jueves, 8 de agosto de 2013
El árbol del hombre
PERASHAT SHOFTÍM -
BHN”V
Enseñaba el sabio Maharal de Praga (1512-1609) acerca de la semejanza que propone nuestra Torá el presente Shabat cuando nos dice: “Ki Adám, etz hasadé” –‘puesto que el ser humano es como el árbol del campo’, lo siguiente: “El hombre ha sido llamado árbol del campo de acuerdo a nuestra Torá…Sólo que el ser humano es un árbol invertido. Ya que el árbol posee sus raíces en la profundidad y está firmemente plantado en la tierra, mientras que el ser humano su raíz está representada por su cabeza, lo superior; sus manos son como las ramas del árbol, y sus piernas, las ramificaciones de sus propias ramas, mientras que su cuerpo, es la parte principal del árbol. ¿Y por qué decimos que es un árbol invertido? Puesto que los árboles poseen su raíz abajo, ya que su vitalidad les viene de la tierra, y hacia allí es que se dirigen sus raíces para recibir su condición esencial, pero el ser humano, la vitalidad de su neshamá, está ligada a los cielos…”.
Hoy, cuando promediamos nuestro quinto Libro de la Torá, nos hallamos también frente a otro promedio: el tiempo calendario. En poco tiempo más asomará una renovada dimensión de la vida, de los proyectos, de los hechos. Curiosamente la imagen hombre-árbol se recrea ante nosotros. ¿Por qué, se estará preguntando querido lector? ¿Por qué no asemejarnos con algo diferente?
Creo humildemente que nuestra sagrada Torá nos propone un ejercicio singular. Al aproximarnos al nuevo año… ¿Qué celebramos? La renovación de la Creación del Mundo. ‘Bereshit’. El comienzo mismo de los hechos, de la vida. Allí estará Adám –cuya creación el 1º de Tishré nos brinda el celebrar Rosh HaShaná como aniversario de nuestra existencia colectiva e individual a partir del primer hombre-. Y tal vez, estemos recreando el vínculo primero. La orden que se llama ‘mitzvá’ cuando moraliza. La Palabra del Creador para con Su creado, que lo lleva a elegir. A ser humano…
“De todos los árboles del Jardín comerás...” ¿Recuerda?. Dos árboles había en medio de ese Gan Eden. Del conocimiento del bien y el mal, y el ‘etz hajaim’, el árbol de la vida’. Del primero fue prohibido comer de él. Allí estamos, cada año que se renueva, frente al árbol. A nuestro espejo en la Creación, que nos recuerda que hay un D´s que Nos habla. Que hay un D´s que establece límites. Que hay un D´s para con Quien debemos establecer un vínculo: educar nuestra voluntad conociendo Su Voluntad. Allí llega Rosh HaShaná como Iom haDín. Con la justicia como patrimonio. Para después, conocer la verdad...
El árbol nos es conocido. Y probamos de él cada año, cada día tal vez. Pero en el recorrido de los días, la vorágine cotidiana, no siempre podemos discernir, como Adám entonces. A veces sentimos que nuestras raíces descansan lejos de nuestros pensamientos y actitudes. Porque nos afirmamos en los pies, no en la cabeza... Los pies, nuestras piernas, enseñaba el Maharal, son las ramas de las ramas. No conforman ni siquiera lo esencial, el tronco. Y pensamos que la vida transcurre solo en el Bien y el Mal. Y de cómo enfrentarlos. Y cómo ser hombres de bien. Y a veces, tantos y tantos pensamientos nos conducen a tantas y tantas indecisiones. A tantas dudas y conflictos. Por eso, en las proximidades del nuevo tiempo, debemos vernos en el reflejo del árbol. Para comprender la diferencia, si podemos. Pero del otro. De aquel cuyo camino quedó cerrado a nuestra vista y nuestro alcance. El que permanece custodiado y hacia el cual aspiramos poder acercarnos.
Los días previos a Rosh HaShaná e Iom HaKipurím sirven para buscar el árbol recóndito con el cual la Torá nos compara. Porque estos días que se avecinan no tienen otra búsqueda ni poseen otro pedido que por la Vida...con mayúsculas. Por el ‘etz hajaim’, aquel árbol de vida que debe enseñarnos y mostrarnos qué somos, cómo somos y hacia dónde anhelamos ir. Buscar en el árbol=hombre la imagen invertida que habla el sabio Maharal. Buscar nuestras raíces a partir de nuestra cabeza. Pues la cabeza insinúa el sabio “es la raíz que está oculta dentro del mundo espiritual del cual mama su vitalidad y esencia”.
¿Será tal vez por ello que llegue Rosh HaShaná? Los años pasan inevitablemente. Eso es ‘Shaná’. Pero ‘Rosh’, la cabeza, la actitud, la idea, el pensamiento, debe renovarse. Cuando está, al decir del Maharal, “arriba de todo”...
Al aproximarnos al nuevo año, el camino hacia el ‘árbol de la vida’ también está más cerca. Porque ante todo, nos acercamos a nosotros mismos. Estar cerca de uno también es bueno. Para después –y sólo después- poder estar del otro. Del que quiero. Del que necesito. De las ramas y ramificaciones. Pero ante todo, estar cerca de mis raíces. Porque los días que vienen proponen un encuentro con El Creador. Aprovechémoslos. Son únicos. Como su vida. Como sus días. Como su figura de árbol. Un árbol humano.
¡¡Shabat Shalom Umeboraj!!
Mordejai Maarabi
Rab. Oficial de la OLEI