JAI - El periodista Diego Melamed, quien hiciera en nuestra radio el programa de humor Tiembla el Moil, escribió en 1999 el libro “Los Judios y el Menemismo” donde ya se mencionaba el posible paralelismo con Munich '72 y una profunda entrevista con el entonces embajador israelí en Argentina. |
“Distintas interpretaciones señalan que el rápido viraje de Menem de Siria a Israel —suspensión del proyecto Cóndor II y del convenio de agua pesada con Siria, la visita a Jerusalem y el envío de naves al Golfo— tuvo sus consecuencias.
El 17 de marzo de 1992 explotó la embajada israelí en Buenos Aires. La investigación del atentado a la sede diplomática ocupa gran parte de la década menemista y obviamente más tiempo que la causa AMIA, pero la falta de resultados le genera al gobierno un costo político menor: no hay sobre este tema un reclamo público tan enérgico ni constante.
El embajador Itzjak Avirán ha brindado una imagen que por momentos era de dura denuncia y reclamo ligada a los avatares de la causa. Pero la existencia de picos en esa voz revela también ciertos valles de silencio que parecieran necesarios para la firma de los acuerdos comerciales, que han sido los más intensos en la historia de las relaciones bilaterales.
En 1996 el embajador israelí fue uno de los invitados que vivaron al presidente luego de compartir el asado y la torta de cumpleaños en Anillaco. En 1992 el presidente de la Organización Sionista Mundial dijo en nuestro país que valoraba al presidente Menem “porque tuvo una postura
clara y firme frente a los terroristas que atentaron contra la embajada de Israel”, para luego comentar que el presidente argentino había votado para la anulación en la ONU de la resolución que igualaba sionismo y racismo.
Sobre los atentados, Simja Dinitz se mostró confiado en que “la investigación llegará hasta las últimas consecuencias”.
El periodista israelí Tzadok Iejezkeli, en el diario Yediot Ajronot, señalaba que Israel no protestó fehacientemente contra el trato no serio que se dio a la investigación de la explosión en la embajada.
Recordemos que lo primero que dijo Menem luego del atentado a la embajada señalaba a los “sectores fundamentalistas que fueron derrotados en el país” y, ante la pregunta de los periodistas, admitió que se refería a
los “carapintadas”. Luego, el eje de las críticas se desplazaría hacia Irán.
El embajador israelí deseaba que la Argentina degradara sus relaciones diplomáticas con Irán, lo que lentamente y a fuerza de presiones fue consiguiendo, aunque no logró romper un vínculo abonado en el interés económico por preservar un mercado consumidor de carne argentina muy importante.
Luego del atentado a la embajada en 1992 el profesor Hami Avni —uno de los más prestigiosos investigadores sobre judíos argentinos— comentó al ser entrevistado por la televisión israelí que tras ciertos temores, la política exterior de Menem sedujo incluso a los judíos que no simpatizaban con el peronismo.
Entre los argentinos que viven en Israel, más
repercusión aún tuvieron las palabras del propio Menem cuando declaró al diario Maariv: “Las relaciones entre ambos países se estrecharán aun más que en el
pasado, ya que tenemos 200 heridos y muchos muertos”.
Aclaró Menem que eso mismo se le había dicho al presidente israelí y remató:
“Hemos labrado una alianza de sangre entre nosotros.”
El mismo día del atentado el canciller israelí David Levy declaraba desde Israel: “Tenemos una cuenta abierta con los asesinos, y estén seguros de que la habremos de cerrar”.
Esa lucha contra el terrorismo sale, a veces, a la luz de la opinión pública. En noviembre de 1993, por ejemplo, el general retirado Aharon Yariv confesó en una entrevista para la televisión israelí que el servicio de inteligencia vengó la matanza de Munich ’72 mediante una operación de
eliminación de los jefes de aquel “septiembre negro”.
¿Otras maneras de hacer justicia? Cabe destacar que el Estado israelí no se ha presentado como querellante en la causa judicial.
