Voces divinas
¿Cuál es la voz que escuchó el primer patriarca, el padre del monoteísmo para judíos, cristianos y musulmanes?
Por Marcelo Polakoff*
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Es bastante sabio y conocido aquel dicho popular que afirma que si alguien habla con Dios, es religioso, pero que si alguien lo escucha, es esquizofrénico...
Amén de la humorada, semejante planteo desnuda la inasible dificultad con la que todo creyente se enfrenta –más allá de su especificidad, origen y práctica– para tratar de percibir lo que se suele denominar “la voz divina”.
Tratados enteros de teología siguen intentando hallar algún tipo de sendero que vislumbre el lugar donde esa única escucha sea más llana, donde esté menos contaminada por el acuciante ruido ambiental, donde la duda se disipe y uno pueda envolverse en dicha voz, en ese llamado...
Este sinuoso tema es clave en esta jornada en cada una de las sinagogas del planeta. Estamos en Rosh Hashaná, el año nuevo judío, y nuestros sabios eligieron como lectura para este día festivo el capítulo 22 del Génesis, probablemente el texto más difícil de toda la Torá.
Es el relato conocido como “el sacrificio de Isaac”, en el que Dios pone a prueba a Abraham ordenándole que ofrende a su amado y anhelado Isaac, el hijo que su esposa Sara le había dado en su ancianidad.
No hace falta abundar en el texto bíblico. La historia es suficientemente familiar. Lo que tal vez no lo sea es uno de los versículos con los que casi concluye, cuando un ángel divino le comunica a Abraham su recompensa: “Todas las naciones del mundo serán bendecidas por medio de tu descendencia, puesto que has escuchado mi voz”.
Pregunto yo, con una sensación de orfandad opresiva: ¿cuál es la voz que escuchó nuestro primer patriarca, el padre del monoteísmo para judíos, cristianos y musulmanes? ¿Es acaso la voz que le prescribió sacrificar a su hijo en aras de vaya a saberse qué tipo de fidelidad? ¿O es la voz que le suplicó que no lo dañe, ya que en él sería eternizado?
Me animo a decir que ambas voces conviven, y el texto mismo lo evidencia. Abraham escuchó de forma clara cada una de ellas, adelantándose como modelo a lo que sucede también con nosotros. Porque si somos lo suficientemente honestos, debemos reconocer que nadie está exento de ambas. En la Torá, se terminó priorizando la voz que salva por sobre la que pide sangre. Ojalá siempre escuchemos sus ecos.
* Rabino, miembro del Comipaz
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