"Leonard Cohen se encontraba en la isla griega de Hidra. Por su pueblo (“Nunca he ocultado que soy judío, y en cualquier crisis que haya en Israel, allí estaré. Estoy comprometido con la supervivencia del pueblo judío”), dejó atrás a su familia y se presentó en la Tierra Prometida para ayudar en lo que fuera. Trabajando en un kibutz, por ejemplo. Pero enseguida un semejante le propuso un plan mejor: cantar para los soldados. Quizá no sea buena idea: si se trata de levantar la moral a la tropa, adujo, mis canciones son de penas. No digas eso, hombre. Y el poeta fue a la guerra.
Y cantó y cantó y cantó; durante tres meses, hasta siete y ocho veces al día, en bases y hospitales de campaña, en el Sinaí y en “los ojos de Israel”, el monte Hermón: “La excitación, la energía y el alborozo, mezcladas como estaban con una terrible tristeza, crearon la más emotiva actuación que he visto en mi vida”, confesará un testigo promotor." (Mario Noya)
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