El 19 de marzo, cerca de 100.000 personas marcharon por la avenida 9 de Julio desde Corrientes hasta Arroyo, en repudio al atentado. El embajador Itzjak Shefi anunciaba que “aún sigue la búsqueda, una búsqueda que tiene un sentido... el hombre sigue buscando al hombre”.
El presidente de la DAIA, Rubén Beraja, arrancaba los primeros aplausos al decir que “los argentinos estamos diciendo en forma concluyente que cada uno de los masacrados es uno de los nuestros, cualquiera sea su credo o nacionalidad”.
El presidente Menem cerraba diciendo “a los israelitas y descendientes de israelitas que viven en esta bendita tierra, que investigaremos hasta las
últimas consecuencias...”
En el primero de los dos actos realizados por el primer aniversario del atentado a la embajada hubo un discurso que hizo vibrar a los concurrentes. El domingo 14 de marzo de 1993, en el cementerio de La Tablada, el escritor Santiago Kovadloff no centró sus palabras en el
fundamentalismo islámico ni en lo antiisraelí del hecho. Se declaró perturbado y profundamente dolido como argentino por un atentado “a mi país... a mi ciudad, y a mi gente”.
El embajador Shefi miraba a sus asistentes asombrados por aquel enfoque. Incluso tras escuchar al rabino Benhamú —que había recitado la oración dedicada a los fallecidos— y al presidente de la AMIA, Luis Perelmuter, el poeta y ensayista no se rindió ante la consagración indiscutible de los rituales o la observancia estricta a
sus leyes y manifestó que “el judaísmo repugna a todo aquel que se siente convocado a someter y no a convivir”.
Kovadloff advertía una sutil diferencia, ya que para él no se habían reunido allí específicamente para recordar, sino “porque no podemos dejar de recordar”.
El evento central sucedió tres días después, al cumplirse exactamente un año de la explosión. El 17 el acto fue transmitido en directo por cadena nacional. Comenzó hablando el historiador Félix Luna en calidad de vecino
de la zona, quien recordó la tradición de convivencia sobre la que se fundó el país. Luego el discurso de Menem fue interrumpido por aplausos.
“Me comprometo a no dejar impune este atentado, me comprometo a que todo el peso de la ley caiga, implacable, sobre los verdaderos culpables”. Casi simultáneamente, en Israel, el canciller Shimon Peres decía luego de la ceremonia oficial que “Israel sabe quién apretó el gatillo”.
Se refería a una organización planificada desde Teherán que habría contado con la colaboración de miembros de la comunidad chiíta-sirio-libanesa de la Argentina.
Con el atentado a la embajada comenzaba cierto deterioro de las relaciones entre judíos y árabes, en la Argentina. El legislador menemista Jorge Yoma, por ejemplo, participó de aquella jornada de repudio del 17 de marzo y recuerda haber recibido personalmente imputaciones hacia su
colectividad.
Sin anuncios importantes el presidente Menem cerró el acto diciendo Am Israel Jai, una expresión muy utilizada cuya traducción es “el pueblo de Israel vive”.
***
“Sobre el final de su mandato, sin embargo, Corach siente que la comunidad judía fue desagradecida con el gobierno nacional. Sensación que concuerda con la del embajador israelí Itzjak Avirán: para el diplomático no se valora la ayuda que Corach dio a los judíos argentinos.”
“
En las manifestaciones por el esclarecimiento de los atentados, se criticaba a Menem y especialmente a Corach. En esos reclamos su judaísmo era percibido como un agravante ante la falta de resultados en la investigación realizada por el aparato del Estado.
En marzo de 1996, luego del acto por el atentado a la embajada, Corach negaba que hubiera fracasado en la investigación y decía que “hablar de un tercer, cuarto o
quinto atentado es realmente un disparate”. Ello era una respuesta al embajador de Israel Itzjak Avirán, quien había dicho que no se podían descartar nuevos ataques”.
“
El presidente de la AMIA, Dr. Hugo Ostrower, lograría aplausos por parte de la multitud en un solo tramo de su discurso. Quien fuera colaborador de Beraja, abogado del Banco Mayo, estrenaba su presidencia en la AMIA condenando tácitamente la actitud de su antiguo jefe al
prometer que “como presidente de la AMIA, no voy a cruzar la Plaza de Mayo para ir a pedir perdón por ninguna declaración que haga un miembro de esta comunidad”.
