TIEMPO DE LUZ
La luz no es sólo para encenderla, sino para encenderte.
Enciéndete, y que tu aceite perciba el lento paso del tiempo, que primero se escuche como un susurro, más tarde lo roce, luego lo acaricie, y que lentamente lo consuma, suave, casi como sin quererlo.
Enciéndete, y que tu mecha, esbelta, se asocie al aceite puro de tu alma, y que se nutra y se empape de tu esencia y de tu aroma, de tu elíxir de los secretos que aprendiste antes de nacer.
Enciéndete, y que a tu fuego no le baste con anhelar el Cielo, que no se conforme con ascender hacia lo alto, sino que enloquezca por querer y no poder desprenderse del aceite y de la mecha, y regresar a su Causa.
Enciéndete, y que tu aceite y tu mecha se anulen ante tu fuego arrasador y único, que aguarda volver a su Casa, para finalmente reposar al unirse y fusionarse con el sagrado Ocho.
Enciende, enciende la Luz.
Pero jamás te olvides de encenderte.
Porque si no, tu luz será siempre con minúscula.
No lo aceptes y enciéndete con mayúscula, y que tu Luz se expanda y se propague por los rincones más oscuros del Mundo, hasta dejarlo sin palabras.
Silencio, señores.
Es tiempo de aceite y de mecha, de Fuego y de Luz, para curar a un Mundo enfermo, y darle un baño último y absoluto de Sentido.
Y tú, no temas.
Enciéndete.
Hazlo por ti, por mí, y por el Hombre que, aún en la oscuridad, requiere ser redimido.
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