En 1939, mientras Europa se preparaba para los horrores de la guerra, surgió un héroe silencioso — no de las filas de soldados o estadistas, sino de la oficina de un corredor de bolsa en Londres.
Nicholas Winton, un joven banquero británico de vacaciones, se encontró en Praga, donde las familias judías ya enfrentaban persecución.
Winton organizó lo que se conocería como el Kindertransport checo. Forjó documentos, navegó por un sinfín de burocracia, y suplicó a extraños donaciones y hogares de acogida en Gran Bretaña. Arregló ocho trenes para llevar a 669 niños a la seguridad — niños que de otro modo habrían sido tragados por el Holocausto. Hizo todo esto en silencio, sin reconocimiento, impulsado únicamente por un sentido del deber moral. No era un soldado, ni un espía — solo un hombre que se negó a mirar hacia otro lado.
Durante 50 años, no le contó a nadie. Ni siquiera a su esposa.
Sus actos heroicos podrían haber permanecido en secreto para siempre, si ella no hubiera descubierto un viejo álbum en el ático lleno de nombres, fotos y cartas de los niños rescatados.
Décadas más tarde, en un programa de la BBC, Winton fue invitado como huésped, sin saber que el público del estudio estaba lleno de esos mismos niños, ahora adultos con familias propias.
Se levantaron y aplaudieron al hombre que les había dado la vida.
Nicholas Winton no buscaba gloria; simplemente eligió actuar, demostrando que incluso una persona ordinaria puede moldear la historia a través de una bondad silenciosa y valiente.
Historical and Archaelogy

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