En medio de los aplausos de la gente, el Director de la Organización Sionista Argentina, Itzik Orn deslizaría un
sugestivo chiste a uno de sus colaboradores: “No va a cruzar la Plaza de Mayo... va a ir directo por Balcarce...”. Lo que pareció confirmarse rápidamente cuando en diciembre de ese año participó de un agasajo a Carlos Vladimiro Corach en la residencia del embajador Avirán.”
****
“Al cumplirse cinco años del atentado a la embajada en el cementerio israelita de La Tablada Itzjak Avirán decía —frente al ministro del Interior Carlos Corach, el de Justicia Elías Jassán y el canciller Guido Di Tella— que la justicia argentina los había convocado dos veces. “Brindamos toda
la información que disponíamos. No recibimos nada”.
A Beraja no le agradó el discurso, al gobierno tampoco. Pocos dirigentes judeoargentinos ofendidos por el poco diplomático rol adoptado por el embajador se pronunciaban con la misma dureza que le criticaban al israelí. Los únicos
que se retiraron conformes fueron los jóvenes. Entre los políticos que fueron al acto estaba Domingo Cavallo, quien al ingresar ignoró el saludo de Elías Jassán. También concurrieron Jorge Matzkin, Jesús Rodríguez, Enrique Mathov, De la Rúa, Palito Ortega y Julio Mera Figueroa.
Al año siguiente el acto se desarrolló en un pequeño salón de la nueva sede diplomática, ubicada en el décimo piso de Avenida de Mayo 701. Allí se escucharon discursos de los familiares y el tradicional rezo en hebreo, en un encuentro íntimo. El embajador adoptaba entonces un perfil más
bajo que en 1997. El padre de una de las víctimas insistía en que se debía hablar en la calle y en voz alta. Aun con poco apoyo, el incansable Carlos Sussevich estuvo de pie, con el cielo y la tierra como únicos límites, y dio su discurso crítico en la abierta esquina de Arroyo y Suipacha.
Recién en el último aniversario de la década la embajada israelí realizó una convocatoria abierta desde la esquina de Buenos Aires donde funcionara la sede diplomática hasta el 17 de marzo del ’92. El único orador fue Avirán, cuya voz se alzaba sobre la derruida imagen de los líderes comunitarios.
En esos siete años, entre 1992 y 1999, el representante del Estado hebreo producía el raro fenómeno de pasar a erigirse en un referente de la colectividad local.
La gestión Avirán ha resultado exitosa desde el punto de vista comercial. Ha hecho más negocios que cualquier otro embajador israelí en nuestro país. El intercambio entre ambos países ha sido récord durante su
gestión.
Es un hombre que ha opinado sobre cuestiones internas de la comunidad con una sinceridad que irritó a vastos sectores. Más de una vez se lo ha calificado de “virrey” interpretando su injerencia como un intento
de que la comunidad local deba regirse por dictados que provienen de Israel.
Avirán, por su parte, se pronunció sobre el futuro del judaísmo fuera de Israel como posibilitado únicamente por los movimientos religiosos.
En nuestra entrevista, realizada en la embajada en diciembre de 1999, apareció este tema. —Históricamente el pueblo judío durante estos 2.000 años llegó por una
base religiosa, esos que no fueron religiosos los perdimos durante estos 2.000 años.
—¿El judaísmo laico para usted no existe?
—Lo que yo sé es que la ortodoxia sí preservó el pueblo judío… y hay otro fenómeno, que es el nacimiento del Estado de Israel, donde bajo el paraguas judío la gente puede ser religiosa, no religiosa, hay varias corrientes pero el paraguas judío las preserva en su identidad. En la Golá se debe demostrar que las otras corrientes sí pueden preservar la identificación judía... los or-todoxos ya lo mostraron.
—Beraja representó en un momento a mucha gente que quería desarrollar lo judío acá, sin pensar únicamente en ir a vivir a Israel.
