Parashot Nitsavim-Vaielej
B.H.N.”V.
“Atem nitsavim ha-iom kulejem...”, son las primeras palabras de nuestra sección de lectura semanal. “Vosotros estáis firmemente parados -todos-, delante de HaShem, de vuestro D’s”. Al decir de nuestros sabios, son éstas también parte de las últimas palabras de Moshé Rabenu, pronunciadas en el último día de su vida. Estar frente a D’s significa, ante todo, poder elevar la cabeza, mantenernos erguidos y mirar como la santidad de la vida recorre cada espacio de nuestro quehacer. El pueblo judío, insinúa Moshé, debe saber que su libertad, eje de su fe y del llamado de D’s a cumplir Su Torá y Sus preceptos, debe ejercerse con plenitud, con los ojos bien abiertos y con nuestro rostro elevado hacia Él.
La persona libre de transgresiones (y de la culpa que ellas acarrean) puede caminar de ese modo, con zekifut coma, tal como se dice en hebreo. Mientras que el transgresor, aquel que ha cometido -a sabiendas o no- una mala acción, tiende a bajar la cabeza y encorvar su postura.
Es por ello que siempre hay un día -ha-iom- en el cual estamos frente a Él. La condición primera es estar Nitsavim, firmemente parados, erguidos, con las cabezas y rostros dirigidos a lo Alto. Sin embargo, se impone que dicha postura sea alcanzada por la totalidad de la comunidad, no solo por algunos individuos; por ello a la postura física y espiritual le precede el pronombre Atem, Vosotros. Nuestra Torá nos dice: kulejem, todos vosotros, sin excepción.
Todos estamos convocados a ser parte y partícipes de la gran experiencia del Pacto, que se habrá de concertar para las generaciones todas, en ese día, para todos los tiempos.
Solo la totalidad de la congregación podrá emerger por entre los días del año calendario y sumarse en coro -de plegarias y acciones a la vez-, en oración y clamor frente al Creador, en los días donde “el mundo fue llamado a nacer”. Aquí radica la fuerza que Moshé -nuestro maestro- parece insinuar ante todos nosotros, en el tiempo presente en el cual habla, en los días continuos que hacen a nuestra vida como nación cada año.
“Imdú ve-tikeú”, establecían nuestros jajamim. La lectura de esta perashá es la condición para recibir el nuevo tiempo que se inicia con el sonido del Shofar. Estar parados frente al clamor de la Teruá, en el día que es llamado por nuestra Torá como “Iom Teruá”, pues es entonces donde está el clamor y el estruendo y donde estará también la fuerza de toda la comunidad para conglomerarse y amalgamarse entre los sonidos y salir airosa - espiritualmente, sobre todo- ante aquello que se inscribirá, indefectiblemente, en los Libros Celestiales.
Estamos en el último Shabat del año. Hemos vivido tiempos difíciles, proyectos y sueños que nos propusimos a la salida de la Sinagoga, el último Iom Kipur, quedaron truncos o inconclusos; otros ni siquiera llegaron a ver la luz. Llegamos a esta etapa con muchas de nuestras aspiraciones postergadas y alguna sensación, en particular, de vacío. Entonces la Torá nos pide que nos mantengamos parados, firmemente sostenidos, para sentir la estabilidad necesaria para poder continuar. ¡No podemos ingresar al nuevo año con la
“cabeza gacha” que pueda deberse a situaciones del pasado! ¡No podemos dejarnos vencer por los problemas que venimos acarreando desde hace tiempo! Para ello es necesario, “Atem nitsavim ha-iom kulejem...”, saber estar parados, poder afirmarnos, más allá de nuestras dudas y flaquezas, porque en pocos días estaremos frente al Rey de los Reyes, Quien nos llevará a Juicio en el Iom HaDín para inscribirnos en el Libro de la
Vida plena, que merecerá ser vivida en Santidad, es decir, con nuestras cabezas en alto. “Esá einai el he-harim, me-aín iabó ezrí...”, “elevo mis ojos hacia las montañas, ¿de dónde ha de venir mi ayuda?”, pregunta el Rey David. “Mi ayuda proviene del Todopoderoso, Creador de los Cielos y la Tierra”, nos responde.
