EL DERECHO INTERNACIONAL NO ES NINGUN IMPEDIMENTO PARA LA PROPUESTA DE TRUMP SOBRE GAZA
La Franja no está bajo la soberanía de ninguna nación, un estatus poco común conocido como terra nullius.
Por Eugene Kontorovich
Marzo 3, 2025
traducida por
Marcela Lubczanski
EL DERECHO INTERNACIONAL NO ES NINGUN IMPEDIMENTO PARA LA PROPUESTA DE TRUMP SOBRE GAZA
La Franja no está bajo la soberanía de ninguna nación, un estatus poco común conocido como terra nullius.
Por Eugene Kontorovich
Marzo 3, 2025
Es difícil decir cuan serio es el Presidente Trump acerca de su propuesta de asumir el control y volver a desarrollar la Franja de Gaza. La semana pasada él publicó en redes sociales un video loco generado por Inteligencia Artificial mostrando imágenes rápidas de un rascacielos Trump en Gaza, billetes lloviendo sobre niños que bailan y al Sr. Trump y a Benjamin Netanyahu reclinados sin remera sobre reposeras en la playa. El presidente está trolleando exitosamente a los funcionarios europeos y de Naciones Unidas, quienes han insistido en que el plan violaría el derecho internacional.
Ellos están equivocados. La base legal para la propuesta es directa. Gaza es uno de los muy pocos pedazos de tierra que no están bajo la soberanía de ninguna nación, una condición conocida como terra nullius en el derecho internacional. Tales situaciones son raras porque en la época de posguerra las poblaciones locales pueden obtener reconocimiento para un nuevo estado soberano con facilidad relativa. Una vez establecida, la soberanía es difícil de extinguir.
Pero, debido a una confluencia de circunstancias, Gaza tiene un vacío de soberanía. Como resultado de la invasión de Israel en 1948 por parte de Egipto fue creada una Franja de Gaza diferenciada. Cairo falló en su intento de destruir al recientemente independiente estado judío, pero sí ocupó un dedo de territorio costero entre el Sinaí y Tel Aviv, que llegó a ser conocido como la Franja de Gaza.
Cuando Israel recuperó Gaza en la Guerra de los Seis Días de 1967, tenía derechos soberanos sobre ella. Estos estaban basados en la localización de Gaza dentro de los límites del Mandato de la Liga de las Naciones para Palestina, la entidad predecesora de Israel. Pero el estado judío, como un experimento en “tierra a cambio de paz,” retiró su población civil y presencia militar enteras en el año 2005. La plenitud de la evacuación de Israel indica un abandono de los derechos soberanos. Al menos desde entonces, Gaza ha estado en juego.
Tenía los ingredientes para convertirse en un estado independiente. Pero en las elecciones legislativas del 2006 los palestinos eligieron a Hamas, con una agenda de destruir y asumir el control de Israel en lugar de la soberanía gazatí. Al año siguiente, Hamas preparó un golpe de estado en Gaza. No ha sido creado ningún estado palestino. Esta no es una posición de Trump, sino la visión de largo tiempo de EE.UU. y la mayoría de sus aliados occidentales.
En el 2020, durante la primera administración Trump, Estados Unidos determinó que la Margen Occidental y Gaza están "políticamente y administrativamente separadas" y deberían ser tratadas como entidades separadas—una conclusión que al Presidente Biden no le molestó. Porque Gaza no es un estado, no está sujeta a ocupación militar en virtud de la Cuarta Convención de Ginebra, haciendo irrelevantes las restricciones de los tratados de paz sobre las potencias ocupantes.
La brecha de la soberanía no determina lo que debería suceder al territorio, pero hace legalmente posible un intento estadounidense. Israel, habiendo tomado partes del territorio en una guerra de clara legítima defensa, debería poder reclamar la soberanía sobre todo o parte del territorio, como lo hizo en los Altos del Golán. O Washington y Jerusalén podrían llegar a un acuerdo de condominio—no del tipo previsto para las playas de Gaza, sino un acuerdo en el cual dos naciones comparten la soberanía, como España y Francia en Andorra y muchos países en la Antártida, o el Sudán anglo-egipcio de antaño.
