martes, 2 de julio de 2024

 “De hecho, difícilmente se debería oír hablar del judío, pero hemos oído hablar de él, siempre hemos oído hablar de él". - Mark Twain

LA SOLEDAD DE ISRAEL.
En la portada de la reconocida revista The Economist, se aprecia una bandera israelí, cubierta de hollín, azotada por una tormenta de arena en una tierra desértica.
La bandera se inclina precariamente y podría caer en cualquier momento. Encima, en letras mayúsculas, hay dos palabras ominosas: "Israel sola".
Quizás la herida más duradera para los judíos sobrevivieron al Holocausto, es el recuerdo de la soledad.
Durante 12 largos años, la comunidad internacional apenas intervino, permitiendo que la persecución nazi se convirtiera gradualmente en un exterminio.
A pesar de que establece un estado soberano y crea comunidades prósperas en una diáspora libre, sigue existiendo la ansiedad de que la era posterior al Holocausto de aceptación al judío, es una imposibilidad, y que algún día volveremos a estar solos.
Israel nunca ha sido considerado un país "normal".
Es el único de los 193 miembros de las Naciones Unidas cuyo derecho a existir está bajo ataque constante.
Jerusalén es la única capital del mundo donde la gran mayoría de los gobiernos se niegan a ubicar sus embajadas.
Durante más de 3.000 años, en casi todos los lugares donde han vivido los judíos, tarde o temprano se han encontrado aislados, demonizados, en guetos, desposeídos o exterminados.
En territorio y población, el Estado de Israel es diminuto, pero las pasiones que despierta -el odio infundado de unos, o la sincera admiración de otros- son de una intensidad digna de una superpotencia.
Lo mismo ha ocurrido siempre con el pueblo judío. Su número es microscópico, solo dos décimas partes del 1% de la raza humana.
Los pioneros del sionismo moderno estaban convencidos de que solo en un país propio podrían los judíos alcanzar finalmente la normalidad que se les había negado durante tanto tiempo, la normalidad que otros pueblos dan por sentada.
Pero se equivocaron.
A veces para bien, a veces para mal, el pueblo judío -y el renacido Estado judío- están fundamentalmente solos, a diferencia de los pueblos y naciones "normales" con los que comparten el planeta.
Y esa soledad es tanto su bendición como su maldición.
Mendy Tal
Politólogo y activista comunitario.
(Y yo agrego lo que siempre decía mi papá Z”L: Todo está por verse).

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