viernes, 5 de julio de 2013

La historia de los judíos de Pitigliano

Milim Cultural Nº 166 Judíos de Italia La historia de los judíos de Pitigliano Escuchar este texto Pitigliano fue una, auténtica "ciudad refugio" (arè miqlàt)) para los judíos, desde el siglo XVI donde se desarrollaron extraordinarias condiciones de respeto, tolerancia mutua y coexistencia entre la población de judíos y cristianos. Tanto fue así que comenzó a ser llamada la "pequeña Jerusalén" en el siglo XIX. Los primeros grupos de judíos perseguidos, encontraron protección y refugio en el Condado de Ursinea, donde desarrollaron actividades económicas importantes incluyendo el comercio del pan y el trigo. Después de la mitad del siglo XVI, muchos judíos de Ancona, Florencia, Roma, Siena, escapando de persecuciones papales buscaron refugio en zonas fronterizas como en los Montes San Savino, Lippiano y Pitigliano, continuando esencialmente disfrutando de derechos civiles y de la posibilidad de tener propiedades. En estas zonas alejadas de los centros más grandes, los judíos eran tratados con la benevolencia interesada de los señores feudales por razones relacionadas con el manejo de dinero, allí no se aplicaban las medidas restrictivas de los centros más importantes. La alternativa que les quedaba a los judíos era la segregación forzada en los guetos de Florencia o de Roma. En Pitgiliano, en 1598 fue construida la bella sinagoga gracias a Yehuda Shabbatai, Leone di Sabato, el tejedor. Durante el gobierno de los Medici, desde 1608, también los judíos sufrieron las vejaciones propias del período de la Contrarreforma (en el gueto tenían la obligación de oír sermones que instaban a la conversión) Especialmente un bando que establecía el deber por parte de los judíos de llevar un distintivo desde la edad de doce años en adelante. La orden de que los judíos habitaran solo en el gueto fue impuesta en 1622, pero nunca se establecieron definitivamente sus límites, tanto fue así que el marqués Francesco Malaspina, gobernador de Pitigliano, determinó que era lícito que los judíos pudieran agrandar sus propiedades en el gueto y comprar otras casas o alquilarlas. En otros casos de judíos como en el de Sorano, tenían el permiso de vivir en otros recintos del gueto y sus animales podían pastar y disfrutar. Según el autor anónimo de un manuscrito del Siglo XVIII – perteneciente a la Accademiandegli i Apatisti, probablemente escrito en Florencia por el médico de Pistoia Francesco Caluri, enviado a Pitigliano después de la epidemia de 1759 –los judíos vivían ya desde antes “mezclados con los cristianos” y luego fueron recluidos en el gueto por Cósimo II, allí les “otorgaron buena platería y de todos los útiles necesarios para la observancia de su culto” tenían incluso el derecho de portar armas. Dentro de una comunidad rural con características agrícolas, inmóvil durante siglos, el dinero permitió a los banqueros judíos hacer negocios, dedicarse al comercio del pan, de las especias, drogas, trigo, harina de cebada, castañas y madera, modificando el escenario social y económico. Ya en 1578 el Condado de Pitigliano aceptaba agradecido el importante financiamiento del banquero Laudario di Viterbo para la construcción de la nueva casa comunal. Por un lado la amable acogida, por el otro la idea de utilizar las ventajas derivadas de la presencia de los judíos en el territorio y del notable peso de su comercio. Fue así, que en el curso de veinte años los judíos se triplicaron, pasando de cerca de treinta a otros cientos, con una significativa presencia sefaradí. Pero ya en la mitad del siglo XVII se registró un notable mejoramiento de las condiciones del período sin hablar de que la hegemonía francesa en Italia ayudó en la mejora ulterior de la situación. Luego de algunos problemas provocados por insurrectos anti napoleónicos, los judíos vivieron pacíficamente y en concordia con sus vecinos católicos, no hubo conflictos hasta la Segunda Guerra Mundial. A mediados del Siglo XIX los judíos eran cuatrocientos en una población de cuatro mil habitantes. Numerosos judíos lucharon por la unidad italiana, como la familia Todros en Torino, como Angelo Usiglio, rabino de Livorno, amigo de Mazzini, y Sarina Nathan con su hija Jeannette Rosselli. En el momento de establecerse las Leyes Raciales (1938) los judíos, eran menos de 100, casi sesenta, y después de la guerra quedaron cuarenta. Durante la Segunda Guerra Mundial los judíos del país se dispersaron en la campaña, donde a pesar de las razias nazis pudieron contar con una vasta red de solidaridad, especialmente por el sostén y ayuda que les dieron los habitantes de Pittigliano. Y todo pese a las dificultades que atravesaban, en medio de la carencia y la miseria más absolutas. En el 2002, el Estado de Israel les confirió el altísimo honor de “Justo entre las Naciones” a Fortunato Sonno, a Luciano, Vincenzo e Adele Dainelli, a Stefano, Adele e Sem Perugini, ad Agostino e Annunziata Nucciarelli, a Doménico e Letizia Signorelli, a Martino e Maria Bisogni. El autor de este artículo les dedica a los 8.566 judíos italianos deportados a los campos de exterminio, de los cuales fueron asesinados 7.557 su amor y su pensamiento respetuoso.