Algunos han argumentado que el "derecho a la autodeterminación" delega automáticamente la soberanía a los residentes de Gaza. Pero la autodeterminación no permite que los grupos étnicos elijan en qué país están—pregunten a los kurdos, los catalanes o los groenlandeses. En cualquier caso, la población palestina ha rechazado categóricamente la soberanía a menos que ésta incluya a Jerusalén, la cual es territorio soberano israelí, y esté acompañada por la migración de millones de árabes dentro de las fronteras soberanas de Israel.
La oferta del Sr. Trump de permitir a los gazatíes irse ha sido criticada también como "limpieza étnica" en violación del derecho internacional. Pero él nunca ha sugerido una remoción violenta o forzada. Más bien, él busca asegurar que los gazatíes sean libres de irse—lo cual ahora no son. Egipto y Hamas juntos mantienen un sistema violento que trata a los gazatíes como siervos para que sirvan como escudos humanos. Esto viola el derecho internacional, en particular los deberes de Egipto en virtud de los tratados de refugiados.
El Sr. Trump busca levantar una cortina de hierro de Gaza, dejando que la gente escape de la tiranía y la destrucción. Nadie discutió que la campaña para la judería soviética era limpieza étnica. Tampoco la comunidad internacional vio la expulsión forzada de la población judía entera de Gaza por parte de Egipto en 1948, y nuevamente por parte de Israel en el 2005, como limpieza étnica. Los planes de paz de "solución de dos estado" convencionales están basados en una expulsión masiva de los judíos de Judea y Samaria.
Una encuesta tomada antes de la guerra mostraba que el 44% de los gazatíes jóvenes están interesados en emigrar; la cantidad sería más grande ahora. Antes de la guerra, el sector público era el empleador más grande, equivaliendo al 21% de la fuerza laboral, seguido por empleos en Israel, seguidos por la Agencia de la ONU de Ayuda y Obras (UNRWA). El sector público y UNRWA son financiados en gran medida por países extranjeros y dirigidos por Hamas. Ni sus empleos ni aquellos en Israel van a volver.
De acuerdo con un informe de la ONU, el 80% de la población en Gaza antes de la guerra dependía de ayudas internacionales. A ellos se les estuvo pagando para que se queden en Gaza. El Sr. Trump plantea correctamente que Gaza es inviable sin la contínua subvención externa. El derecho internacional no prohíbe que actores externos proporcionen tal apoyo, pero ninguno le prohíbe quitarlo u ofrecer términos de relocalización generosos en otras partes.
La soberanía estadounidense se extiende a una variedad de lugares remotos, desde Alaska y Hawaii a las Islas Vírgenes y a las Islas Marianas del Norte, que se volvieron estadounidenses sólo en 1986. Con el tiempo, el Levante Estadounidense—si no la “Gaza de Trump”—puede sonar igual de natural.
El Sr. Kontorovich es un profesor en la Escuela de Derecho Scalia de la Universidad George Mason y un miembro investigador en la Heritage Foundation.
Una vista aérea de Ciudad Gaza en la Franja de Gaza, Febrero 18. Foto: dawoud abu alkas/Reuters
EL DERECHO INTERNACIONAL NO ES NINGUN IMPEDIMENTO PARA LA PROPUESTA DE TRUMP SOBRE GAZA
La Franja no está bajo la soberanía de ninguna nación, un estatus poco común conocido como terra nullius.
Por Eugene Kontorovich
Marzo 3, 2025
Es difícil decir cuan serio es el Presidente Trump acerca de su propuesta de asumir el control y volver a desarrollar la Franja de Gaza. La semana pasada él publicó en redes sociales un video loco generado por Inteligencia Artificial mostrando imágenes rápidas de un rascacielos Trump en Gaza, billetes lloviendo sobre niños que bailan y al Sr. Trump y a Benjamin Netanyahu reclinados sin remera sobre reposeras en la playa. El presidente está trolleando exitosamente a los funcionarios europeos y de Naciones Unidas, quienes han insistido en que el plan violaría el derecho internacional.
