lunes, 13 de junio de 2011

EL SEPTIMO DIA DE LA GUERRA DE LOS SEIS DIAS

Por Alon Pinkas

Cuarenta y cuatro años más tarde, vale la pena volver a examinar hasta qué punto es dominante la influencia de 1967 en el Israel moderno.

Por la mayor parte de los últimos cuarenta y cuatro años, Israel ha estado viviendo en el séptimo día de la Guerra de los Seis Días. Para todo nuestro éxito económico, poderío militar, diversidad cultural, desarrollo político y tecnología de última generación, Israel todavía está atrapada en una versión retorcida del Día de la Marmota*, siendo la fecha 11 de junio 1967.
Algunos piensan que es un sueño digno de ser vivido, "o de lo contrario...", mientras que otros piensan que es una pesadilla de la que tenemos que salir "o de lo contrario...." Algunos pensaron en el como un milagro político- militar o le atribuyeron importancia teológica: La intervención providencial marcando el inicio de la redención.
Otros piensan en él como la maldición de la ocupación prolongada, alimentada por la arrogancia y la imprudencia política, amenazando los fundamentos mismos de la empresa sionista, espiritualmente y quizás físicamente. Sin embargo, nadie refuta el cliché que 1967 fue un "año decisivo", después del cual nada fue igual.
Liberación; conquista; Resolución 242; plan Rogers; El futuro de los territorios; asentamientos; autonomía; un estado palestino; una Jerusalem eternamente unida; Jerusalem dividida; ocupación o administración?; la opción jordana; el plan Allon; compromiso territorial o funcional; Desconexión; un plan americano, y por supuesto nuestro amigo de culto omnipresente: El proceso de paz.
Estos términos, ya sean consensuados o contenciosos, son el resultado directo de 1967 y han sido parte de nuestra vida y discurso desde esa guerra. Incluso para los israelíes nacidos después de 1967, el año ha dejado de ser un punto en la historia y se ha convertido en un tema de actualidad.
Cuarenta y cuatro años más tarde, vale la pena volver a examinar cuan dominante es la influencia de 1967 en el Israel moderno. Lo que Israel pensó en el momento que era una victoria militar que podría haber sido convertida a través de la diplomacia en acuerdos de paz se convirtió en "Temporalidad Prolongada", en las palabras del fallecido politólogo Dan Hurwitz. La negativa de los árabes a reconocer a Israel y su rechazo posterior de las negociaciones en Khartum, en septiembre de 1967, volvió cualquier pensamiento de un rápido proceso de paz en retórica vacía.
Lo que comenzó con construcción limitada de varios pequeños asentamientos en lugares de centros bíblicos judíos transformó a Israel - primero por defecto, y más tarde diseño - en lo que Gershom Gorenberg llama "El Imperio Accidental."
Fue una de las victorias más grandes y más sorprendentes en la historia militar, obtenida desde el 4 de junio de 1967 - aquellas mismas líneas "indefendibles" líneas en las que todos continuan. Una guerra estratégicamente defensiva y justa (en los niveles operativo y táctico Israel fue el que atacó) que se convirtió en un arma de doble filo y resultó en lo que el mundo se refiere como "ocupación". En vísperas de la guerra había desesperación, miedo y angustia existencial. Cuando todo había terminado, el péndulo israelí cayó en el otro extremo. Israel es invencible, los árabes son militarmente, tecnológicamente y culturalmente inferiores. Su derrota fue el producto inevitable de regímenes decadentes, corruptos y en descomposición. Así comenzó una marcha de seis años de locura y arrogancia que terminó trágicamente en la guerra de Yom Kipur de 1973.
1967 triplicó el tamaño de Israel (hasta principios de 1980 cuando el Sinaí fue devuelto a Egipto) y al mismo tiempo trajo a israelíes y palestinos dentro de una unidad geo-política después de 19 años de separación demográfica. Este es un hecho a menudo y convenientemente descartado: La guerra de 1967 no se trató de los palestinos. De haberlo sido, Egipto y Jordania, controlando la Franja de Gaza y Cisjordania, respectivamente, podrían haber establecido un estado palestino en cualquier momento a partir del armisticio de 1949 hasta el estallido de la guerra de 1967.
La guerra fue simplemente venganza por 1948.
Aparentemente, los países árabes profesaban animosidad hacia Israel y emitieron interminable veneno y retórica beligerante sobre la "liberación de Palestina." La OLP estuvo hablando desde la década de 1960 sobre usar "bayonetas árabes" en el camino para liberar Palestina. Sin embargo, la Guerra de los Seis Días no fue nunca sobre el futuro de Palestina o de un estado palestino.
Pero en una medida incómodamente grande, el séptimo día lo es.
Seis días de gloria, revelación, delirio, alivio y, a continuación, en el séptimo día, Israel se encontró siendo responsable de aproximadamente 2 millones de palestinos (un total de 3,6 millones para el momento de la retirada de Gaza en 2005, sin incluir los 1,2 palestinos dentro de la Israel anterior a 1967).
Cuando el Primer Ministro Binyamin Netanyahu dijo en el Congreso la semana pasada que nosotros no podemos ser "ocupantes" en nuestra tierra ancestral el estuvo en lo correcto. Él estuvo moralmente correcto, históricamente correcto y teológicamente en lo correcto. Pero él estuvo políticamente equivocado. Explicar esa lógica significa que si los judíos no somos ocupantes de la Tierra de Israel - partiendo de los pactos bíblicos y la presencia ancestral - entonces los americanos y canadienses son ocupantes por excelencia de la mayor parte de los EEUU y Canadá.
El séptimo día de la Guerra de los Seis Días se trata de realidades políticas, limitaciones, prioridades y liderazgo. Si el Primer Ministro israelí David Ben-Gurión hubiera esperado hasta que fuera obtenido el control total de la patria ancestral para que pudiéramos tener los sitios tan santos para los judíos - las cunas de la civilización judía - el no hubiera proclamado un estado en el año 1948 y nosotros no hubieramos tenido un Estado de Israel. El séptimo día no se trata de propiedad ancestral y promesas divinas. Ellas son parte de nuestra herencia y hacer, pero no son y no deben ser un manual de política.
1967 creó una fusión demográfica, un enredo étnico-nacional que mezcla peligrosamente seguridad y elementos nacionalistas y religiosos en un cóctel mortal. 1967 fue un triunfo, que no haya dudas. También fue una guerra que puso a Israel en caminos divergentes: enorme éxito o calamidad terrible. Esto no es realmente acerca de los palestinos, sus derechos, situaciones difíciles, la Nakba de 1948 o la Naksa ("derrota") de 1967. Se trata de las opciones que tenemos que tomar. Permanecer encerrados en el séptimo día o seguir adelante. No es fácil o simple. Requiere una política prudente y gradual, sofisticada y elegante.
Una política, por desgracia, que el séptimo día nunca ha ofrecido.

El escritor es un diplomático que recientemente se desempeñó como cónsul general en New York.

Fuente: The Jerusalem Post Magazine- Traducido especialmente para el blog de OSA Filial Córdoba

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