—Es un hombre inteligente, y no compartí con él su ideología, para mí el pueblo judío debe tener relación estrecha con Israel. Yo pienso que la relación que él tenía con Israel fue basada sólo en intereses, no en sentimientos ideológicos. No puede ser que en un discurso de Iom Hashoá cuando el presidente de DAIA habla no mencione a Israel.
—¿Cómo analiza su final?
—Yo no soy juez para juzgarlo. Pero lo que sí puedo decir es que con el poder económico que él tenía con el Banco, él hizo mucho daño a la comunidad. Porque esto que estamos viendo ahora… se terminó con la solidaridad judía, la gente decía: “el Banco va a dar plata, nosotros no sacamos del bolsillo ni un peso… y porque él va a dar la plata lo elegimos a él para que nos conduzca”. Había aquí mucha gente que no tenía plata, pero sí podían ser buenos dirigentes, y hoy es muy difícil encontrar esos
dirigentes que pueden volver a las instituciones, porque no todo es dinero. El poder político, ideológico, no debe ser sólo basado en plata.
Es el embajador emblemático de una época que ha sido la mejor para las relaciones entre la Argentina e Israel, y la peor para los judíos. Su deber, en tal caso, estaría cumplido. Sin embargo ha regresado a su país antes de lo previsto, envuelto en sospechas de corrupción.
Sobre el final de la gestión menemista el embajador decidió ofrecer un agasajo en su hogar a Corach, festejando la designación como senador.
Como final de la gestión de gobierno, quizás algún funcionario de la Cancillería merecería la gratitud de un embajador. Sin embargo, Avirán eligió al ministro del Interior.
No encuentra críticas a la labor del ministro.
—Yo no vi algo que él hizo que sea al contrario de lo que debería hacer.
La puerta del ministro del Interior no estuvo abierta para la comunidad judía durante años en el país. Esta puerta yo sé que estuvo abierta para cada uno de los judíos, no sólo para los dirigentes que querían encontrarse con él sino para cada judío que quería encontrarse con el ministro, puede ser que no pudiera darle todas las respuestas pero él abrió esta puerta.
Yo no estoy seguro que después de él... otro ministro que no sea judío va a tener las puertas abiertas como las tenía él. Después el asunto de los doce millones de dólares, puede haber gente que considere que se debía dar, o no... pero él consiguió los doce millones.
—¿Él o el ministro Jorge Rodríguez?
—OK... (silencio) ...eso está dentro de lo que se dice, para que no sea judío... y para que sea un goy que lo hizo.
—Corach dijo que no estaba de acuerdo con los doce millones.
—Es que hay cosas que prefieren pasarlas a los otros, y que no se vea que la hace algún judío.
—Él me dijo que no estaba de acuerdo.
—Puede ser que cambió de opinión después que le dio... con la reacción que hubo de parte de la comunidad. Puede ser que dijo: ¿por qué entré en esto?
El embajador continuó halagando a Corach, hasta que nos interrumpe su asistente de prensa, Andrea Sklar: “...vayan cambiando de tema por favor, si no va a parecer todo una defensa del ministro...”
La gestión Avirán ha sido exitosa desde lo comercial. Se han hecho convenios de reconversión agrícola y estudios para uso del agua con Formosa, Misiones, Tierra del Fuego, La Rioja, Corrientes, Santa Cruz, Chubut, Río Negro y Buenos Aires. Cuando el embajador define las relaciones entre ambos países como las mejores de la historia, piensa en el respaldo que significa haber aumentado en más de cinco veces las exportaciones isrealíes a la Argentina.
Negocios son negocios, según el tautológico dicho popular.
La embajada israelí realizó un convenio con la provincia de Buenos Aires, por el cual le vendía casas prefabricadas a la Policía Bonaerense.
La construcción y el pago se realizaban en etapas, y la última entrega consistía en donaciones. Esas viviendas fueron recibidas en forma gratuita por personas sospechadas de participar en los cruentos atentados antijudíos en Buenos Aires. Frente a esto el embajador dijo al inaugurar el barrio que tenía una mezcla de sentimientos “de orgullo y preocupación”.
