martes, 27 de mayo de 2025

 MAX BERLINER: "SER JUDÍO NO ES UNA RELIGIÓN, ES UNA MANERA DE SENTIR EL MUNDO CON RESPONSABILIDAD ": Max Berliner no solo fue un artista; fue un alma encendida por la vida, un testimonio viviente del dolor transformado en luz. Nació en Polonia en 1919 y emigró a Argentina escapando del antisemitismo que ya se respiraba en Europa. La herida de la guerra, del exilio y del genocidio lo marcó para siempre, pero no lo quebró: lo hizo más fuerte, más sabio, más humano.

Desde muy joven encontró en el teatro una forma de sanar y sanar a otros. Fue actor, director, escritor y, sobre todo, un narrador de la memoria. “Ser judío no es una religión, es una manera de sentir el mundo con responsabilidad”, decía, con los ojos llenos de historia y ternura.
Max convirtió cada escenario en un altar de la vida, donde honraba a los que ya no estaban y educaba a los que venían. No hablaba del pasado con odio, sino con amor por la verdad. “La Shoá no me robó la fe en la humanidad, me dio el deber de recordarla para siempre”, repetía con voz firme, como si cada palabra llevara una piedra para construir un puente hacia el futuro.
Sobre Israel, hablaba con un amor maduro, sin ceguera ni fanatismo. “Israel es nuestro refugio, pero también debe ser un ejemplo; no podemos construir nuestro hogar sobre el dolor de otros.” Su visión era la de un pacifista incansable, un soñador con los pies firmes en la historia.
“La memoria no es una mochila, es un motor”, decía. Y hasta sus últimos días, Max siguió visitando escuelas, hablando con jóvenes, sembrando semillas de conciencia.
Murió en 2019, pero su legado vive en cada acto de justicia, en cada voz que se alza contra el olvido. Max Berliner no se apagó: se multiplicó.
Bio
Max Berliner —nacido Mordcha Berliner nació en Varsovia el.23 de octubre de 1919. Fue un actor, autor y director de cine y teatro polaco que desarrolló toda su carrera en Argentina.
Berliner pregonó por la difusión de la lengua ídish –interpretando frecuentemente en dicha lengua–, y de la promoción de la cultura judía, realizando obras de teatro en castellano.
Decía" Soy el único actor de la colectividad que vive en dos mundos. Yo hago en ídish teatro universal, y en castellano temáticas judías."
Participó durante toda su vida en cine, teatro y televisión, realizando algunas interpretaciones en coproducciones internacionales —como Highlander II: The Quickening o Apartment Zero—.
Desde 1947 ejerció como profesor de teatro y música en ídish en la escuela Sholem Aleijem, durante casi 60 años. Esta escuela bautizó a su salón de actos con el nombre de 'Max Berliner' en reconocimiento a su trayectoria.
El legado de Max Berliner trasciende el arte: es una llama viva de memoria, amor aparte, humanidad y valentía.
En quienes lo conocieron es una voz que no se apaga, un gesto que aún conmueve, un alma que sigue actuando en el escenario invisible de la memoria.
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