Ellos están equivocados. La base legal para la propuesta es directa. Gaza es uno de los muy pocos pedazos de tierra que no están bajo la soberanía de ninguna nación, una condición conocida como terra nullius en el derecho internacional. Tales situaciones son raras porque en la época de posguerra las poblaciones locales pueden obtener reconocimiento para un nuevo estado soberano con facilidad relativa. Una vez establecida, la soberanía es difícil de extinguir.
Pero, debido a una confluencia de circunstancias, Gaza tiene un vacío de soberanía. Como resultado de la invasión de Israel en 1948 por parte de Egipto fue creada una Franja de Gaza diferenciada. Cairo falló en su intento de destruir al recientemente independiente estado judío, pero sí ocupó un dedo de territorio costero entre el Sinaí y Tel Aviv, que llegó a ser conocido como la Franja de Gaza.
Cuando Israel recuperó Gaza en la Guerra de los Seis Días de 1967, tenía derechos soberanos sobre ella. Estos estaban basados en la localización de Gaza dentro de los límites del Mandato de la Liga de las Naciones para Palestina, la entidad predecesora de Israel. Pero el estado judío, como un experimento en “tierra a cambio de paz,” retiró su población civil y presencia militar enteras en el año 2005. La plenitud de la evacuación de Israel indica un abandono de los derechos soberanos. Al menos desde entonces, Gaza ha estado en juego.
Tenía los ingredientes para convertirse en un estado independiente. Pero en las elecciones legislativas del 2006 los palestinos eligieron a Hamas, con una agenda de destruir y asumir el control de Israel en lugar de la soberanía gazatí. Al año siguiente, Hamas preparó un golpe de estado en Gaza. No ha sido creado ningún estado palestino. Esta no es una posición de Trump, sino la visión de largo tiempo de EE.UU. y la mayoría de sus aliados occidentales.
En el 2020, durante la primera administración Trump, Estados Unidos determinó que la Margen Occidental y Gaza están "políticamente y administrativamente separadas" y deberían ser tratadas como entidades separadas—una conclusión que al Presidente Biden no le molestó. Porque Gaza no es un estado, no está sujeta a ocupación militar en virtud de la Cuarta Convención de Ginebra, haciendo irrelevantes las restricciones de los tratados de paz sobre las potencias ocupantes.
La brecha de la soberanía no determina lo que debería suceder al territorio, pero hace legalmente posible un intento estadounidense. Israel, habiendo tomado partes del territorio en una guerra de clara legítima defensa, debería poder reclamar la soberanía sobre todo o parte del territorio, como lo hizo en los Altos del Golán. O Washington y Jerusalén podrían llegar a un acuerdo de condominio—no del tipo previsto para las playas de Gaza, sino un acuerdo en el cual dos naciones comparten la soberanía, como España y Francia en Andorra y muchos países en la Antártida, o el Sudán anglo-egipcio de antaño.
Algunos han argumentado que el "derecho a la autodeterminación" delega automáticamente la soberanía a los residentes de Gaza. Pero la autodeterminación no permite que los grupos étnicos elijan en qué país están—pregunten a los kurdos, los catalanes o los groenlandeses. En cualquier caso, la población palestina ha rechazado categóricamente la soberanía a menos que ésta incluya a Jerusalén, la cual es territorio soberano israelí, y esté acompañada por la migración de millones de árabes dentro de las fronteras soberanas de Israel.
La oferta del Sr. Trump de permitir a los gazatíes irse ha sido criticada también como "limpieza étnica" en violación del derecho internacional. Pero él nunca ha sugerido una remoción violenta o forzada. Más bien, él busca asegurar que los gazatíes sean libres de irse—lo cual ahora no son. Egipto y Hamas juntos mantienen un sistema violento que trata a los gazatíes como siervos para que sirvan como escudos humanos. Esto viola el derecho internacional, en particular los deberes de Egipto en virtud de los tratados de refugiados.
El Sr. Trump busca levantar una cortina de hierro de Gaza, dejando que la gente escape de la tiranía y la destrucción. Nadie discutió que la campaña para la judería soviética era limpieza étnica. Tampoco la comunidad internacional vio la expulsión forzada de la población judía entera de Gaza por parte de Egipto en 1948, y nuevamente por parte de Israel en el 2005, como limpieza étnica. Los planes de paz de "solución de dos estado" convencionales están basados en una expulsión masiva de los judíos de Judea y Samaria.
