domingo, 4 de agosto de 2019

¿PODEMOS HACER UN MUNDO MEJOR?
Si queremos un mundo mejor (aunque nosotros ya no lo veamos, ni podamos vivir en él), deberíamos comenzar por decir y decirnos algunas verdades:
Que las cosas no son blancas o negras.
Se trata de un pensamiento simplista y peligroso.
Que es difícil apoyar demasiado peso sobre el amor a primera vista.
Son extrañas coincidencias que se prolongan por poco tiempo, y que en la mayoría de los casos terminar tan rápido como empezaron.
Que en la mayoría de los casos preferimos reconocer que le tenemos miedo a la muerte.
Aunque en realidad, sospecho, que a lo que realmente tememos es a la Vida.
Que contradecirse no siempre está mal.
Tenemos derecho a crecer, y cambiar nuestras opiniones.
Que los que dicen tener “todo” suelen ser personas poco pensantes, superficiales y que, difícilmente, logren mantener una conversación interesante por más de quince minutos.
Que decimos que, con el paso del tiempo, el amor “se transforma” en otros sentimientos: afecto, estima, compañerismo, etc.
Pero, en realidad, nos pasamos toda la vida buscando amor, y del bueno, ese que aún no se “ha transformado en otros sentimientos”.
Que cuando les pedimos a los jóvenes, a los 16 o 17 años, que decidan una carrera o un estudio, los estamos condenando a comportarse como irresponsables adivinos.
Ninguna persona normal, a esa edad de cambios y formación, sueños, e ideales, puede tomar una decisión sana acerca de su futuro.
Aceptemos, de una vez, que si el Sol y la Luna, los pájaros y los ríos, están movidos por un mandato vital, resulta evidente que nosotros no somos la excepción.
Desconociendo nuestro mandato vital, sólo somos capaces de dar golpes al aire, fatuos, caminar como zombis, y habitar este mundo como hojas secas arrastradas por miles de vientos extraños y confusos.
Y, por último:
Dejemos de vender al amor y al matrimonio, en su “formato” actual, como si se tratase del paraíso terrenal.
Porque en la mayoría de los casos, condenamos a los jóvenes a decepciones y frustraciones permanentes.
Porque…
La Vida, la verdadera, la consciente, en la que no renunciamos a nuestra esencia, implica un trabajo dedicado, de suma atención, profundo conocimiento de uno mismo, y del estudio de auténtica Sabiduría.

Por eso…
Acéptate y asúmete como un ser único, irremplazable, necesario, maravilloso; que nadie, nunca, jamás, y por ningún motivo, logre apartarte de tu eje, de tu centro;
Y no le prestes tanta atención a lo que digan los demás: ellos también están muertos de miedo, buscándose, desesperados por ser felices.
Y no te olvides nunca:
Podrás serás tú mismo, en mayor o menos grado, pero jamás lograrás ser otro.
Ni lo intentes, ni gastes energía en conseguirlo.
Celébrate y celebra al mundo que te rodea, antes de que la Fiesta se termine.

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