La presurosa adhesión de la República Islámica de Irán a las multitudinarias protestas de gran parte de la población egipcia ,que culminaron con el golpe militar embozado, que derrocó al el ex presidente Hosni Mubarak, actuó como un bumerán contra el país persa, que fue escenario de la concentración de una miríada de manifestantes opositores (que fueron atacados con fiereza) al régimen del Ayatolá Jamenei y del presidente Mahmoud Ahmadinejad.
Indignados por el doble rasero del régimen teocrático, que apoyó la sublevación popular en Egipto mientras reprime brutalmente a sus propios ciudadanos, miles de iraníes, muchos de los cuales eran hombres mayores que acudieron junto a sus esposas e hijos, se congregaron en Teherán y otras 30 ciudades de Irán cantando consignas y portando pancartas con la leyenda “muerte al dictador”. Cabe consignar que hace poco más de una semana, Irán alababa las manifestaciones callejeras en Egipto, calificándolos de una revolución islámica que estaba imitando a la del ayatolá Jomeini en 1979.
Al igual que en las protestas por las elecciones fraudulentas del 2009, que duraron varios meses y donde murieron decenas de personas y miles fueron encarceladas, las temibles fuerzas para-policiales “Basij”, desplazándose en motos, fueron partícipes de la represión que en principio causó la muerte de una persona y decenas de heridos. En virtud de la censura que impera en Irán, no se precisó el lugar de la capital donde se registraron los incidentes y sólo se consignó que las víctimas fueron atacadas con armas de fuego. En ocasión de los comicios tramposos referidos anteriormente, las autoridades iraníes arrestaron a cientos de personas acusadas de conspirar con fuerzas extranjeras para tratar de derribar al régimen. Muchas de ellas fueron juzgadas y condenadas a diferentes penas de prisión y, en algunos casos, a la pena capital.
Luego de un período de ostracismo por la implacable persecución de la que es objeto, la oposición iraní emergió, difundiendo un comunicado a través de la página web Kaleme.org,- consustanciada con el líder reformista Mir Hussein Mousavi- en el que instaba a la población a manifestarse en el centro de Teherán en apoyo de Túnez y Egipto, acto prohibido por el régimen en una grosera dicotomía. En la convocatoria, los opositores criticaban, además, la "hipocresía" del régimen iraní, que ha apoyado públicamente los alzamientos en el norte de África al tiempo que impide las manifestaciones en su propio territorio. Prueba de ello, es que en esta oportunidad, la oposición iraní denunció que un número indeterminado de personas fueron igualmente arrestadas en la ciudad de Isfahan, en el centro del país, y en Teherán, donde se produjeron enfrentamientos entre efectivos de las fuerzas de seguridad y manifestantes.
Testigos en el lugar de los acontecimientos declararon que estos últimos, que se habían reunido sigilosamente en la famosa plaza Azadi- cercana a la Torre del mismo nombre desde cuyo mirador posibilita ver con amplitud la ciudad capital de Teherán- fueron dispersados por gases lacrimógenos y balas de salva y plomo. Como consecuencia de los disturbios, como es de rigor, Irán procedió al arresto de numerosas personas. Entre los detenidos se encontraba el Cónsul de España en Teherán, Ignacio Pérez Cambra, quien fue privado de su libertad por cuatro horas, hecho que el país ibérico considera que viola el Convenio de Viena que regula las relaciones diplomáticas entre los países. El Cónsul, fue arrestado en la puerta de su propia Embajada, sin cargos formales, tras haber estado, junto al Embajador, en la zona en que se desarrollaban las manifestaciones convocadas por la oposición al régimen iraní, algo que las autoridades españolas consideran forma parte de sus obligaciones inherentes al cargo.
La hipocresía y doble discurso del gobierno de Irán se manifiesta en muchas de sus actitudes y políticas. Cualquier disconformismo o protesta legítima en su país, lo atribuye a la insostenible teoría de la conspiración que tiene como brazo ejecutor a EE.UU. y a la “Entidad Sionista” como eufemísticamente denomina al Estado de Israel ,que se empecina en desconocer y al que reiteradamente amenaza con destruir.
El martes 15 de febrero, en la televisión estatal, el líder supremo iraní ayatolá Ali Jamenei, tras un encuentro que mantuvo el presidente Mahmoud Ahmadinejad con su homólogo turco Abdullah Gul -de visita en el país persa- elogió al Gobierno de Turquía por haberse distanciado de Israel. "Los cambios en la situación política de Turquía, sobre todo tomando distancia del régimen sionista ha llevado a este país más cerca del mundo islámico". Las relaciones carnales entre iraníes y turcos, no fueron óbice para que Abdullah Gul, en el segundo día de su visita oficial a Teherán aceptase una invitación de los manifestantes a unirse a ellos. Pero cuando se disponía a viajar en un convoy para saludar a la multitud, Ahmadinejad ordenó al servicio de Seguridad que impidiese el contacto de Gul con la gente, aunque implicase un malestar y fricción diplomática con Ankara. El presidente turco según informó Debkafile, desistió de su intención, pero la tensión entre él y su par iraní se palpaba cuando se dirigían a una conferencia conjunta al final del día.
La caída de Mubarak fue recibida con alborozo por Irán, ya que consideraba al ex presidente egipcio uno de los principales aliados de Estados Unidos en Medio Oriente, además de ser una valla a la pretensión hegemónica islámica de Irán en la región. Los mayores enconos contra Egipto fueron sin duda el tratado de paz que suscribió el Presidente Anwar el-Sadat con Israel en 1978 y el asilo político concedido al depuesto Sha de Irán.
El 6 de octubre de 1981, el asesinato del presidente Anwar el-Sadat por parte de la Yihad egipcia en el transcurso de un desfile militar en El Cairo fue ejecutado por radicales islámicos. Los responsables del asesinato fueron inmediatamente detenidos: los hermanos Tarek y Abud Al Zomor, pertenecientes al movimiento integrista Al Yihad, recibieron la pena de cadena perpetua. El principal acusado, Jaled Eslambuli, quien fue condenado a muerte, tiene una calle con su nombre en Teherán como premio al magnicidio que cometió.
Rubén Kaplan
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