lunes, 6 de junio de 2011

Odio a cambio de amor: El peor error de los humanos

Por Rabino Isaac Sacca

El que no reconoce los favores recibidos nunca valorará a su benefactor y la relación con él se verá perjudicada.El instinto psicológico del ser humano es no reconocer y rechazar al benefactor incluso hasta odiarlo, porque lo hace sentir en deuda, en falta y hasta inútil. El hombre instintivamente, en su subconsciente, sabe que debería lograr las cosas por sí mismo, para eso está “programado”. Es por ello que inconscientemente el instinto natural dificulta el reconocimiento al otro.

Asi fue que Fernando, rey de España, después de haber triunfado en la unificación de la Península Ibérica en su lucha contra los moros , expulsó a los judíos que habían financiado su camapaña militar. Se convirtieron en una molestia para él y optó por dejarse llevar por el instinto, al que no sólo le cuesta reconocer sino que incluso genera fantasías de que el beneficiario es el benefactor o actitudes de rechazo hacia él.
Así ocurre con los patrones y sus empleados. Los primeros en lugar de agradecer el trabajo de los empleados, piensan que ellos los mantiene y les dan trabajo, mientras que los empleados a su vez piensan que el patrón se enriquece con el esfuerzo de ellos.

Los hebreos no podían entrar en el pacto con Dios si antes no dominaban este básico instinto humano de no reconocer al otro. Debían aprender que pese a que deseamos y queremos hacernos valer por nosotros mismos, también debemos saber reconocer y agradecer.

A pesar que uno mismo debe conseguir sus logros, esto no es contradictorio con reconocer. Es el arte del equilibrio básico de las relaciones interpersonales.

Por eso, en lugar de que el pueblo hebreo se haya gestado naturalmente en libertad, generó Dios un mecanismo para que el pueblo reconozca y agradezca el favor de Dios en sacarlos de la opresión a la libertad, de la oscuridad a la luz, de la esclavitud a la independencia, con maravillas y milagros. Para inculcar en ellos el valor de aprender a reconocer y agradecer. Si hubieran formado un pueblo de manera progresiva les hubiera sido difícil reconocerlo. Pensarían que ellos fueros los gestores de su existencia y el pacto con Dios nunca hubiera existido.

El hijo que desde que nació fue criado, alimentado, vestido, educado y amado por sus padres no reconoce tanto como el ajeno que recibe un favor esporádico, porque se acostumbró a todo ello.

Por eso en Pesaj, por sobre todas las tradiciones, se alaba a DIOS, se le agradece y reconoce el habernos convertido en pueblo. Se recita el Hallel, el cántico de alabanzas de los Salmos y el himno oficial de Pesaj es -odu ladOnai ki toB -Agradecemos a Dios que es bueno-

Así deberíamos hacer a diario, cuando caminamos, vemos, oímos, sentimos, pensamos y respiramos, comemos, dormimos, trabajamos, disfrutamos y tantas otras cosas que el Creador nos dio y no nos percatamos. Principalmente debemos aplicar esta reflexión con nuestras parejas, nuestras familias, amigos y toda criatura.

Para sentirse en paz con la humanidad, hay que saber reconocer y agradecer.

Ante un bien recibido podemos reaccionar bien o mal: o reconocemos y agradecemos o lo negamos y nos rebelamos. Esa es la conducta primaria del hombre, que marcará su relación con Dios y con los semejantes, para mal o para bien.

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