En Rosh HaShaná el mundo fue llamado a la existencia. Es el tiempo de elevar nuestros ojos y erguir nuestras cabezas. ¿Cómo? “Atem”, aseveraba el Rabi de Kotzk, tiene las mismas letras hebreas que la palabra “Emet”, que significa Verdad. Lo único que nos dará estabilidad en la vida es la Verdad; el pacto que nos propone D’s cada año es que se renueva es Su Verdad, la Torá, que deberá ser patrimonio de Atem, Vosotros, de todos, en plural. Quiera D’s hacer que el nuevo año lo empecemos conjugando en plural, Atem, la Verdad: Emet.
Parasha VAIELEJ
“Morir con un Beso”
“Dijo también el Señor a Moshé: He aquí se acercan tus días para morir: llama a Ieoshúa y presentaros...”
Este Shabat, “Shabat Shuba” -el Shabat intermedio entre Rosh HaShaná y Iom HaKipurim- , leeremos en la Torá acerca de la desaparición de Moshé Rabenu, nuestro maestro. La perashá de Vaielej, “Y fue, se encaminó...” nos habla de Haiom, es decir, el día que iba a ser el último en la vida de Moshé.
Felizmente, Moshé Rabenu pudo terminar su vida en plenitud de facultades y no tuvo últimos días de vida con asistencia mecánica, tal como muchísimos hombres y mujeres hoy en día están terminando con sus días, gracias o a través de los adelantos de la ciencia médica.
Moshé Rabenu puede hablar, dirigir mensajes, sentir, hasta cantar en su último día de vida. Eso se llama, en la tradición judía, Mitá bi-neshiká, o sea una suerte de “Muerte con un beso”, definición que nos habla de una forma de terminar menos violenta, tal vez menos dolorosa, si es que se puede calibrar el dolor. Al respecto de la muerte de Moshé, dice la Torá que D’s le había dicho: “hen karvú iameja lamut”, “Pues ya se han acercado tus días para morir”. Un maestro del jasidismo acota: “Los días no nos acercan para morir, en realidad es la muerte quien se acerca a la persona”.Y acota de inmediato: “De lo cual habremos de inferir que: “Iamáv shel Moshé metu, veló hú”. Es decir, “que los días de Moshé son los que murieron, y no él...”.
¿Qué quiere decir eso? “Tzadikim enam metim, iemehem metim”, “los justos no desaparecen, sus días son los que mueren, sus días son los que terminan”. Y agrega el mismo maestro que: “Está la situación a la inversa: el hombre insensato, el hombre insensible, el hombre impío, es como si estuviera met be-jaiáv, como muerto en vida; o sea, que este hombre -rashá- de acuerdo a nuestra tradición judaica, “mata él mismo sus días,
antes de que sus días hayan muerto”.
Una concepción clara, sana, hasta diríamos contemplativa para con la vida y todos sus aspectos, inclusive aquel que nos enfrenta ante la pérdida de la misma. Pero Moshé Rabenu se resistía, hasta el último momento. Veamos, por ejemplo, como un gran filósofo judío contemporáneo, Elie Wiesel, en su libro Mensajeros de D’s nos lo presenta:
“...Y ahora, volvamos a la pregunta inicial: ¿Por qué Moisés se aferraba tanto a la vida, hasta el punto de oponerse a la Voluntad Divina? ¿Era ésa su forma de protestar contra el uso celestial de la muerte para disminuir, incitar y finalmente aplastar al hombre? ¿Fue éste su último acto en defensa de su pueblo? ¿Su forma de enseñarle a Israel una lección urgente y eterna: que la vida es sagrada -siempre y para todos- y que nadie tiene el derecho a renunciar a ella? ¿Acaso el más inspirado y vehemente de los profetas quiso decirnos, por medio de su ejemplo, a través de los siglos y las generaciones por venir, que vivir como hombre, como judío, significa decirle sí a la vida, a la lucha –incluso contra el Todopoderoso- por cada chispa, por cada aliento de vida?...
