LOS PASOS DE MIS PADRES
En mi casa de infancia, había un largo pasillo que conectaba el comedor con dos habitaciones.
La mía, en cambio, se encontraba ubicada en la mitad del corredor, y tenía una amplia ventana.
Cuando mis padres lo atravesaban, en una u otra dirección, yo, desde mi habitación, lograba distinguir con absoluta claridad si eran los pasos de mi padre o de mi madre.
Estoy casi convencido que, incluso hoy, con la puerta cerrada de mi habitación, podría volver a reconocerlos.
Pero han pasado cincuenta años, mis padres ya no están, y esos pasos…
Me pregunto:
¿Dónde quedan los pasos de un hombre cuando parte de este mundo?
¿Dónde la particularidad de su andar, su caminar único y distintivo?
El eco de los pasos de mis padres, forman parte de mi ser más profundo.
Mis hijos, distinguen los míos.
Mis nietos, los suyos.
Tengo la más absoluta certeza de que cuando uno olvida el sonido del andar de sus padres, definitivamente ya no sabe hacia dónde se dirige.
Y sólo deambula, descarriado, en círculos de mera supervivencia.
Como un ave migratoria que ha extraviado su rumbo y su bandada.
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