LA LOCURA DE UN "ESTADO PALESTINO"
Por Josh Hammer
Septiembre 26, 2025
Cuatro de los aliados nominalmente más cercanos de Estados Unidos -- Gran Bretaña, Australia, Francia y Canadá -- se desgraciaron esta semana al reconocer un así llamado estado palestino. Al hacerlo, estas naciones no traicionaron meramente la herencia civilizacional occidental más amplia que reclaman. Ellas también recompensaron al terrorismo, fortalecieron las ambiciones genocidas de la yihad global, y enviaron un mensaje escalofriante de buena fe: El camino a la legitimidad internacional no pasa a través del trabajo difícil de construir una nación-estado e involucrarse en diplomacia subsiguiente, sino a través del asesinato en masa, la utilización como arma de las instituciones transnacionales, y la eliminación de la verdad histórica.
La administración Trump ya ha denunciado esta capitulación cobarde por parte de nuestros aliados. No puede haber ningún reconocimiento -- ninguno o lo que se le parezca -- de un estado "palestino" independiente en el Levante. Tal reconocimiento es una abdicación no sólo de la decencia humana básica sino del interés nacional y la cordura estratégica.
La marcha global hacia el reconocimiento de un estado "palestino" independiente ignora no sólo décadas de hechos brutales en el terreno sino la ola de sangre específica sobre la cual se sitúa esta última oleada. Fue hace menos de dos años — el 7 de octubre del 2023 -- que Hamas lanzó el pogrom antijudío más bárbaro desde el Holocausto: 6,000 terroristas irrumpieron en Israel, masacrando a aproximadamente 1,200 personas inocentes en actos de depravación inadmisible -- violación, tortura, decapitaciones, y secuestro de bebés sistemáticos. Los terroristas transmitieron en vivo sus propias atrocidades y arrastraron a más de 250 rehenes de vuelta a los extensos calabozos terroristas subterráneos de Gaza, donde docenas permanecen hasta este día.
Muchas élites liberales crédulas fingen que los yihadistas radicales de Hamas no representan a la población palestina más amplia, pero esa es una mentira. Las encuestas muestran constantemente -- y los videos anecdóticos de grandes multitudes en la calle demuestran constantemente -- que Hamas y los grupos yihadistas de pensamiento similar mantienen popularidad abrumadora tanto en Gaza como en Judea y Samaria (lo que la comunidad internacional llama la Margen Occidental). Esta es una población radicalizada que merece vergüenza, desprecio y reproche diplomático -- no simpatía aduladora y alfombras rojas en Naciones Unidas.
El "gobierno" en Gaza es una entidad terrorista teocrática respaldada por Irán, cuyo estatuto fundador rezuma odio impenitente al judío y cuyos líderes celebran rutinariamente la matanza deliberada de israelíes inocentes como triunfos de la "resistencia." Junto con la dictadura cleptocrática de la Autoridad Palestina en Ramala, este es a quien, y lo que, potencias del G-7 como Gran Bretaña y Francia han decidido recompensar con un sello de estado legítimo.
No hay ningún "socio de la paz" significativo, y ninguna visión de "dos estados" a ser realizada, en medio de esta horrible realidad. Hay sólo un culto de violencia enfermo, financiado generosamente desde Teherán y ansioso por el reconocimiento internacional generalizado como un paso previo hacia la destrucción de Israel -- y del Occidente más amplio para el cual Israel es un aliado.
Durante décadas, los líderes occidentales del primer mundo mantuvieron una posición clara: No puede haber ningún reconocimiento de un estado "palestino" fuera de las negociaciones directas con Israel, la desmilitarización total, y la aceptación sin reservas del derecho de Israel a existir en fronteras seguras como un estado claramente judío. La medida de reconocer un estado "palestino" en las Naciones Unidas incendia esa política, declarando al mundo que el salvajismo y el rechazo maximalista son la moneda de la legitimidad internacional. Al recompensar el unilateralismo y eludir la negociación directa, estos gobiernos occidentales imprudentes nos han probado el los escépticos del derecho internacional tenemos razón: Los muy publicitados acuerdos del "proceso de paz," tales como los Acuerdos de Oslo de la década de 1990, no valen ni el papel en el que fueron escritos.
Tras el 7 de octubre, estas naciones condenaron la masacre, proclamaron la solidaridad con Israel, e incluso suspendieron brevemente la financiación a la Agencia de Naciones Unidas de Ayuda y Obras para los Refugiados Palestinos, el grupo de ayuda de la ONU hecho a la medida de los árabes palestinos, después que se encontró que una miríada de empleados de la agencia habían participado en la matanza. Sin embargo, bajo el implacable tamborilleo del activismo antiisraelí y la cobardía diplomática, ellos ahora han elegido rehabilitar la causa nacionalista árabe-palestina -- no después que los líderes palestinos renunciaran al terrorismo, sino mientras sus crímenes más espantosos permanecían impunes, sus rehenes todavía languidecen en la miseria estilo campos de concentración, y sus líderes todavía claman por la aniquilación de Israel.
El Presidente Donald Trump debería aclarar no sólo que Estados Unidos no se unirá en esta charada peligrosa y de apuestas altas, sino que podría haber muy bien repercusiones comerciales o diplomáticas negativas para los países que reconozcan un estado terrorista "palestino" independiente. La razón para tales consecuencias sería simple: Debilitar al aliado más fuerte de Estados Unidos en el Medio Oriente mientras se extrae simultáneamente otro nuevo estado islámico amigo del terror daña directamente el interés nacional estadounidense. No hay ningún interés nacional estadounidense -- ninguno, cero -- en la creación de un nuevo estado "palestino" en el corazón de la Tierra Santa. Al contrario, como probaron los acuerdos de paz Acuerdos de Abraham del 2020, hay gran cantidad de razones para envalentonar a Israel. Contrariamente a las élites liberales, es este fortalecimiento de Israel el que fomenta la paz regional genuina.
El mundo debe saber: frente al mal, Estados Unidos no se inmuta, no se equivoca y no recompensa a los que asesinan a nuestros amigos y amenazan al Occidente judeo-cristiano. En tanto el estado judío se encuentre en las líneas del frente de la civilización, Estados Unidos debe permanecer a su lado, firme, inquebrantable, y sin vergüenza. La decencia humana básica y el interés nacional estadounidense no requieren nada menos.
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