Los picos de crítica en el discurso de Avirán reflejan también la existencia de valles de silencio, que se pueden relacionar con momentos en los cuales para los intereses de la embajada era conveniente estrechar filas
con el gobierno."
El 17 de marzo de 1992 explotó la embajada israelí en Buenos Aires. La investigación del atentado a la sede diplomática ocupa gran parte de la década menemista y obviamente más tiempo que la causa AMIA, pero la falta de resultados le genera al gobierno un costo político menor: no hay sobre este tema un reclamo público tan enérgico ni constante.
El embajador Itzjak Avirán ha brindado una imagen que por momentos era de dura denuncia y reclamo ligada a los avatares de la causa. Pero la existencia de picos en esa voz revela también ciertos valles de silencio que parecieran necesarios para la firma de los acuerdos comerciales, que han sido los más intensos en la historia de las relaciones bilaterales.
En 1996 el embajador israelí fue uno de los invitados que vivaron al presidente luego de compartir el asado y la torta de cumpleaños en Anillaco. En 1992 el presidente de la Organización Sionista Mundial dijo en nuestro país que valoraba al presidente Menem “porque tuvo una postura
clara y firme frente a los terroristas que atentaron contra la embajada de Israel”, para luego comentar que el presidente argentino había votado para la anulación en la ONU de la resolución que igualaba sionismo y racismo.
Sobre los atentados, Simja Dinitz se mostró confiado en que “la investigación llegará hasta las últimas consecuencias”.
El periodista israelí Tzadok Iejezkeli, en el diario Yediot Ajronot, señalaba que Israel no protestó fehacientemente contra el trato no serio que se dio a la investigación de la explosión en la embajada.
Recordemos que lo primero que dijo Menem luego del atentado a la embajada señalaba a los “sectores fundamentalistas que fueron derrotados en el país” y, ante la pregunta de los periodistas, admitió que se refería a
los “carapintadas”. Luego, el eje de las críticas se desplazaría hacia Irán.
El embajador israelí deseaba que la Argentina degradara sus relaciones diplomáticas con Irán, lo que lentamente y a fuerza de presiones fue consiguiendo, aunque no logró romper un vínculo abonado en el interés económico por preservar un mercado consumidor de carne argentina muy importante.
Luego del atentado a la embajada en 1992 el profesor Hami Avni —uno de los más prestigiosos investigadores sobre judíos argentinos— comentó al ser entrevistado por la televisión israelí que tras ciertos temores, la política exterior de Menem sedujo incluso a los judíos que no simpatizaban con el peronismo.
Entre los argentinos que viven en Israel, más
repercusión aún tuvieron las palabras del propio Menem cuando declaró al diario Maariv: “Las relaciones entre ambos países se estrecharán aun más que en el
pasado, ya que tenemos 200 heridos y muchos muertos”.
Aclaró Menem que eso mismo se le había dicho al presidente israelí y remató:
“Hemos labrado una alianza de sangre entre nosotros.”
El mismo día del atentado el canciller israelí David Levy declaraba desde Israel: “Tenemos una cuenta abierta con los asesinos, y estén seguros de que la habremos de cerrar”.
Esa lucha contra el terrorismo sale, a veces, a la luz de la opinión pública. En noviembre de 1993, por ejemplo, el general retirado Aharon Yariv confesó en una entrevista para la televisión israelí que el servicio de inteligencia vengó la matanza de Munich ’72 mediante una operación de
eliminación de los jefes de aquel “septiembre negro”.
¿Otras maneras de hacer justicia? Cabe destacar que el Estado israelí no se ha presentado como querellante en la causa judicial.
El 19 de marzo, cerca de 100.000 personas marcharon por la avenida 9 de Julio desde Corrientes hasta Arroyo, en repudio al atentado. El embajador Itzjak Shefi anunciaba que “aún sigue la búsqueda, una búsqueda que tiene un sentido... el hombre sigue buscando al hombre”.
