Una de las primeras decisiones del flamante presidente argentino, Mauricio Macri, ha sido cancelar el controvertido memorando de entendimiento con Teherán sobre el caso AMIA, que investiga la peor matanza terrorista de la República Austral, de la que la Justicia argentina acusa, precisamente, a muy altos funcionarios de la República Islámica.
En la práctica, el acuerdo con Irán ya estaba agonizando, puesto que no sólo fue declarado inconstitucional en Argentina, sino que además nunca logró aprobarse en el parlamento iraní.La decisión del gobierno de Macri es mucho más relevante desde un punto de vista simbólico, explica el corresponsal de BBC Mundo en Buenos Aires, Ignacio de los Reyes.“La aprobación en 2013 del memorando en el Congreso argentino generó una ola de rechazo de gran parte de las organizaciones judías del país, así como de la oposición, que consideraban el tratado como una traición a la memoria de las víctimas”, asegura De los Reyes.
Ruthie Blum escribe en The Algemainer una pieza muy crítica con los avances diplomáticos entre Israel y Turquía, que podrían dar lugar a un acuerdo duradero entre ambos países. Blum recuerda que Erdogan es un islamista con aspiraciones dictatoriales que no respeta los usos democráticos.
En política exterior, Erdogan se encuentra en una encrucijada por su compleja red de alianzas –a menudo contradictorias–, con organizaciones, países y Gobiernos de la zona, agravada por la crisis abierta con Moscú tras el derribo de un avión de combate ruso. El acercamiento de Turquía a Israel tiene también que ver, según The Algemainer, con la necesidad de la economía turca de contar con una fuente de energía alternativa al gas ruso, que podría venir a través de Israel en virtud de ese futuro acuerdo.
Hay, sin embargo, una manzana de la discordia que podría dar al traste con [el acercamiento]: el asunto del bloqueo de Gaza. Si el tirano turco no cede en este asunto, no habrá acuerdo.No hay que ser un experto en estrategia global –lo que los pragmáticos gustan de denominar ‘realpolitik’–, para comprender que irse a la cama con un islamista equivale a la historia de la tortuga y el escorpión cruzando el río. El aguijón mortal de este último es inevitable, incluso aunque se suicide en el proceso.
Los cambios de Gobierno en Argentina y Uruguay, con la salida de dos personajes con una visión de la política internacional completamente contraria Israel, cambia radicalmente el panorama de las relaciones entre el Estado judío los países hispanoamericanos. La reciente victoria de la oposición democrática al tirano bolivariano, Nicolás Maduro, apuntala esta nueva etapa de relaciones con Israel.
Venezuela ha sido la puerta de entrada para el islamismo y la influencia iraní en América Latina. Primero Hugo Chávez y después Nicolás Maduro han sido nefastos no sólo en la política interna sino también para las relaciones internacionales de los venezolanos. (…) Con un nuevo gobierno, las relaciones con Israel y otros países podrán reactivarse muy pronto. En definitiva, los cambios en Argentina, Venezuela y Uruguay tomarán la vanguardia del nuevo camino, mucho más lógico, con mejores perspectivas y aprovechando los beneficios recibidos de países como Israel para el bien de sus ciudadanos, que merecen una vida mejor.
Las diversas maneras de denominar al Estado Islámico encierran las claves de una batalla estratégica que se dirime también en el terreno del lenguaje. Las distintas denominaciones están motivadas, cada una, por la defensa de un determinado interés a favor o en contra de la organización terrorista islamista. En lo que se refiere a la lengua española, las instituciones oficiales ya se han pronunciado.
Para la Fundación del Español Urgente (Fundéu), la forma Estado Islámico y el Levante es la recomendada, porque ‘Sham’ no se refiere a la Siria actual, sino a su región histórica que en español se conoce como el Levante. Y agrega que, según el ‘Pequeño Larousse Ilustrado’, el Levante abarca los territorios al este de la costa oriental del mar Mediterráneo. Pero el debate nominal no ha quedado ahí, porque con la declaración de un califato a finales de junio de 2014 en Siria e Irak el grupo acortó su nombre a Estado Islámico.Para expresar su rechazo a los terroristas, gobiernos como el británico y el francés defienden el uso de ‘Daesh’, que es el acrónimo en árabe de Estado Islámico de Irak y el Levante, o sus transcripciones en cada idioma, como ‘Daish’ (inglés) o ‘Daech’ (francés).Como justificó el ministro galo de Exteriores, Laurent Fabius, “este es un grupo terrorista y no un Estado”. “No recomiendo usar el término Estado Islámico porque difumina la línea entre islam, musulmanes e islamistas”, dijo.
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