viernes, 6 de septiembre de 2013
PERASHAT HAAZINU
PERASHAT HAAZINU
03 de Tishrei de 5774 / 07-09-2013
LAS ALHAJAS RELUCEN
CUANDO QUIEN LAS POSEE RELUCE POR SÍ SOLO.
Eran dos hermanas: una se casó con un hombre rico, y la otra, con uno muy pobre. Pasaron varios años de matrimonio, y la mujer pobre viajó a la ciudad de su hermana rica para visitarla. Llega a la suntuosa residencia, y en la puerta la recibe una sirvienta impecablemente vestida y pregunta por su nombre, pues nadie podía entrar sin anunciarse. Cuando la mujer pobre transpone el umbral, se queda extasiada: ¡Que belleza! ¡Qué decoración! ¡Qué lujo! Sus ojos no alcanzaban a observar la totalidad de la inmensa residencia. Cuando se presentó su hermana se quedó mirándola un rato, sin poder creer que era ella la que se crió a su lado, y que ahora gozaba de una fortuna y una riqueza incalculable.
Se abrazaron, se saludaron, y se pusieron a platicar sobre sus vidas tan disímiles. A medida que pasaba el tiempo, la mujer pobre observaba con extrañeza que su hermana describía su fastuosa vida, y sin embargo su rostro denotaba cada vez más angustia.
- Dime: ¿Qué te pasa hermana mía? ¿Por qué estás tan triste? ¿Te falta algo, acaso? – se animó a preguntarle. Y agregó: Me imagino que cualquier cosa que le pidas a tu marido, no dudaría en concedértelo…
La rica le respondió:
- Te diré, querida hermana, que mi esposo es dueño de una inmensa fortuna, y es considerado uno de los personajes más ilustres de este país. No me hace faltar nada: Ni ropas, ni joyas, ni viajes. Me trae infinidad de regalos todos los días, y en mi mesa se sirven los más sabrosos y costosos manjares. Pero… ¿para qué me sirve todo esto? Yo… no soy nada para él. Quizás alguna de las más simples sirvientas es más tenida en cuenta que yo.
Cuando está junto a mí, me grita, me insulta y me desprecia; sin importar si hay alguien presente. ¿Para qué quiero todo el dinero del mundo, si mi marido no me deja ni abrir la boca para los asuntos que les conciernen a las propias mujeres? A veces me pregunto si tu suerte, tan adversa, no será mejor que la mía. Es cierto que tú eres pobre; no tienes oro ni diamantes; tu única riqueza es lo que llevas puesto; no tienes sirvientes ni nadie que te atienda, pero... tu marido (según lo que me cuentas) te quiere y te respeta. El está todo el tiempo pensando en ti, y te trata bien frente a los demás. Y por eso tú no estás triste. Al contrario: a pesar de tu situación, se te ve siempre con la sonrisa en la boca, y bendices cada día que vives. Porque tú, aparentas otra cosa, te sientes una reina. Y es más importante sentirse reina sin serlo, que selo sin sentirse…
Todo lo anterior no es más que una parábola. La moraleja: hay que veces el Séfer Torá está todo adornado de sedas, oro y plata; lo colocan sobre un pedestal del más fino mármol, y lo rodean de piedras preciosas. Luego, lo depositan dentro de un Hejal (Altar) primoroso y deslumbrante, iluminado con las lámparas y candiles más hermosos.
Sin embargo, nada de esto sirve para el Séfer Torá, cuando quienes lo rodean no cumplen lo que en él está escrito. Cuando un Yehudí considera el Séfer Torá sólo como un objeto de decoración, y persiste en su accionar errático, si este mismo Séfer Torá pudiera hablar, diría: “¡Por favor! ¡Quítame todas estas cosas de encima! ¡Prefiero que me vista de harapos, pero que no me pisotees…!”
Existen comunidades judías con muy pocos recursos económicos. El Séfer Torá que descansa en el Hejal del humilde Bet Hakenéset (la sinagoga) no está rodeado de lujos, pero todos los que allí asisten se rigen según lo que está escrito en sus pergaminos, y a nadie se le ocurriría quitarle ni agregarle nada de acuerdo a su conveniencia. Este Séfer Torá, aún en la pobreza, “se siente” en la gloria; mucho mejor que aquel Séfer Torá que brilla por fuera pero “llora” por dentro, porque los que tendrían que honrarlo brillan por su ausencia.
Y esto es lo que está escrito en Nuestra Perashá: “Y engordó Yeshurún y dio un puntapié; engrosó sus carnes y sus grasas lo cubrieron. Despreció a su Di-s Creador, e insultó a la roca de su Salvación” (Debarim XXXII 15). La interpretación de este Pasuk es la siguiente: Cuando un Yehudí se deja arrastrar tras sus deseos materiales, aleja violentamente de su lado a la Torá. Su espiritualidad se nulifica cada vez más, y al final termina despreciando a Su propio Creador.
Todo esto fue dicho respecto a la persona, quien debe considerar a la riqueza como un medio para vivir, y no al revés: creer que el único objetivo de la vida es alcanzar la riqueza. Quien vive para perseguir permanentemente la riqueza, nunca la alcanzará. Como está escrito: “El que ama el dinero, nunca se satisfará de él”. En cambio, el que posee y pretende sumar valores morales, intelectuales y espirituales, y considera a éstos verdaderos “bienes”, se sentirá siempre rico, y la riqueza material (si es que llega) actuará como un merecido adorno a su personalidad…
(Extraído de Jafetz Jaim Al Hatorá – Haazinu)
Extraído del libro Hamaor tomo 2