El presidente de la DAIA, Rubén Beraja, arrancaba los primeros aplausos al decir que “los argentinos estamos diciendo en forma concluyente que cada uno de los masacrados es uno de los nuestros, cualquiera sea su credo o nacionalidad”.
El presidente Menem cerraba diciendo “a los israelitas y descendientes de israelitas que viven en esta bendita tierra, que investigaremos hasta las
últimas consecuencias...”
En el primero de los dos actos realizados por el primer aniversario del atentado a la embajada hubo un discurso que hizo vibrar a los concurrentes. El domingo 14 de marzo de 1993, en el cementerio de La Tablada, el escritor Santiago Kovadloff no centró sus palabras en el
fundamentalismo islámico ni en lo antiisraelí del hecho. Se declaró perturbado y profundamente dolido como argentino por un atentado “a mi país... a mi ciudad, y a mi gente”.
El embajador Shefi miraba a sus asistentes asombrados por aquel enfoque. Incluso tras escuchar al rabino Benhamú —que había recitado la oración dedicada a los fallecidos— y al presidente de la AMIA, Luis Perelmuter, el poeta y ensayista no se rindió ante la consagración indiscutible de los rituales o la observancia estricta a
sus leyes y manifestó que “el judaísmo repugna a todo aquel que se siente convocado a someter y no a convivir”.
Kovadloff advertía una sutil diferencia, ya que para él no se habían reunido allí específicamente para recordar, sino “porque no podemos dejar de recordar”.
El evento central sucedió tres días después, al cumplirse exactamente un año de la explosión. El 17 el acto fue transmitido en directo por cadena nacional. Comenzó hablando el historiador Félix Luna en calidad de vecino
de la zona, quien recordó la tradición de convivencia sobre la que se fundó el país. Luego el discurso de Menem fue interrumpido por aplausos.
“Me comprometo a no dejar impune este atentado, me comprometo a que todo el peso de la ley caiga, implacable, sobre los verdaderos culpables”. Casi simultáneamente, en Israel, el canciller Shimon Peres decía luego de la ceremonia oficial que “Israel sabe quién apretó el gatillo”.
Se refería a una organización planificada desde Teherán que habría contado con la colaboración de miembros de la comunidad chiíta-sirio-libanesa de la Argentina.
Con el atentado a la embajada comenzaba cierto deterioro de las relaciones entre judíos y árabes, en la Argentina. El legislador menemista Jorge Yoma, por ejemplo, participó de aquella jornada de repudio del 17 de marzo y recuerda haber recibido personalmente imputaciones hacia su
colectividad.
Sin anuncios importantes el presidente Menem cerró el acto diciendo Am Israel Jai, una expresión muy utilizada cuya traducción es “el pueblo de Israel vive”.
***
“Sobre el final de su mandato, sin embargo, Corach siente que la comunidad judía fue desagradecida con el gobierno nacional. Sensación que concuerda con la del embajador israelí Itzjak Avirán: para el diplomático no se valora la ayuda que Corach dio a los judíos argentinos.”
“
En las manifestaciones por el esclarecimiento de los atentados, se criticaba a Menem y especialmente a Corach. En esos reclamos su judaísmo era percibido como un agravante ante la falta de resultados en la investigación realizada por el aparato del Estado.
En marzo de 1996, luego del acto por el atentado a la embajada, Corach negaba que hubiera fracasado en la investigación y decía que “hablar de un tercer, cuarto o
quinto atentado es realmente un disparate”. Ello era una respuesta al embajador de Israel Itzjak Avirán, quien había dicho que no se podían descartar nuevos ataques”.
“
El presidente de la AMIA, Dr. Hugo Ostrower, lograría aplausos por parte de la multitud en un solo tramo de su discurso. Quien fuera colaborador de Beraja, abogado del Banco Mayo, estrenaba su presidencia en la AMIA condenando tácitamente la actitud de su antiguo jefe al
prometer que “como presidente de la AMIA, no voy a cruzar la Plaza de Mayo para ir a pedir perdón por ninguna declaración que haga un miembro de esta comunidad”.
