Foto de Archivo. Soldados israelíes descansan junto al Muro Occidental luego de la Guerra de los Seis Días.
47 años
Esta semana se cumplen 47 años de aquel memorable acontecimiento registrado en los anales de la historia moderna, como la “Guerra de los Seis Días”.
Casi la mitad de un siglo ha transcurrido desde aquella semana dramática en la historia de un país, que acababa de cumplir solo 19 años de vida independiente. Tres semanas antes del comienzo de las acciones bélicas, Egipto, Siria y Jordania, con el apoyo de Irak, anunciaron que abrirían una campaña militar que culminaría con la destrucción total de Israel. Al otro lado de la frontera, el gobierno israelí que escuchaba las amenazas con extrema atención y seriedad, decidió declarar el estado de alerta máxima. Israel con las espaldas al mar, se veía amenazado desde tres de sus cuatro fronteras. La pregunta era en aquellos días, ¿cual podría ser la razón de ese odio feroz y de aquellas ansias de guerra? Israel no ocupaba un solo centímetro del territorio de aquellos países árabes. Una terrible y obscura sombra negra, se iba extendiendo sobre el país y una gran aprensión se adueñó de la mayoría de la población, temerosa de que se podrían repetir las terribles secuencias de un nuevo holocausto. El gobierno del primer ministro Levy Eshkol, a la vez que tomaba las medidas militares pertinentes, ordenó también cavar 70 mil fosas en parques y bosques aledaños a las grandes ciudades, con el fin de enterrar allí a las eventuales víctimas de la confrontación. Esa era la magnitud de lo que se presentía, podría ser el resultado de una guerra total con los ejércitos árabes. Los ejércitos de Egipto, Siria e Irak, estaban pertrechados con las más modernas y mortíferas armas soviéticas de la época. Tres millones de israelíes, almacenaban alimentos, cavaban trincheras, construían murallas defensivas con bolsas de arena alrededor de sus casas, de hospitales y de edificios públicos. Todos los hombres y mujeres en edades de entre 21 y 54 años alistados en la reserva, fueron movilizados. Los jóvenes de secundaria y preparatoria, fueron instruidos como ayudantes de enfermería, ocupando también, lugares de trabajo de máxima importancia, abandonados por sus mayores reclutados al servicio activo. Miles de autobuses, camiones y hasta automóviles particulares, fueron incautados por el ministerio de Defensa, para cubrir las necesidades inmediatas del ejército. El trabajo agrícola y la actividad industrial, quedaron prácticamente semiparalizados. Nasser arrojó por la borda todos los acuerdos internacionales que había firmado y exigió además, la evacuación de las fuerzas de seguridad apostadas por la ONU en la frontera de Sinaí. El mundo diplomático, caminaba a paso de tortuga empantanándose cada vez más en arduas y estériles discusiones, en lugar de tomar una firme posición que defendiera a Israel de las intenciones genocidas de sus potenciales agresores. El 5 de junio de 1967, el gobierno israelí decidió enviar a Tzahal a librar lo que se pensaba, iba a ser una nueva edición aumentada y agravada, de lo que fuera la guerra de Independencia. El resultado es hoy hartamente conocido. En el término de seis días de intensos combates en todos los frentes, la amenaza y el eminente peligro de destrucción, fueron alejados de las fronteras israelíes. El total del territorio conquistado por Tzahal, desde Sinaí hasta el Canal de Suez. La Ribera Occidental, la ciudad antigua de Jerusalén y las alturas del Golán, era tres veces mayor que todo su territorio en vísperas de la guerra. Mientras los israelíes tomaban un respiro de alivio, captaban la real magnitud del acontecimiento y festejaban su triunfo, el pueblo judío en el mundo, elevaba sus oraciones en acción de gracias. El mundo entero observaba estupefacto e incrédulo, la nueva realidad que se había gestado ante sus ojos en el Medio Oriente. Levy Eshkol anunció la anexión y reunificación de la ciudad de Jerusalén. Pero aseguró que el resto de los territorios conquistados, serian mantenidos en prenda, hasta ser canjeados por acuerdos de paz con cada uno de los países árabes involucrados. En tanto, el pequeño estado hebreo se había transformado en seis días, en una fuerza militar con capacidad demoledora, que todos y cada uno debería tomar muy en cuenta en la región. Los líderes árabes y sus hermanos palestinos reunidos en Sudan, decidieron entonces adoptar, la resolución de las “tres negativas”. No reconocimiento, No negociación y No paz con Israel. Como consecuencia de la intransigente posición árabe, a mediados de los años 70, lo que comenzó como una titubeante iniciativa se fue convirtiendo con los años, en un gran proyecto de colonización en los territorios ocupados. O los “liberados y redimidos”, como los llaman algunos. La Eretz Israel bíblica en manos judías se convertía de repente en realidad. Para algunos israelíes, la mano divina habría sido determinante en lo ocurrido y por eso había que obedecer su designio. A lo largo de los años, Israel se enfrentó y tuvo que sobreponerse a otras guerras, así como a un sinnúmero de terribles actos de terrorismo dentro y fuera de su territorio. Pero cuando las condiciones políticas fueron propicias, firmo acuerdos de paz con Egipto y Jordania, evacuando todos sus territorios. Sin los países árabes de por medio, palestinos e israelíes quedaron nuevamente solos en la escena volviendo a las primigenias raíces del conflicto. El choque de dos movimientos de liberación nacional, enfrentados por un mismo trozo de tierra en Eretz Israel. En 1993, Israel firmó con los palestinos los acuerdos de Oslo, basados en el mutuo reconocimiento. Se estableció por primera vez en la historia en parte de Judea y Samaria, una Autoridad Palestina autónoma. En 2005 el gobierno de Ariel Sharon evacuó de manera unilateral, todos los asentamientos israelíes de la