"Los israelíes están hartos de contar los cohetes del terrorismo, pero también de contar votos y bancas. Las decisiones difíciles no sólo deben tomarse en el ámbito de la seguridad, la política también las necesita"
Para que un candidato pueda asumir como primer ministro en Israel no es necesario que obtenga la mayor cantidad de votos, sino que debe ser recomendado para el cargo por la mayoría de los parlamentarios elegidos por los ciudadanos. En la Knéset (parlamento israelí) hay 120 bancas, por lo que para que el líder de un partido pueda asumir como primer ministro debe recibir el apoyo de por lo menos 61 parlamentarios.
Después de las primeras elecciones de este año, celebradas en abril, el primer ministro, Benjamín Netanyahu, no pudo formar Gobierno luego de haber recibido el mandato para hacerlo del presidente, Reuven Rivlin, por lo que se llamó nuevamente a las urnas en septiembre. Luego, Netanyahu fracasó otra vez, por lo que la oportunidad de hacerlo pasó al líder de Azul y Blanco y exjefe del ejército Benny Gantz, quien tampoco pudo establecer una coalición. Por lo tanto, Rivlin decidió entregar el mandato a cualquier miembro de la Knéset que logre juntar al menos 61 apoyos. Cualquiera, ya da lo mismo.
Sin embargo, es casi imposible que nadie logre armar una coalición de gobierno. Por lo tanto, vamos, tomemos las calculadoras y comencemos a hacer cuentas. Resolvamos estos problemas matemáticos y tratemos de destrabar la política israelí.
En los últimos comicios, el primer ministro Netanyahu, del Likud, obtuvo 32 bancas en la Knéset, y su rival Benny Gantz, de Azul y Blanco, 33. Entonces:
61-32 = 29. Netanyahu debe juntar 29 apoyos más.
61-33 = 28. Gantz debe recibir el respaldo de 28.
Hasta ahora, todo es relativamente sencillo. Pero ¿quién apoya a cada uno de los candidatos? Continuemos tratando de resolver los problemas matemáticos.
Netanyahu tiene el apoyo de la derecha y los partidos ortodoxos, pero entre todos no alcanzan los 61 escaños necesarios para formar Gobierno. Sumemos:
32 del Likud + 7 de la disuelta alianza derechista Yamina + 9 del partido ortodoxo sefaradí Shas + 7 del ortodoxo ashkenazí Judaísmo Unido de la Torá = 55. No llega.
A pesar de haber ganado la elección por una banca en la Knéset, las cuentas que debemos hacer en el caso de Gantz son un poco más complejas. Si bien tiene los apoyos de la izquierda, estos son muy pocos, por lo que matemáticamente precisa de la alianza con los partidos árabes, que por primera vez en la historia del país recomendaron a un candidato sionista para primer ministro; lo que sea por remover a Netanyahu del poder, claro. Sin embargo, los miembros de estas fuerzas son antisionistas y suelen defender o justificar a los terroristas enemigos de Israel, por lo que su apoyo a Gantz no sólo será demasiado frágil, sino que además la imagen del líder de Azul y Blanco podría verse dañada si los parlamentarios árabes ingresan a un Gobierno encabezado por él. Espero que haya quedado claro esta compleja situación; si no, no importa, para eso tenemos las matemáticas. Ordenemos un poco el asunto de Gantz.
33 de Azul y Blanco + 6 de Avodá-Guesher + 5 de Unión Democrática = 44. Muy poquito.
Copio y pego: 33 de Azul y Blanco + 6 de Avodá-Guesher + 5 de Unión Democrática = 44. Y agrego los 13 de la Lista Árabe Conjunta = 57. Tampoco alcanza, pero suma fuerza.
¿Quién tiene el as el manga? Avigdor Liberman, el líder del partido derechista Yisrael Beiteinu, quien cuenta con 8 bancas. Sin embargo, este político de larga trayectoria y exministro de Defensa no tiene un especial cariño por los ortodoxos del bloque de Netanyahu ni por los parlamentarios árabes que podrían apoyar a Gantz con el único fin de remover al actual primer ministro del poder. Entonces:
54 + 8 = 62. Netanyahu podría gobernar.
57 (con la Lista Árabe Conjunta) + 8 = 65. Gantz podría gobernar.
Sin embargo, nada de esto sucederá. Liberman pidió a ambos candidatos que formaran un Gobierno de unidad, ya que, de hacerlo, no necesitarían de nadie más.
33 (Azul y Blanco) + 32 (Likud) = 65. Se puede formar un Gobierno, al que seguramente se uniría Yisrael Beiteinu. Por lo que 65 + 8 = 73.
33 (Azul y Blanco) + 32 (Likud) = 65. Se puede formar un Gobierno, al que seguramente se uniría Yisrael Beiteinu. Por lo que 65 + 8 = 73.
Vale aclarar que la izquierda y los partidos árabes no apoyarían a un Gobierno encabezado por Netanyahu, y los ortodoxos no respaldarían a un Gobierno del que forme parte Liberman.
73 escaños son más que suficientes, claro. Pero hay un problema. ¿Quién sería el primer ministro? El presidente propuso un Gobierno de rotación encabezado por Netanyahu durante dos años y luego por Gantz durante los otros dos. Liberman apoyó esta propuesta. Sin embargo, el líder de Azul y Blanco desea empezar él, por lo que rechazó la proposición de Rivlin.
