sábado, 27 de septiembre de 2025

 

🚫 Digo NO al Estado Palestino

Desde sus orígenes, la palabra Palestina cargó con un propósito: desarraigar al pueblo judío de su tierra.

En el siglo II, el emperador Adriano impuso ese nombre para borrar la identidad judía de Judea. Luego Roma y más tarde el cristianismo lo heredaron como un símbolo de desarraigo. Sin embargo, el pueblo judío nunca se fue: a lo largo de los siglos, en ciudades como Jerusalén, Hebrón, Belén, Tiberíades o Safed siempre hubo presencia judía, aunque fuera reducida y perseguida.
Y aun así, hoy se pretende vender la narrativa de que el judío es “ocupante” en su propia tierra. La historia demuestra lo contrario.
Cuando Israel proclamó su independencia en 1948, aceptó un plan de partición que incluía un Estado árabe y un Estado judío. Fueron los árabes quienes lo rechazaron y lanzaron guerras de exterminio. Desde entonces, el nombre “Palestina” volvió a ser usado como herramienta de resistencia contra el judío, no como un proyecto de convivencia. Desde la OLP hasta Hamás, el lema se repite: “Palestina será liberada desde el río hasta el mar” —es decir, sin un solo judío en ella.
Por eso digo: Palestina, como proyecto político, nació y creció con la misión de borrar a Israel del mapa.
1️⃣ Una ideología eliminacionista
Hamás gobierna Gaza desde 2007. Su carta fundacional de 1988 habla sin rodeos: “La yihad es nuestro camino”. En 2017 publicaron un documento más “suave”, pero nunca reconocieron a Israel y mantienen el objetivo de la “liberación completa, del río al mar”. ¿Se puede construir un vecino en paz sobre esta base? No.
2️⃣ El precedente de Gaza salió mal
En 2005, Israel se retiró por completo de Gaza: desmanteló todos los asentamientos, retiró al ejército y dejó el territorio. ¿El resultado? Miles de cohetes, túneles de ataque y, finalmente, la masacre del 7 de octubre de 2023. No voy a pedir repetir ese experimento en Judea-Samaria, a minutos de Tel Aviv y del aeropuerto Ben Gurión.
3️⃣ Recompensas al terrorismo e incitación
Durante años, la Autoridad Palestina pagó salarios a presos y familias de “mártires”, lo que se conoce como “pay for slay”. Aunque en 2025 Abbas anunció reformas, la incitación en los libros de texto y la glorificación de la violencia siguen documentadas. ¿Cómo se construye un Estado viable educando a niños en el odio?
4️⃣ Reconocimiento negado
El liderazgo palestino se sigue negando a reconocer a Israel como Estado judío. Sin este reconocimiento, no hay acuerdo real: solo una pausa táctica para seguir reclamando.
5️⃣ Oportunidades perdidas
Hubo ofertas históricas: los Clinton Parameters en 2000, la propuesta de Olmert en 2008 (retirada casi total y canje de tierras). ¿La respuesta? Un “no” tras otro. En 2015, el propio Abbas reconoció en TV que rechazó la propuesta de 2008. Si la estrategia es rechazar siempre y apostar por la violencia, no hay base para un Estado responsable.
6️⃣ Seguridad real, no eslóganes
Un Estado hostil en las alturas de Judea-Samaria tendría a Israel bajo su mira directa. Si Gaza, plana y aislada, se convirtió en plataforma de cohetes, ¿qué pasaría con un enclave palestino tutelado por Irán en el corazón de Israel? Sería suicida.
La mayoría del pueblo palestino apoyó el 7-O
No es solo Hamás. Según el Palestinian Center for Policy and Survey Research (PCPSR), en diciembre de 2023, el 72% de los palestinos apoyaron la masacre del 7 de octubre, viéndola como una “respuesta legítima”.
En Gaza el apoyo fue todavía mayor. Las imágenes lo confirmaron: dulces repartidos en las calles, fuegos artificiales, cánticos de victoria mientras familias israelíes lloraban por sus muertos y secuestrados.
Esto no es una minoría radical. Cuando dos tercios de una sociedad celebran un pogromo, significa que hay una corrupción moral profunda, fruto de décadas de adoctrinamiento.
El error de Occidente
Aquí está la gran paradoja: muchos en Occidente defienden “Palestina” convencidos de que están abrazando una causa justa, cuando en realidad están blanqueando una ideología de odio.
Lo hacen desde la buena fe, pensando en derechos humanos, pero acaban repitiendo los mismos lemas que usan organizaciones terroristas. Esa defensa ingenua se convierte en propaganda gratuita para Hamás y en un escudo perfecto para que el antisemitismo se disfrace de “antisionismo”.
El problema es que al apoyar sin matices, legitiman a quienes glorifican la violencia, normalizan la incitación al odio y celebran masacres. Al final, no están defendiendo la paz ni la dignidad humana: están sosteniendo un proyecto político que, en su base, busca borrar a Israel.
Mi postura ética es clara y sin rodeos. Rechazo todo terrorismo: los secuestrados deben volver con vida y Hamás tiene que dejar las armas. No hay excusas, no hay atenuantes. Ninguna causa justifica raptar, violar o asesinar civiles; la violencia política debe ser condenada con la misma contundencia desde cualquier orilla.
Al mismo tiempo, rechazo con la misma fuerza el odio irracional en todas sus formas. El antisemitismo y la islamofobia son la misma enfermedad con distinta etiqueta: ambas destruyen vidas, cercenan el diálogo y alimentan una espiral de venganza que nadie desea. Defender a Israel no te autoriza a odiar a los musulmanes; denunciar a Hamás no te permite caer en la islamofobia. Coherencia moral significa exacto eso: tratar el odio como lo que es, venga de donde venga.
No voy a blanquear ideologías que buscan la eliminación del otro. Critico y denuncio a las organizaciones y liderazgos que han hecho de la negación del derecho a existir la base de su proyecto policial y educativo. Hay estructuras y discursos —documentados en documentos fundacionales, en libros de texto y en declaraciones públicas— que promueven la eliminación de Israel como Estado y que normalizan la violencia. Eso no se arregla con simbologías ni con titulares; se exige un cambio real: desarme, educación para la paz, reconocimiento mutuo y responsabilidad por las narrativas que se enseñan a las nuevas generaciones.
Sí, hay encuestas y hechos que muestran un apoyo significativo a la violencia en amplios sectores de la sociedad palestina tras episodios como el 7-O. Eso es una realidad que debemos llamar por su nombre: un síntoma de décadas de adoctrinamiento y fracaso político. Pero mi denuncia va dirigida a quienes alimentan y se benefician de ese odio —a las élites, a los grupos paramilitares y a las narrativas que celebran la muerte—, no a cada persona que sufre en ese territorio.
Mi mensaje es simple: condena el terrorismo sin ambigüedades, rechaza el odio en todas sus formas y no confundas empatía con impunidad. Si queremos paz de verdad, hay que exigir cambios concretos: fin de la violencia, educación que promueva convivencia y reconocimiento mutuo. Hasta que eso exista, no puedo apoyar la idea de legitimar políticamente un proyecto que hoy sigue amparando la eliminación del otro.
🚫 Por todo esto digo NO al Estado Palestino
No se puede construir un Estado sobre una base de odio, terrorismo y rechazo absoluto a la existencia del otro.
La paz no se consigue premiando la violencia. La paz necesita renuncia al terror, educación para la vida y reconocimiento mutuo. Y hoy, nada de eso existe del lado palestino.

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