lunes, 2 de mayo de 2016

El día en que Israel evitó la nuclearización de Siria

 

Un caza israelí.
A propósito de este artículo de John Hannah en Foreign Affairs, la revista Mosaic recuerda un suceso que en su momento apenas tuvo eco mediático pero de una importancia trascendental: Israel bombardeó unas instalaciones en las que el dictador sirio Bashar al Asad desarrollaba su programa nuclear. Hoy, ese material podría estar en manos del Estado Islámico.
En 2007, el fallecido Meir Dagan, entonces director del Mosad, avisó a EEUU de que Corea del Norte estaba construyendo un reactor nuclear en Siria. Israel destruyó el reactor antes de que estuviera operativo. Si no hubiera hecho eso, (…) el Estado Islámico podría estar ya en posesión de armas nucleares fabricadas en Siria. (…) Corea del Norte sigue interesada en vender su tecnología nuclear a las fuerzas más malignas de Oriente Medio, una posibilidad agravada por el acuerdo nuclear con Irán.
(…) el bazar nuclear de Pyongyang está abierto no solo a Estados, también a peligrosos actores no estatales. El aliado más letal de Irán, la libanesa Hezbolá, es también un importante receptor de asistencia militar norcoreana. Corea del Norte proporcionó un apoyo fundamental a Hezbolá para la construcción de una red masiva de instalaciones militares subterráneas, con túneles, refugios, depósitos y almacenes, en el sur del Líbano. (…) Corea del Norte ha desempeñado un papel fundamental en la construcción del gran arsenal misilístico de Hezbolá, enviando componentes de cohetes y misiles a Irán, donde eran ensamblados y después enviados al grupo libanés para su uso contra objetivos civiles israelíes.
Patrick Megahan, de la Foundation for Defense of Democracies, escribe un artículo técnico en el que explica por qué las capacidades militares de Arabia Saudí y sus aliados suníes están más dirigidas a conjurar la amenaza iraní en una guerra convencional que a combatir a un grupo terrorista.
(…) una mirada más detenida al ‘Trueno del Norte’ [así fueron denominadas las últimas maniobras militares conjuntas de la coalición suní] muestra que la alianza islámica liderada por Arabia Saudí no trata de aumentar su potencial para una guerra contra amenazas irregulares como el Estado Islámico o las milicias huzis apoyadas por Irán en el Yemen. Aunque están bien armados con armamento fabricado en el exterior por valor de miles de millones de dólares, los participantes llevaron a cabo maniobras que reflejan solamente una pequeña parte de la guerra moderna. El simulacro, por ejemplo, no practicó el tipo de operaciones de estabilización y contrainsurgencia que debilitaron gradualmente al predecesor del Estado Islámico, Al Qaeda en Irak, antes de la retirada de EEUU en 2011. De hecho, la mayor parte del ejercicio pareció dedicado a mostrar un despliegue de armamento convencional, incluidos grandes tanques y formaciones de vehículos armados, apoyados por artillería, aviación y sistemas de defensa aérea.
Esta configuración humana y material sería ideal para combatir a un Ejército estatal como las fuerzas de Sadam Husein en la Guerra del Golfo. Pero los grupos insurgentes tratan de evitar las batallas lineales, en las que las fuerzas convencionales tienen ventaja, y, en su lugar, se ocultan entre la población y acosan a sus oponentes hasta que surge la oportunidad de aplastarlos.
El analista israelí Reuven Berko da cuenta de las claves de la decisión de Jordania de retirar delMonte del Templo de Jerusalén el circuito cerrado de televisión (CCTV), elemento de vigilancia esencial para garantizar la seguridad en un recinto que alberga la mezquita de Al Aqsa. En el foco, las autoridades palestinas, que andarían empeñadas en provocar un conflicto jordano-palestino.
La seguridad en la mezquita de Al Aqsa no es una prioridad para la Autoridad Palestina. Por el contrario, los palestinos están muy preocupados por que los delitos perpetrados por los morabitas [grupo islamista dedicado a acosar a los judíos en el Monte del Templo] salgan a la luz. Prefieren que ocurra una catástrofe en Al Aqsa de la que puedan culpar a Israel y desencadenar una guerra religiosa apocalíptica contra Israel y Jordania.
En sus esfuerzos por socavar el proyecto del CCTV, la campaña palestina de desprestigio contra Jordania presenta a este país como “colaborador” de Israel. Operarios palestinos han destruido el sistema contraincendios instalado en todo el recinto asegurando que era un sistema de vigilancia israelí, y activistas islamistas han distribuido panfletos advirtiendo de que se cortará las manos a todo el que se atreva a instalar cámaras de seguridad. Los palestinos están volcados en mantener fuera de la luz los delitos de los morabitas en la mezquita de Al Aqsa.

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