ¿Sabes? Tu padre si te quería mucho, y realmente te hizo un gran favor con este testamento. ¡Oh que sabio fue! ¡Sí, sí!
Bueno… ¿se puede saber de qué se trata? – preguntó intrigado el joven.
Mira: Mañana vamos a citar al sirviente al Beit Din, y allí le pedirás la única cosa que tienes derecho a poseer…
Luego de lo cual le explicó lo que tenía que hacer.
Al día siguiente el sirviente se presentó en el Beit Din, luciendo una amplia sonrisa. Saludo a todos los rabinos, y luego se dirigió al joven.
A ver: Pídeme lo que quieras. Aquí delante de los jueces te prometo que nada te voy a negar. ¡Recuerda que es sólo una cosa, eh!
Lo que le dijo el joven le dejó al sirviente la irónica sonrisa congelada en su rostro, como una ridícula mueca:
¡Lo que quiero es que tú seas mi sirviente…!
Inmediatamente, se escuchó la potente vos del Daian:
¡Dicho y hecho! El hijo tiene el derecho de escogerte a ti como sirviente, pues formas partes de las posesiones de su padre. Ahora él es tu nuevo amo. ¡Y todos los bienes de un sirviente son propiedad su amo! (Así lo establece la Torá).
Qué sucedió después con el sirviente, no se sabe. Es muy probable que el joven lo haya liberado, para que no le pase en el futuro lo que le sucedió al padre…
Podríamos tener una enseñanza de este suceso real:
HaShem (es nuestro padre) nos dejó un testamento que es al Torá.
Hay quienes se apresuran en creer que este testamento pretende molestar o incomodar al Iehudí con tantas Mitzvot. Sin embargo si la analizamos detenidamente, por medio de Nuestros Jajamim, descubriremos que HaShem nos legó la Torá sólo para que vivamos rodeados de méritos, y nos beneficiemos a través de ellos.
(Co Asú Jajamenu 3 188)
HALAJOT JANUCÁ
1) Todos los tipos de aceites y mechas son aptos para encender las luminarias de Janucá, sin embargo el aceite de olivo tiene preferencia sobre todos. Así mismo las mechas elaboradas con algodón tienen prioridad. Inclusive las velas son aptas para cumplir esta Mitzva, empero debido a que el milagro en el Bet Hamikdash se produjo con aceite es preferible cumplir al Mitzvá con éste.
2) Está prohibido hacer uso alguno de las luminarias de Janucá, sea estudiar Torá o cantar dinero a su luz. DE ahí la costumbre de encender una luminaria extra a la que llaman “Shamash” de modo que si utiliza su luz para cualquier fin sea del esplendor del Shamash que se enciende al final.
3) En los ocho días de Janucá se agrega en la Tefilá el párrafo Al Hanisim (empezando desde la primera noche) después del párrafo de Modím, antes de Ve Al Culam. Si por error omitió Al Hanisim, si se acordó dentro de la Beraja antes de haber pronunciado el nombre de Hashem, regresa a Al Hanisim y termina la Amidá en orden. Si ya pronunció el nombre de Hashem sigue con la Amida hasta el final. Sólo que puede arreglar su error agregando el Al Hanisim al final de la Amidá antes del segundo Yiu Le Ratzón, las palabras “Harajman Hu yaase lanu nisim veniflaot keshem sheasita laabotenu baiamim hahem bazeman haze”, etc.
4) Igualmente en el Bircat Hamazon se agrega Al Hanisim después del párrafo Node Leja, antes de decir Al Hacol.
5) Si omitió Al Hanisim en el Bircat Hamazon, si dio cuenta antes de haber pronunciado el nombre de Hashem de la Berajá, regresa a Al Hanisim y sigue el Bircat Hamazon en orden. En caso de haberse acordado después de decir el nombre de Hashem, continúa el Bircat Hamazon sin necesidad de repetir.
6) En este caso, es correcto que, recitando los Harajman repare el error diciendo Al Hanisim.
7) En la Berajá de Meen Shalosh no se menciona la fiesta de Janucá.
8) Se recita Halel completo con sus Berajot durante los ocho días.