El temible comandante de Hezbolla que manda a niños a morir en Siria.
Es un experto en explosivos que participó en atentados en todo el mundo. Escapó de la muerte y ahora conduce a miles de adolescentes libaneses a luchar en un país que les es ajeno. Su relación con los ataques terroristas en Buenos Aires
Mustafá Amine Badreddine manejaba su Mercedes Benz a la vista de todos. Lo estacionaba en su casa al lado del mar en Jounieh, un elegante barrio al norte de Beirut, “enmarcado” en una bahía. Descendía con naturalidad de su vehículo y sonreía amablemente a sus vecinos. Allí, era uno más. Era, para todos, un joyero cristiano al que le gustaban las mujeres. Unplayboy. Pero no mucho más. Lo conocían como “Sami Issa“, una de las tantas identidades que el máximo experto en el armado y detonación de bombas de Hezbollah tiene para desorientar a sus enemigos, pero sobre todo a la justicia.
Hoy, Badreddine es el comandante del grupo terrorista en Siria, donde la milicia chiíta respalda el sangriento régimen de Bashar Al-Assad. Es con él y con Hassan Nasrallah -jefe de Hezbollah– que Badreddine comparte tertulias para coordinar fuerzas para combatir a los rebeldes sirios.
Pero rastrearlo es difícil. Apenas existen registros oficiales sobre su paradero. Pasó años en prisión entre Irak y Kuwait. Hasta 1990 estuvo detenido en una cárcel de máxima seguridad en Bagdad. Sin embargo, luego de que Saddam Hussein ordenara la apertura de las prisiones tras la invasión de Kuwait, Badreddine se refugió en la embajada iraní en Bagdad, desde donde fue trasladado en secreto a Beirut. Kuwait ya lo había condenado a la muerte en 1984 por su participación en los ataques contra las embajadas de Estados Unidos e Israely el aeropuerto. Pero escapó de esa muerte segura, como de tantas otras.
También conocido como “Safi Badr“, pasa largas temporadas en Siria y no son frecuentes sus apariciones en el Líbano. La última vez fue durante el funeral de su sobrino, en enero pasado. Jihad Mughniyeh fue alcanzado por un drone israelí en los Altos del Golán. Pero el objetivo del Ejército de Benjamin Netanyahu en verdad era otro. Era él mismo. La suerte estuvo de su lado, pero no quiso estar ausente en la despedida del hijo de otro terrorista histórico de Hezbollah y primo suyo, Imad Mughniyeh, muerto.
Pese a que no se terminó con Badreddine, ese operativo fue exitoso para el comando israelí. En esa reunión atacada también se encontraba un alto mando de las Guardias Revolucionarias de Irán, un general que murió en el acto. “Issa” había salido un minuto antes de que el fuego acabara con esa cumbre.
“Hay pocos registros oficiales en el Líbano referentes a Mustafá Badreddine. Nunca tuvo un pasaporte, nunca tuvo una licencia de conducir. No tiene propiedades a su nombre en el Líbano. No hay registros suyos entrando o saliendo del Líbano. Badreddine pasa como un irreconocible y virtualmente ilocalizable fantasma a través del Líbano, sin dejar huella“, señaló ante un tribunal el fiscal Graeme Cameron.
Como “Sami Issa“, dejó alguna huella más. Pero tampoco determinante. Su vida de playboy y mujeriego era conocida. Pero nada estaba a su nombre. Un llamativo Mercedes Benz, un departamento de lujo frente a las costas mediterráneas, locales de joyas, un yate para surcar las corrientes del mar. Restaurantes, cafés, cuentas de rico. Pero nada, ninguna huella que pudiera conducir hacia él. Ni siquiera su “alias” contaba con registros oficiales. Todo un previsor.
Su récord personal dentro del extremismo islámico se inició en los años 80, cuando comenzó la guerra civil libanesa y la Revolución Iraní emergió triunfante. Rápidamente se hizo experto en explosivos y se lo vinculó con los ataques contra sedes diplomáticas en Kuwait, donde cayó detenido y fue condenado a muerte.Su primo, Mughniyeh, secuestró tres aviones comerciales para conseguir un intercambio de rehenes y prisioneros. Finalmente, logró escapar. Su tiempo en prisión significó la vida de cinco de esos pasajeros y siete ciudadanos occidentales que habían sido raptados en Beirut.
Una vez afuera, comenzó con su primo inversiones para la expansión de Hezbollah. Asistieron al grupo terroristaHamas y otras milicias palestinas en su lucha contra Israel. Y también encararon proyectos fuera de Medio Oriente. Mughniyeh fue uno de los ejecutores de los atentados terroristas que tuvieron lugar en Buenos Aires, Argentina, durante 1992 y 1994. La participación de Badreddine en los hechos es casi segura. Nunca se apartaba de su “hermano”. Mucho menos para asesinar.
Sus vínculos con Irán lo condujeron a formar la “Unidad 3800“, un cuerpo combatiente que ayudaba a la Guardia Revolucionaria Iraní en Irak a partir de 2003. Badreddine fue el “coordinador” de ese grupo de choque miliciano. Fue allí donde se gestó lo que sucedería a partir de 2012 en Siria, en donde los terroristas de Hezbollah contribuyen para exterminar a los insurgentes que se alzan contra el régimen de Al-Assad.
Pero el costo que paga el grupo terrorista chiíta fronteras afuera del Líbano es demasiado alto. La fama que supo ganar Badreddine dentro de la organización terrorista está en crisis. Los milicianos que envía a Siria a una muerte segura son cada vez más jóvenes y las familias que apoyaron la causa en algún momento comenzaron a cansarse de tanta sangre derramada fuera de su país. “Hezbollah está enviando niños tan jóvenes que aún no les crece la barba“, señala el periodista Alex Rowell, del The Daily Beast. “Regresan en bolsas de plástico“, sintetiza el reportero basado en Beirut.
El lema de Badreddine -“Volveré llevado como un mártir… o llevando la bandera de la victoria“- la padecen miles de madres libanesas que ven morir a sus hijos lejos de sus casas. Y de su país, por una causa que les es ajena.
Fuente Infoba
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