También hay que aclarar que Netanyahu no tiene intenciones de abandonar su bloque, compuesto por la derecha y los ortodoxos, algo que fue exigido en reiteradas ocasiones por Gantz y Liberman como condición para formar un Gobierno de unidad. Seguramente, el primer ministro teme que Azul y Blanco lo traicione e intente removerlo del poder, y sin el apoyo de su bloque, el cual se sentiría traicionado si Netanyahu le da la espalda, el primer ministro se vería muy debilitado en el futuro.
Si bien las probabilidades de formar un Gobierno de unidad eran casi nulas, la situación empeoró luego de que el fiscal general, Avishai Mandelblit, acusara formalmente a Netanyahu de soborno, fraude y abuso de confianza. A pesar de que la ley permite al líder del Likud continuar en el cargo de primer ministro y asumir nuevamente si obtiene el apoyo de la Knéset, Azul y Blanco lo vio como una posibilidad única para exigir su renuncia, por lo que la lucha se intensificó y las chances de alcanzar un acuerdo para formar un Gobierno de unidad ya se puede decir que son absolutamente nulas.
¿Algún otro miembro de la Knéset podría formar un Gobierno? Claro que no, lo sabe todo el mundo, empezando por Netanyahu y Gantz.
Hay un candidato del Likud, Gideon Saar, que, cual zombie, de pronto salió a la superficie y no sólo pidió competir con Netanyahu en unas elecciones primarias, sino que además manifestó que él sí puede formar un Gobierno. Sus chances de ganar son pocas, ya que, más allá de que existe algún que otro foco de rebeldía dentro del partido, el apoyo a Netanyahu es muy importante aún. El primer ministro intentó evitar las internas, pero finalmente se llevarán a cabo muy pronto. Este desafío a Netanyahu en su propia facción también es una buena noticia para Azul y Blanco, cuyo objetivo es debilitar al Likud.
Lo extraño es que Netanyahu y Gantz son muy parecidos ideológicamente. Es más, algunos analistas afirman que son los rivales políticos con mayores ideas en común en la historia de Israel, sobre todo en lo que se refiere al conflicto con el terrorismo palestino. De hecho, Gantz, quien fue jefe del ejército y estuvo al mando del mismo durante dos operaciones contra facciones extremistas en Gaza, apoyó los bombardeos del ejército durante la última escalada contra los terroristas de la Yihad Islámica. Las diferencias que pueden haber en asuntos económicos y sociales son mínimas e irrelevantes, nada que pueda llevar al fracaso de una negociación.
Si bien Netanyahu estaba aferrado a su posición de no ceder ante Gantz respecto de su bloque, ahora se aferrará aún más, ya que, después de más de una década de gobierno exitoso, no desea abandonar el poder como un delincuente debido a las causas que pesan en su contra, y que él ve como una persecución de la Justicia y la prensa.
¿Exitoso Gobierno? Claro. En el ámbito de la economía, pocos se animan a negarlo. En lo que a seguridad se refiere, tal vez sea más discutible, ya que, a pesar de que Israel ha dado golpes fuertes a las organizaciones terroristas en todos los frentes, lo cierto es que Hamás, Yihad Islámica, Hezbolá y otras aún continúan atacando. Pero el éxito más importante lo tuvo en lo que a política internacional se refiere. No sólo porque hoy Irán está más aislado que nunca, sino porque Israel mantiene vínculos formales e informales con varias naciones árabes. Sí, seguramente porque comparten con el Estado judío el mismo enemigo común: Irán. Al fin y al cabo, es irrelevante el motivo, lo importante es el logro. Esto es política.
Israel se enfrenta a muchos desafíos en materia de seguridad, ya que Irán continúa armando y financiando a sus satélites: Hamás y Yihad Islámica en Gaza, Hezbolá en el Líbano y las milicias proiraníes en Siria. Además, la economía israelí se encuentra muy saludable, por lo que no es necesario dañarla con unas terceras elecciones en menos de un año; deben evitarse a como dé lugar.
Los israelíes están casi tan cansados de ir a votar y del estancamiento político como de los cohetes de los terroristas. En la arena política hay quienes piden elecciones directas entre Gantz y Netanyahu para terminar con el asunto. De hecho, el Likud ha presentado una propuesta formal para que se lleven a cabo, y quien las gane podría obtener un 10% más de parlamentarios (alrededor de 12) para que pueda formar Gobierno y esta lucha termine. Dicha propuesta parece contar con un apoyo bastante importante del resto de las fuerzas políticas, pero el Comité Electoral se opuso a la misma.
Veremos qué sucede. Tal vez sea la solución, no lo sé. Sólo espero que la próxima votación sea la última y ya no necesitemos calculadoras.
El Medio Oriente está esperando el plan de paz para el conflicto israelí-palestino del presidente estadounidense, Donald Trump; plan que parece que cuenta con el apoyo de buena parte de la región. Si no funciona porque la dirigencia palestina no lo acepta, el beneficio de este plan igualmente sería indiscutible, ya que terminaría de quitarle la máscara a dos Gobiernos (el de la Autoridad Palestina en Cisjordania y el de Hamás en Gaza) que claramente no quieren la paz.
Los israelíes están hartos de contar los cohetes del terrorismo, pero también de contar votos y bancas. Las decisiones difíciles no sólo deben tomarse en el ámbito de la seguridad, la política también las necesita.
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