En medio de los aplausos de la gente, el Director de la Organización Sionista Argentina, Itzik Orn deslizaría un
sugestivo chiste a uno de sus colaboradores: “No va a cruzar la Plaza de Mayo... va a ir directo por Balcarce...”. Lo que pareció confirmarse rápidamente cuando en diciembre de ese año participó de un agasajo a Carlos Vladimiro Corach en la residencia del embajador Avirán.”
****
“Al cumplirse cinco años del atentado a la embajada en el cementerio israelita de La Tablada Itzjak Avirán decía —frente al ministro del Interior Carlos Corach, el de Justicia Elías Jassán y el canciller Guido Di Tella— que la justicia argentina los había convocado dos veces. “Brindamos toda
la información que disponíamos. No recibimos nada”.
A Beraja no le agradó el discurso, al gobierno tampoco. Pocos dirigentes judeoargentinos ofendidos por el poco diplomático rol adoptado por el embajador se pronunciaban con la misma dureza que le criticaban al israelí. Los únicos
que se retiraron conformes fueron los jóvenes. Entre los políticos que fueron al acto estaba Domingo Cavallo, quien al ingresar ignoró el saludo de Elías Jassán. También concurrieron Jorge Matzkin, Jesús Rodríguez, Enrique Mathov, De la Rúa, Palito Ortega y Julio Mera Figueroa.
Al año siguiente el acto se desarrolló en un pequeño salón de la nueva sede diplomática, ubicada en el décimo piso de Avenida de Mayo 701. Allí se escucharon discursos de los familiares y el tradicional rezo en hebreo, en un encuentro íntimo. El embajador adoptaba entonces un perfil más
bajo que en 1997. El padre de una de las víctimas insistía en que se debía hablar en la calle y en voz alta. Aun con poco apoyo, el incansable Carlos Sussevich estuvo de pie, con el cielo y la tierra como únicos límites, y dio su discurso crítico en la abierta esquina de Arroyo y Suipacha.
Recién en el último aniversario de la década la embajada israelí realizó una convocatoria abierta desde la esquina de Buenos Aires donde funcionara la sede diplomática hasta el 17 de marzo del ’92. El único orador fue Avirán, cuya voz se alzaba sobre la derruida imagen de los líderes comunitarios.
En esos siete años, entre 1992 y 1999, el representante del Estado hebreo producía el raro fenómeno de pasar a erigirse en un referente de la colectividad local.
La gestión Avirán ha resultado exitosa desde el punto de vista comercial. Ha hecho más negocios que cualquier otro embajador israelí en nuestro país. El intercambio entre ambos países ha sido récord durante su
gestión.
Es un hombre que ha opinado sobre cuestiones internas de la comunidad con una sinceridad que irritó a vastos sectores. Más de una vez se lo ha calificado de “virrey” interpretando su injerencia como un intento
de que la comunidad local deba regirse por dictados que provienen de Israel.
Avirán, por su parte, se pronunció sobre el futuro del judaísmo fuera de Israel como posibilitado únicamente por los movimientos religiosos.
En nuestra entrevista, realizada en la embajada en diciembre de 1999, apareció este tema. —Históricamente el pueblo judío durante estos 2.000 años llegó por una
base religiosa, esos que no fueron religiosos los perdimos durante estos 2.000 años.
—¿El judaísmo laico para usted no existe?
—Lo que yo sé es que la ortodoxia sí preservó el pueblo judío… y hay otro fenómeno, que es el nacimiento del Estado de Israel, donde bajo el paraguas judío la gente puede ser religiosa, no religiosa, hay varias corrientes pero el paraguas judío las preserva en su identidad. En la Golá se debe demostrar que las otras corrientes sí pueden preservar la identificación judía... los or-todoxos ya lo mostraron.
—Beraja representó en un momento a mucha gente que quería desarrollar lo judío acá, sin pensar únicamente en ir a vivir a Israel.
—Es un hombre inteligente, y no compartí con él su ideología, para mí el pueblo judío debe tener relación estrecha con Israel. Yo pienso que la relación que él tenía con Israel fue basada sólo en intereses, no en sentimientos ideológicos. No puede ser que en un discurso de Iom Hashoá cuando el presidente de DAIA habla no mencione a Israel.
