En la década de 1930, Perú promulgó una legislación que restringía fuertemente la inmigración.
La inmigración estaba totalmente prohibida y la actividad económica de los inmigrantes que habían ingresado previamente al país estaba estrictamente limitada.
En 1942, luego de comenzadas las deportaciones a los campos de exterminio, el gobierno peruano rechazó una solicitud de la comunidad judía local para permitir la entrada a 50 niños judíos de Francia. Sólo 536 judíos emigraron a Perú entre 1933 y 1943.
José María Barreto, cónsul general de Perú en Ginebra, fue contactado por Abraham Silberschein, líder de RELICO, una organización de ayuda judía en Suiza, quien le pidió que expidiera pasaportes peruanos para judíos bajo ocupación alemana. "El Sr. Barreto estaba convencido de que, con este acto altamente humano, salvaría a varias personas."
Cuando el portador de uno de estos pasaportes llegó a Suiza, el documento despertó sospechas y la policía suiza informó a la embajada peruana en Berna.
La embajada llevó el asunto a conocimiento del Ministerio de Relaciones Exteriores en Lima y exigió una lista de estos pasaportes. Barreto obedeció y explicó que había querido ayudar a los judíos perseguidos en los campos de concentración, cuyas vidas, en caso contrario, correrían serio peligro. Agregó que esperaba que el embajador actuara con comprensión y consideración.
El Ministerio de Relaciones Exteriores canceló todos los pasaportes y destituyó a Barreto de su servicio.
José María Barreto fue reconocido por Yad Vashem como Justo de las Naciones en 2014.
Cortesía de: Israel en Español
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