viernes, 10 de enero de 2014

El Líbano sucumbe a la guerra civil regional

fUENTE: The Weekly Standard- Traducido por El Med.io 8/1/14 por Lee Smith El día dos de enero hizo explosión un coche bomba en la periferia del sur de Beirut, un bastión de Hezbolá. Hasta el momento de escribir este artículo se cuentan cuatro muertos y más de cincuenta heridos. Corre el rumor de que el atentado puede haber sido obra de las Brigadas de Abdalá Azam, un grupo yihadista suní vinculado a Al Qaeda, y parece ser que ésta ha sido la última de una serie de acciones que indican que el conflicto regional, del que Siria es el centro candente, está extendiéndose aún más, y abarca ya a todo el Levante, desde Bagdad hasta Beirut. Sólo en la capital libanesa, en el plazo de una semana fue asesinado un exministro suní, Arabia Saudí compró una participación por valor de 3.000 millones de dólares en un Ejército nacional fuertemente infiltrado por Hezbolá, y, por último, el Partido de Dios fue atacado en su terreno. Con Irán y Arabia Saudí compitiendo por una posición, e intercambiándose mensajes y derramamiento de sangre por toda la región, la Administración Obama, al parecer, ha adoptado una política de neutralidad (“no tomaremos partido en una guerra religiosa entre chiíes y suníes”, dijo Obama). La realidad es algo diferente, ya que lo que parece es que Estados Unidos se alinea con Irán y sus aliados. Esto podría suponer un problema para la Casa Blanca que no podría solucionarse con ataques de drones contra figuras de Al Qaeda. El atentado se produjo pocos días después de la detención del ciudadano saudí Mayid ben Mohamed al Mayid, emir de las Brigadas de Abadlá Azam, que han reivindicado una serie de operaciones en Beirut, entre las que destaca el atentado contra la embajada iraní. Hasán Nasrala afirma que Mayid está vinculado a la inteligencia saudí, la cual, según el líder de Hezbolá, estuvo tras el ataque contra la embajada. El enviado de Riad en el Líbano rechaza esas afirmaciones, y señala que Mayid, a quien Estados Unidos incluyó en 2012 en la lista de terroristas extranjeros especialmente señalados, es uno de los fugitivos más buscados de Arabia Saudí. Con todo, es cierto que Arabia Saudí tiene antecedentes enviando al extranjero a sus revoltosos cuando la violencia de éstos puede, casualmente, servir a los intereses saudíes. Está por ver si el caso de Mayid sigue ese patrón. Hasta la fecha, los intentos de Riad por contrarrestar a Irán en el Líbano han sido públicos y legítimos, si bien, desde algún punto de vista, pueden considerarse provocadores. De forma más destacada, hace dos semanas los saudíes se comprometieron a entregar 3.000 millones de dólares como ayuda a las Fuerzas Armadas Libanesas (FAL), una institución supuestamente nacional en la que Hezbolá se ha infiltrado ampliamente, y que se ha empleado contra la comunidad suní del país. Por ejemplo, una acción conjunta de las FAL y de Hezbolá contra un dirigente salafista y sus seguidores en junio demostró que el Ejército ha tomado partido contra los suníes, lo que ha hecho que esa comunidad se vuelva vulnerable a la facción armada cuyas armas no se emplearon para combatir contra Israel, sino para matar a suníes en el Líbano y en Siria. A fin de cuentas, Hezbolá ha atacado con regularidad a la comunidad suní, de forma destacada en mayo de 2008, cuando decenas de sus miembros resultaron muertos tras un asalto del Partido de Dios a vecindarios suníes de Beirut; además, está acusado de asesinar a dirigentes suníes, como el exprimer ministro Rafik Hariri. También se sospecha que Hezbolá asesinó en Beirut con un coche bomba al exministro de Hacienda, Mohamed Chatah, el pasado día 31 de diciembre, cerca de donde mataron a su antiguo jefe, Rafik Hariri, en marzo de 2005. Se especula ampliamente sobre por qué fueron asesinados Chatah y otras seis personas, incluido un muchacho de 16 años. Puede que sus asesinos consideraran que este opositor a Hezbolá