”Sí, quería vivir, y no estaba avergonzado de ello. Quería vivir a cualquier precio, excepto a expensas de algún otro. El Midrash nos cuenta que al final D’s le dijo a Moisés: Insistes en permanecer en el mundo de los vivos. ¡Así sea! ¡Vivirás!; pero entonces, Israel perecerá. Ha de ser así: o uno u otro, tú o Israel.
”Y Moisés clamó: ¡Que Moisés muera, y que mil hombres como él mueran, pero ningún hijo de Israel sea tocado! Pues no se puede ir más allá de cierto límite: vivir es bueno, querer vivir es humano, pero no a expensas de la muerte de otro”.
Una reflexión “viva”, original y sabia, de otro “sobreviviente”, que nos presenta a un Moshé humano, con sus pasiones y debilidades, a la totalidad del ser que requiere nuestra Torá para cumplir la vocación de la humanidad sobre la tierra por Él creada.
Pero... ¿cómo podernos imaginar ese momento, ese instante en el cual Moshé deja a los vivos -a su amado pueblo- cuando el texto bíblico nos retacea la descripción? El Midrash, esa célebre composición rabínica que es característica de la creación literaria judía entre los siglos IV al XIV (nos referimos al tiempo en que fue redactado tan sólo), embellece este amargo momento, relatándonos el siguiente pasaje: “...Moisés pasó su última hora bendiciendo a las tribus de Israel. Luego comenzó a ascender al Monte Nebó. Entró en la nube que lo aguardaba. Dio un paso adelante y se dio vuelta para mirar al pueblo que lo seguía con la mirada... Las lágrimas brotaban de sus ojos, y ya no podía ver a nadie. Cuando llegó a la cima del Monte, se detuvo. ‘Tienes un minuto más’, le advirtió D’s, de manera de no privarlo de su derecho a morir.
Y Moisés se tendió. Y D’s dijo: ‘Cierra los ojos’. Y Moisés cerró los ojos. Y D’s dijo: ‘Cruza los brazos sobre el pecho’. Y Moisés los cruzó sobre el pecho. ”Luego en silencio, D’s lo besó en los labios. Y el alma de Moisés encontró abrigo en el aliento Divino y se deslizó suavemente en la eternidad. Al pie de la montaña, cubierta de niebla, los hijos de Israel lloraban. Y toda la creación lloraba... Pero allá arriba, los ángeles exultantes y los serafines, le dieron una entusiasta bienvenida. En todas partes, Moisés era agasajado por haber sido el más fiel de los siervos de D’s... Y toda la historia humana sigue glorificando su nombre” (Midrash Petirát Moshé).
Por último, permítasenos concluir este sustancioso relato, nuevamente, con la sensibilidad de Wiesel, en el libro citado, que concluye de la siguiente forma (p.157): “Nadie conoce el lugar en que descansa. La gente de las montañas dice que es en el valle. La gente del valle dice que es en la montaña. No se ha convertido ni en Templo ni en museo. Está en todas partes y en otra parte, siempre en otra parte. Nadie estuvo presente en su muerte. Y así, en cierto modo, él sigue viviendo dentro nuestro, dentro de cada uno de nosotros. Pues mientras haya un hijo de Israel, que en alguna parte proclame su Ley y su verdad, Moisés vivirá a través de él, en él, como la zarza ardiente que consume el corazón del hombre sin consumir su fe…
Rab. Mordejai Maaravi. Rabino oficial de la OLEI
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