miércoles, 2 de febrero de 2022

 

Revista de Prensa

 

La patraña del apartheid y la deslegitimación de Israel: en qué se parecen Hamás y Amnistía Internacional

 

 

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La sección británica de Amnistía Internacional (AI) ha evacuado un informe israelófobo desde el mero título, Israel’s apartheid against Palestinians: a Cruel System of Domination and Crime Against Humanity (“El apartheid de Israel contra los palestinos: un cruel sistema de dominación y un crimen contra la Humanidad”), que le ha hecho merecedora de un alud de críticas, entre las que cabe destacar la del Britain Israel Communications and Research Center (Bicom), que no sólo ha elaborado una respuesta rápida en forma de briefing de cinco páginas sino que ha anunciado la actualización de su informe The Apartheid Smear (“La calumnia del apartheid”), elaborado por el profesor Alan Johnson en 2014. 

“Amnistía Internacional, antaño una impecable protectora de los derechos humanos, ha descendido a una nueva sima con su informe, en el que etiqueta a Israel como [Estado practicante del] ‘apartheid’ tanto en el Israel previo a 1967 [tras la Guerra defensiva de los Seis Días, el Estado judío se hizo con Gaza, Judea y Samaria/Cisjordania/Margen Occidental, la zona oriental de Jerusalén y los Altos del Golán] como en la Margen Occidental”, afirma Bicom, para quien el libelo de AI, “relato perverso y parcial de un conflicto complejo”, afecta negativamente a “las esperanzas locales y regionales de construir la paz y avanzar hacia una solución” de la querella israelo-palestina.

Son tres las acusaciones fundamentales de Bricom contra AI:

1) Insiste en la calumnia o patraña del apartheid partiendo de la posición israelófoba de que Israel tiene la “intención de mantener (…) un sistema de opresión y dominación” desde su mera fundación como Estado moderno (1948), en un evidente intento de “demonizar” y deslegitimar al Estado judío a base de descontextualizaciones y omisiones groseras. “El Israel de la Línea Verde de 1967 es un Estado en el que la minoría árabe, un 21% de la población, son ciudadanos con derecho a voto que desempeñan completamente su papel en la sociedad”, recuerda Bicom, para acto seguido denunciar que el informe de AI “borra de la memoria histórica los intentos israelíes de conseguir la paz mediante negociaciones”, así como los consiguientes rechazos palestinos, y que la defensa por parte de la controvertida ONG del derecho de retorno para millones de refugiados palestinos, “no a un nuevo Estado palestino sino al propio Israel”, tendría por consecuencia “dos Estados de mayoría palestina: uno en Israel y el otro en la Margen Occidental”. Que habría que sumar al que ya existe de facto en la Gaza gobernada por la organización terrorista Hamás –también israelófoba– y al reino hachemita de Jordania. Cuatro Estados palestinos, ninguno judío, pues.

2) Ignora desarrollos prometedores, como el inaudito Gobierno de coalición actualmente existente en Israel –donde el partido árabe Raam tiene un rol determinante–, el sostenido esfuerzo de Jerusalén por reducir la brecha socioeconómica entre las comunidades árabe y judía y los históricos Acuerdos de Abraham, que “reconocen explícitamente que la herencia compartida de las religiones abrahámicas debería ser el nuevo pilar” de las relaciones entre Israel y el mundo árabe. 

Los Acuerdos de Abraham estipulan específicamente que esa herencia compartida debería ser la base para un “espíritu de coexistencia, entendimiento y respeto mutuo”. En vivo contraste, Amnistía adopta la narrativa de los extremistas y los intransigentes que fomentan un destructivo ‘activismo del boicot’ en Occidente y dañan las oportunidades regionales de compromiso, reconocimiento mutuo y reconciliación.

3) Sigue la estela de la campaña israelófoba librada por la Unión Soviética en tiempos de la Guerra Fría, que llevó a la infame Resolución 3379 de la Asamblea General de la ONU, donde se equiparó el sionismo con el racismo –aprobada en 1975, se revocó en pleno colapso del Imperio soviético (1991)–, y de la aberrante Conferencia de Durban (Sudáfrica) contra el racismo de 2001, de la que se acabaron retirando EEUU y otros países por el desaforado antisemitismo ambiental pero que dio vida al BDS, movimiento liberticida que pretende la marginación internacional de Israel mediante una vasta campaña de boicot, desinversiones y sanciones.

“Este último informe de Amnistía sigue a otros publicados el año pasado por Human Rights Watch y la ONG israelí B’Tselem, [y] parece ser parte de una campaña más vasta para deslegitimar al Estado de Israel”, apunta Bicom, justo antes de concluir:

Además de descontextualizar las acciones israelíes e ignorar acontecimientos recientes de carácter positivo, el marco del ‘apartheid’ es un paradigma pobre y contraproducente para la comprensión del centenario conflicto. El conflicto israelo-palestino se entiende mejor como una disputa nacional no resuelta entre dos pueblos, ambos con legítimas aspiraciones a la autodeterminación nacional pero que hasta el momento han fracasado a la hora de repartirse la tierra. Como dijo [el sudafricano] Benjamin Pogrund, ex activista anti-apartheid, ex subdirector del ‘Rand Daily Mail’ y amigo de Nelson Mandela: “Aplicar la palabra ‘apartheid’ a los israelíes es factualmente erróneo y políticamente pueril”. El difunto Uri Avnery, activista izquierdista israelí por la paz, sostenía que “la equivocada asunción de que el conflicto israelo-palestino evoca la experiencia sudafricana lleva a una elección estratégica errónea. La política israelí no está basada en teorías raciales sino en un conflicto nacional”.

Amnistía tiene un rol legítimo en la petición de responsabilidades a todos los poderes y Gobiernos por [sus] violaciones a los derechos humanos. Pero no en decidir que el pueblo judío no tiene derecho a la autodeterminación nacional y a un Estado en el que sea mayoritario, cuando la existencia de dicho Estado es la única protección garantizada contra los pogromos y el genocidio.

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