lunes, 5 de agosto de 2013
Hezbolá y Europa
Llamar por fin terrorista al brazo armado de la milicia chií tiene más valor político que práctico
Después de estudiarlo durante años, la Unión Europea ha decidido incluir al brazo armado de Hezbolá, el movimiento paramilitar chií libanés, en su lista de organizaciones terroristas. El acuerdo adoptado por unanimidad y al que no son ajenas las renovadas presiones de EEUU e Israel, excluye su rama política y permite en teoría congelar activos de jefes de la milicia fundamentalista, impedir sus viajes y la captación de fondos o facilitar la acción policial, al poder invocar la legislación antiterrorista en sus investigaciones.
La medida ha sido frenada antes por el temor de algunos Gobiernos a las represalias contra las tropas europeas de la fuerza de pacificación de la ONU en Líbano; o a perder capacidad de interlocución política en el país. Líbano es un rompecabezas confesional cuya estabilidad persiguen tanto EE UU como Europa y donde Hezbolá, cuya fuerza militar supera con mucho la del testimonial Ejército nacional, maneja a su antojo las palancas del poder y las instituciones. En la decisión final de la UE ha influido la evidencia de que Hezbolá estuvo tras el atentado que mató a seis israelíes en Bulgaria el año pasado. Pero, sobre todo, la abierta intervención de la milicia chií en apoyo de Bachar el Asad. Aunque al precio de ahondar el alarmante foso libanés entre chiíes y suníes (contrarios estos a El Asad) la entrada en combate de Hezbolá siguiendo órdenes de Irán —su munificente patrón ideológico, armamentista y económico— está rompiendo el punto muerto de la guerra civil siria en favor del déspota de Damasco.
Bienvenidas sean las represalias contra Hezbolá, poco después del acuerdo por el que la UE rechaza en adelante compromisos con Israel que impliquen la participación o beneficien a los territorios que ocupa en Cisjordania. Pero es de temer que tienen más valor como gesto político —el de llamar terrorismo al terrorismo— que por sus repercusiones prácticas. Hezbolá, el partido de Dios, criatura de la revolución iraní de 1979, es, pese a la distinción hecha en Bruselas, una organización unitaria y tentacular que, como remachan sus dirigentes, no establece diferencias entre las actuaciones de sus combatientes y sus propósitos políticos. Como todo grupo ultra militante y de contornos difusos, se aviene mal con unos encasillamientos que en la práctica pueden hacer imposible deslindar sus ámbitos a la hora de limitar su capacidad de actuación en Europa.
http://elpais.com/elpais/2013/07/24/opinion/1374688826_668466.html