Una encuesta tomada antes de la guerra mostraba que el 44% de los gazatíes jóvenes están interesados en emigrar; la cantidad sería más grande ahora. Antes de la guerra, el sector público era el empleador más grande, equivaliendo al 21% de la fuerza laboral, seguido por empleos en Israel, seguidos por la Agencia de la ONU de Ayuda y Obras (UNRWA). El sector público y UNRWA son financiados en gran medida por países extranjeros y dirigidos por Hamas. Ni sus empleos ni aquellos en Israel van a volver.
De acuerdo con un informe de la ONU, el 80% de la población en Gaza antes de la guerra dependía de ayudas internacionales. A ellos se les estuvo pagando para que se queden en Gaza. El Sr. Trump plantea correctamente que Gaza es inviable sin la contínua subvención externa. El derecho internacional no prohíbe que actores externos proporcionen tal apoyo, pero ninguno le prohíbe quitarlo u ofrecer términos de relocalización generosos en otras partes.
La soberanía estadounidense se extiende a una variedad de lugares remotos, desde Alaska y Hawaii a las Islas Vírgenes y a las Islas Marianas del Norte, que se volvieron estadounidenses sólo en 1986. Con el tiempo, el Levante Estadounidense—si no la “Gaza de Trump”—puede sonar igual de natural.
El Sr. Kontorovich es un profesor en la Escuela de Derecho Scalia de la Universidad George Mason y un miembro investigador en la Heritage Foundation.
Una vista aérea de Ciudad Gaza en la Franja de Gaza, Febrero 18. Foto: dawoud abu alkas/Reuters
Es difícil decir cuan serio es el Presidente Trump acerca de su propuesta de asumir el control y volver a desarrollar la Franja de Gaza. La semana pasada él publicó en redes sociales un video loco generado por Inteligencia Artificial mostrando imágenes rápidas de un rascacielos Trump en Gaza, billetes lloviendo sobre niños que bailan y al Sr. Trump y a Benjamin Netanyahu reclinados sin remera sobre reposeras en la playa. El presidente está trolleando exitosamente a los funcionarios europeos y de Naciones Unidas, quienes han insistido en que el plan violaría el derecho internacional.
Ellos están equivocados. La base legal para la propuesta es directa. Gaza es uno de los muy pocos pedazos de tierra que no están bajo la soberanía de ninguna nación, una condición conocida como terra nullius en el derecho internacional. Tales situaciones son raras porque en la época de posguerra las poblaciones locales pueden obtener reconocimiento para un nuevo estado soberano con facilidad relativa. Una vez establecida, la soberanía es difícil de extinguir.
Pero, debido a una confluencia de circunstancias, Gaza tiene un vacío de soberanía. Como resultado de la invasión de Israel en 1948 por parte de Egipto fue creada una Franja de Gaza diferenciada. Cairo falló en su intento de destruir al recientemente independiente estado judío, pero sí ocupó un dedo de territorio costero entre el Sinaí y Tel Aviv, que llegó a ser conocido como la Franja de Gaza.
Cuando Israel recuperó Gaza en la Guerra de los Seis Días de 1967, tenía derechos soberanos sobre ella. Estos estaban basados en la localización de Gaza dentro de los límites del Mandato de la Liga de las Naciones para Palestina, la entidad predecesora de Israel. Pero el estado judío, como un experimento en “tierra a cambio de paz,” retiró su población civil y presencia militar enteras en el año 2005. La plenitud de la evacuación de Israel indica un abandono de los derechos soberanos. Al menos desde entonces, Gaza ha estado en juego.
Tenía los ingredientes para convertirse en un estado independiente. Pero en las elecciones legislativas del 2006 los palestinos eligieron a Hamas, con una agenda de destruir y asumir el control de Israel en lugar de la soberanía gazatí. Al año siguiente, Hamas preparó un golpe de estado en Gaza. No ha sido creado ningún estado palestino. Esta no es una posición de Trump, sino la visión de largo tiempo de EE.UU. y la mayoría de sus aliados occidentales.