era un primer ministro potencial. Puede que fuera un mensaje dirigido a cualquiera que pensara en testificar en los próximos juicios del Tribunal Especial para el Líbano a miembros de Hezbolá sospechosos del asesinato de Hariri. O puede que Chatah, cuya carta abierta al presidente Hasán Ruhaní respecto a Hezbolá fue publicada poco después de su muerte, fuera demasiado lejos en su crítica a los hombres fuertes que mandan en el Líbano. Probablemente, la intención sea mucho más fácil de adivinar: Hezbolá, Irán y Asad simplemente están demostrando quién manda. Pueden matar con impunidad a quien se les antoje porque no hay nadie que los detenga. Matan porque pueden. Sus opositores pueden elegir: o se muestran de acuerdo con ellos o sufren una muerte violenta, porque están en el bando perdedor y nadie va a venir a ayudarles; ciertamente, la Casa Blanca no lo hará. En su declaración tras el asesinato, John Kerry elogió a Chatah, denominándolo una “voz de la razón, de la responsabilidad y de la moderación”. En realidad, casi todos los elogios dirigidos a él lo describen como moderado, un término carente de significado en el contexto del conflicto regional. Por lo visto, un moderado suní es, simplemente, alguien que no va a empuñar un arma. Es un moderado si no la toma en defensa propia incluso después de que sus amigos, familiares, colegas, líderes comunitarios y clérigos hayan sido asesinados, sus barrios, asediados, y sus instituciones nacionales, socavadas por los representantes de otra secta, los chiíes, que actúan por cuenta de una potencia extranjera, Irán. Y si contraataca, entonces es un extremista suní; es Al Qaeda. Y como Al Qaeda, o el extremismo suní, supone la mayor amenaza para los intereses norteamericanos, la Casa Blanca, en la práctica o en la realidad, se ha unido en el Levante a aliados y efectivos iraníes para combatir a los suníes. Si Bashar al Asad, Hasán Nasrala y el comandante de la Fuerza Quds, Qasem Soleimani, han ganado en Siria, como dijo al Wall Street Journal un diplomático estadounidense, es porque la Casa Blanca no sólo no ha logrado hacerlos retroceder, sino que ha menoscabado los esfuerzos de sus aliados regionales e internacionales. Puede que Obama, simplemente, no quisiera irritar a los iraníes atacando a su principal aliado árabe, pero el efecto es el mismo que si se hubiera puesto de parte del bando de los iraníes y de sus socios: la oposición moderada ha sido aniquilada, por extremistas suníes o por los radicales que combaten del lado de Asad. No sería ninguna sorpresa que, en el futuro próximo, Washington se uniera al presidente sirio para combatir a los radicales suníes, igual que ha estado haciendo al enviar armas a otro aliado iraní que lucha contra Al Qaeda, el primer ministro iraquí Nuri al Maliki. La Administración sigue apoyando a las Fuerzas Armadas Libanesas, pese a que seguro que es consciente de que están bajo el control de Hezbolá. De hecho, que la ayuda saudí de 3.000 millones de dólares vaya a emplearse en adquirir armas y equipamiento franceses supone una reprimenda a una Casa Blanca de la que desconfían los saudíes, y con razón: la Administración Obama está respaldando a Irán y a sus aliados en todas partes, sin que importe si están combatiendo a Al Qaeda o matando a suníes como Mohamed Chatah. Washington dice que no quiere tomar partido en esta guerra sectaria, pero eso no es lo que parece en Oriente Medio. El activista político sirio Amar Abdulhamid escribe: Los suníes empiezan a ver una pauta. Pese a toda su pretensión de no involucrarse, la política de la Administración Obama la sitúa de lleno en el lado iraní en un conflicto de identidad en curso que está creando tensión en la región rápidamente. Es inevitable que se produzca una reacción, y seguro que será violenta y sangrienta. Obama puede creer que está sacando a Estados Unidos de Oriente Medio, pero, al ponerse de parte de Irán, ha metido a Norteamérica en medio de una guerra civil