Franja de Gaza, luego de ser sofocada la Segunda Intifada, que costara la vida a más de mil civiles y dejara a cinco mil israelíes heridos. A la par, fue construida una alta muralla divisoria de cemento, con el fin de detener la infiltración de terroristas suicidas provenientes de la Rivera Occidental. En perspectiva histórica, podría afirmarse que si bien la Guerra de los Seis Días, fue como una segunda guerra de liberación para Israel, esta agudizó aún más el conflicto entre judíos y palestinos. La expansión territorial sobre Judea y Samaria, significó el dominio directo israelí sobre una gran población hostil. Pero hoy, los palestinos gobiernan a más del 90% del total de su población. Para los que se oponen a un estado palestino y pretenden un Israel que se extienda desde el Mediterráneo hasta el río Jordán, su empresa colonizadora no se ha detenido un solo día. Cada acto de terror, fue contestado siempre con una “respuesta sionista”. La creación de un nuevo asentamiento. Lo que va convirtiendo en cada vez menos factible, una separación viable entre los dos pueblos. La colonización en Judea y Samaria ha continuado así, su implacable marcha. En ella se han invertido miles de millones de shekels. Sin proporción alguna a lo invertido en otras zonas más postergadas de Israel. Sumado a su alto costo económico, la colonización ha repercutido negativamente sobre muchos aspectos sociales y morales de la sociedad israelí. Daño que sería imposible de cuantificar. La política de colonización se ha hecho siempre, con el respaldo de todos los gobiernos de turno. De derecha o de izquierda. Hoy viven en Judea y Samaria esparcidos en 117 ciudades, aldeas agrícolas y comunidades, más de 370 mil israelíes, que ocupan el 9.1% del total de ese territorio. Además, 250 mil israelíes, residen en los nuevos barrios construidos al este y al sur de Jerusalٖén. En conjunto, representan el 10% del total de la población judía del país. Si sumáramos el millón y medio de árabes ciudadanos de Israel, a los palestinos, habitan hoy en esta estrecha franja de tierra que corre entre el Mediterráneo y el río Jordán, seis millones doscientos mil judíos y algo más de 5 millones de palestinos. Los unos y los otros conforman juntos un enjambre humano muy volátil y explosivo, que la simple lógica recomendaría separar en dos estados. Hecho que por otro lado, aseguraría el futuro de un estado de Israel con mayoría judía y la preservación de su democracia. Pero la lógica no rige siempre en las mentes de israelíes y palestinos. Ambos siguen atrincherados y empantanados en sus posiciones y cada día que pasa, la situación se hace más compleja y difícil de resolver. Los extremistas de ambos bandos, son los que más influyen por el momento, en la agenda del conflicto. Todos los gobiernos israelíes han expuesto condiciones extremas de seguridad ante los reclamos independentistas palestinos. Los palestinos por su parte, no han renunciado aun al “retorno” de millones de refugiados a territorio israelí. Exigen la división de la ciudad de Jerusalén en dos capitales, a la vez que se niegan reconocer a Israel, como estado nacional del pueblo judío. Hamas y otras organizaciones, aseguran que jamás abandonaran su lucha. De aquí que las máximas concesiones y los altos riesgos que estaría dispuesto a tomar Israel, ni siquiera se acercan a los mínimos reclamos irrendentistas palestinos. Esta semana, salieron a las calles de varias ciudades palestinas, miles de manifestantes islamistas bajo el lema, “maten a los perros y cerdos judíos”. La televisión mostró a cientos de niños vociferando esas consignas de odio. Las imagines, seguramente produjeron repugnancia y escalofríos en más de un israelí. Pero con esos niños de hoy, habría que concertar la paz de mañana. Esa es la joven generación palestina que tendría que divisar en el horizonte, una alternativa de esperanza en sus vidas. Toda otra alternativa seria una quimera para ellos. Durante los 47 años transcurridos desde 1967, Israel ha librado muchas batallas y en todas afortunadamente, ha salido airosa. La más importante que aún no ha podido ganar, es la de la paz con los palestinos. La Autoridad Palestina acaba de anunciar la constitución de un gobierno reunificado con Hamas. El gobierno israelí ha condenado el acuerdo, pero resolvió no aplicar sanciones económicas. EEUU, el aliado incondicional de Israel, ha anunciado que le dará una oportunidad al nuevo gobierno palestino y que examinará su conducta. M. Abbas ha declarado que su nuevo gobierno respetará todos los compromisos firmados con Israel y que continuará la coordinación conjunta de las fuerzas de seguridad. El líder de Hamas por el contrario, ha declarado que su organización continuara sin tregua, la lucha contra Israel. Al tiempo que proclamaba como “héroe” a un palestino que murió en el intento de matar a un soldado israelí, su suegra era internada en un hospital israelí para ser tratada de un cáncer avanzado. Son algunas de las contradicciones de los palestinos, entre lo que se dice y lo que se hace. Pero es posible que estemos a las puertas de un nuevo capítulo en la historia de este conflicto. Los palestinos se están moviendo y están tomando la iniciativa política. El gobierno de Netanyahu en cambio, esta enquistado en sus posiciones y encadenado a su estrategia. La cual Occidente parece ya no estar dispuesto a respaldar sin objeción. Dentro de seis meses, los palestinos irán a elecciones generales. Si Hamas las ganara, el pueblo palestino habrá dicho su última palabra. Esta misma semana, el corazón de un niño israelí de tres años, muerto ahogado en la piscina de su casa, fue implantado en el cuerpo de un niño árabe que sufría de una aguda insuficiencia cardiaca. Pocos saben de lo grande y generoso, que puede llegar a ser un pequeño corazón judío.
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