En el 2020, durante la primera administración Trump, Estados Unidos determinó que la Margen Occidental y Gaza están "políticamente y administrativamente separadas" y deberían ser tratadas como entidades separadas—una conclusión que al Presidente Biden no le molestó. Porque Gaza no es un estado, no está sujeta a ocupación militar en virtud de la Cuarta Convención de Ginebra, haciendo irrelevantes las restricciones de los tratados de paz sobre las potencias ocupantes.
La brecha de la soberanía no determina lo que debería suceder al territorio, pero hace legalmente posible un intento estadounidense. Israel, habiendo tomado partes del territorio en una guerra de clara legítima defensa, debería poder reclamar la soberanía sobre todo o parte del territorio, como lo hizo en los Altos del Golán. O Washington y Jerusalén podrían llegar a un acuerdo de condominio—no del tipo previsto para las playas de Gaza, sino un acuerdo en el cual dos naciones comparten la soberanía, como España y Francia en Andorra y muchos países en la Antártida, o el Sudán anglo-egipcio de antaño.
Algunos han argumentado que el "derecho a la autodeterminación" delega automáticamente la soberanía a los residentes de Gaza. Pero la autodeterminación no permite que los grupos étnicos elijan en qué país están—pregunten a los kurdos, los catalanes o los groenlandeses. En cualquier caso, la población palestina ha rechazado categóricamente la soberanía a menos que ésta incluya a Jerusalén, la cual es territorio soberano israelí, y esté acompañada por la migración de millones de árabes dentro de las fronteras soberanas de Israel.
La oferta del Sr. Trump de permitir a los gazatíes irse ha sido criticada también como "limpieza étnica" en violación del derecho internacional. Pero él nunca ha sugerido una remoción violenta o forzada. Más bien, él busca asegurar que los gazatíes sean libres de irse—lo cual ahora no son. Egipto y Hamas juntos mantienen un sistema violento que trata a los gazatíes como siervos para que sirvan como escudos humanos. Esto viola el derecho internacional, en particular los deberes de Egipto en virtud de los tratados de refugiados.
El Sr. Trump busca levantar una cortina de hierro de Gaza, dejando que la gente escape de la tiranía y la destrucción. Nadie discutió que la campaña para la judería soviética era limpieza étnica. Tampoco la comunidad internacional vio la expulsión forzada de la población judía entera de Gaza por parte de Egipto en 1948, y nuevamente por parte de Israel en el 2005, como limpieza étnica. Los planes de paz de "solución de dos estado" convencionales están basados en una expulsión masiva de los judíos de Judea y Samaria.
Una encuesta tomada antes de la guerra mostraba que el 44% de los gazatíes jóvenes están interesados en emigrar; la cantidad sería más grande ahora. Antes de la guerra, el sector público era el empleador más grande, equivaliendo al 21% de la fuerza laboral, seguido por empleos en Israel, seguidos por la Agencia de la ONU de Ayuda y Obras (UNRWA). El sector público y UNRWA son financiados en gran medida por países extranjeros y dirigidos por Hamas. Ni sus empleos ni aquellos en Israel van a volver.
De acuerdo con un informe de la ONU, el 80% de la población en Gaza antes de la guerra dependía de ayudas internacionales. A ellos se les estuvo pagando para que se queden en Gaza. El Sr. Trump plantea correctamente que Gaza es inviable sin la contínua subvención externa. El derecho internacional no prohíbe que actores externos proporcionen tal apoyo, pero ninguno le prohíbe quitarlo u ofrecer términos de relocalización generosos en otras partes.
La soberanía estadounidense se extiende a una variedad de lugares remotos, desde Alaska y Hawaii a las Islas Vírgenes y a las Islas Marianas del Norte, que se volvieron estadounidenses sólo en 1986. Con el tiempo, el Levante Estadounidense—si no la “Gaza de Trump”—puede sonar igual de natural.
El Sr. Kontorovich es un profesor en la Escuela de Derecho Scalia de la Universidad George Mason y un miembro investigador en la Heritage Foundation.
Una vista aérea de Ciudad Gaza en la Franja de Gaza, Febrero 18. Foto: dawoud abu alkas/Reuters
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