—¿Cómo analiza su final?
—Yo no soy juez para juzgarlo. Pero lo que sí puedo decir es que con el poder económico que él tenía con el Banco, él hizo mucho daño a la comunidad. Porque esto que estamos viendo ahora… se terminó con la solidaridad judía, la gente decía: “el Banco va a dar plata, nosotros no sacamos del bolsillo ni un peso… y porque él va a dar la plata lo elegimos a él para que nos conduzca”. Había aquí mucha gente que no tenía plata, pero sí podían ser buenos dirigentes, y hoy es muy difícil encontrar esos
dirigentes que pueden volver a las instituciones, porque no todo es dinero. El poder político, ideológico, no debe ser sólo basado en plata.
Es el embajador emblemático de una época que ha sido la mejor para las relaciones entre la Argentina e Israel, y la peor para los judíos. Su deber, en tal caso, estaría cumplido. Sin embargo ha regresado a su país antes de lo previsto, envuelto en sospechas de corrupción.
Sobre el final de la gestión menemista el embajador decidió ofrecer un agasajo en su hogar a Corach, festejando la designación como senador.
Como final de la gestión de gobierno, quizás algún funcionario de la Cancillería merecería la gratitud de un embajador. Sin embargo, Avirán eligió al ministro del Interior.
No encuentra críticas a la labor del ministro.
—Yo no vi algo que él hizo que sea al contrario de lo que debería hacer.
La puerta del ministro del Interior no estuvo abierta para la comunidad judía durante años en el país. Esta puerta yo sé que estuvo abierta para cada uno de los judíos, no sólo para los dirigentes que querían encontrarse con él sino para cada judío que quería encontrarse con el ministro, puede ser que no pudiera darle todas las respuestas pero él abrió esta puerta.
Yo no estoy seguro que después de él... otro ministro que no sea judío va a tener las puertas abiertas como las tenía él. Después el asunto de los doce millones de dólares, puede haber gente que considere que se debía dar, o no... pero él consiguió los doce millones.
—¿Él o el ministro Jorge Rodríguez?
—OK... (silencio) ...eso está dentro de lo que se dice, para que no sea judío... y para que sea un goy que lo hizo.
—Corach dijo que no estaba de acuerdo con los doce millones.
—Es que hay cosas que prefieren pasarlas a los otros, y que no se vea que la hace algún judío.
—Él me dijo que no estaba de acuerdo.
—Puede ser que cambió de opinión después que le dio... con la reacción que hubo de parte de la comunidad. Puede ser que dijo: ¿por qué entré en esto?
El embajador continuó halagando a Corach, hasta que nos interrumpe su asistente de prensa, Andrea Sklar: “...vayan cambiando de tema por favor, si no va a parecer todo una defensa del ministro...”
La gestión Avirán ha sido exitosa desde lo comercial. Se han hecho convenios de reconversión agrícola y estudios para uso del agua con Formosa, Misiones, Tierra del Fuego, La Rioja, Corrientes, Santa Cruz, Chubut, Río Negro y Buenos Aires. Cuando el embajador define las relaciones entre ambos países como las mejores de la historia, piensa en el respaldo que significa haber aumentado en más de cinco veces las exportaciones isrealíes a la Argentina.
Negocios son negocios, según el tautológico dicho popular.
La embajada israelí realizó un convenio con la provincia de Buenos Aires, por el cual le vendía casas prefabricadas a la Policía Bonaerense.
La construcción y el pago se realizaban en etapas, y la última entrega consistía en donaciones. Esas viviendas fueron recibidas en forma gratuita por personas sospechadas de participar en los cruentos atentados antijudíos en Buenos Aires. Frente a esto el embajador dijo al inaugurar el barrio que tenía una mezcla de sentimientos “de orgullo y preocupación”.
Los picos de crítica en el discurso de Avirán reflejan también la existencia de valles de silencio, que se pueden relacionar con momentos en los cuales para los intereses de la embajada era conveniente estrechar filas
con el gobierno."