domingo, 20 de mayo de 2012
1948: Palestina Traicionada
1948: Palestina Traicionada
Los judíos sionistas no son intrusos en Palestina. La creación del Estado judío no fue un “pecado original” impuesto al mundo árabe. El trágico vuelo de los refugiados palestinos no fue la abrumadora falla de los sionistas. Por el contrario, en cada cruce trascendental, los sionistas optaron por el compromiso y la paz. Los árabes, en cambio, por la intransigencia y la beligerancia.
Así, en resumen, es cómo la mayoría de la gente entendió alguna vez el conflicto árabe-israelí. Hoy, cuando Israel celebra su día de la independencia, una generación entera llegó a la madurez creyendo en una “narrativa” diametralmente opuesta: a saber, que los problemas persisten a causa de los asentamientos en la Margen Occidental, por la construcción israelí en Jerusalén oriental, por las vallas de seguridad, por el militarismo israelí de mano dura, por el imperialismo sionista racista cuyas raíces se remontan a 1948 y más atrás.
La nueva visión fue diseñada por una confluencia de factores: cobertura mediática desfavorable, el foco obsesivo - por parte de Naciones Unidas y otros - sobre los supuestos defectos de Israel, mejoradas técnicas árabes de persuasión y la adopción global -por parte de las izquierdas- de la causa palestina. Sumado a ello, la mezcla de la influencia de los propios “nuevos historiadores” de Israel, cuyos ataques revisionistas sobre las antiguas interpretaciones ayudaron a modelar el actual canon académico autorizado. Esos ataques no fueron, en si mismo, un desafío y, al menos, un prominente Nuevo Historiador, Benny Morris, ya modero sus puntos de vista. Destacado entre los contendientes se encuentra el académico Efraim Karsh, director del Programa de Estudios de Medio Oriente y el Mediterráneo del King College, de la Universidad de Londres, y autor del descrédito de los Nuevos Historiadores titulado Fabricando la Historia Israelí (1997).
En su libro recién publicado Palestina Traicionada, Karsh se centra en la guerra de 1948-49, antecedentes y consecuencias, en un análisis que reestablece la exactitud esencial de la versión, alguna vez clásica, del conflicto árabe-israelí. Basándose en fuentes árabes y occidentales, soviéticas, de Naciones Unidas e israelíes, la historia correctiva de Karsh es audaz y rigurosa. Elliot Jager entrevistó a Efraim Karsh para Jewish Ideas Daily.
¿Quién “traicionó” a Palestina?
Palestina fue traicionada por su liderazgo árabe corrupto y extremista, encabezado por Hajj Amin Husseini, el mufti de Jerusalén. Desde principios de 1920 en adelante, y muy en contra de los deseos de sus propios electores, esos líderes lanzaron una implacable campaña para destruir, por completo, el renacimiento nacional judío, culminando en el violento intento de abortar la resolución de partición de Naciones Unidas, de noviembre de 1947.
Ud. dedica este libro a Elias Katz y Sami Taha. ¿Quiénes son?
Un nativo de Finlandia, Elias Katz ganó dos medallas olímpicas en los juegos de Paris de 1924, antes de emigrar a la Palestina Mandataria y convertirse en entrenador del futuro equipo atlético del Estado judío en los juegos de 1948. Fue un firme creyente en la coexistencia pacífica. Fue asesinado en diciembre de 1947 por trabajadores árabes en una base militar británica en Gaa. Sami Taha, hijo de una distinguida familia de Haifa, fue un destacado sindicalista árabe palestino y el mayor partidario de la coexistencia árabe-judía. Fue baleado por un secuaz del mufti en septiembre de 1947, en pleno debate de Naciones Unidas sobre la partición.
¿Cuáles eran las obligaciones de Gran Bretaña bajo el Mandato de Palestina?
La Liga de las Naciones instruyó a los británicos a facilitar el establecimiento de un hogar nacional judío en Palestina, tal como fuera vislumbrado en la Declaración Balfour de 1917.
¿Cómo cumplió Gran Bretaña esas obligaciones?
Casi desde el comienzo, las autoridades británicas cedieron, una y otra vez, ante los esfuerzos árabes de evitar la implementación del Mandato. Finalmente, en julio de 1937, la violencia árabe cosechó su mayor recompensa. La comisión Peel, designada por Londres, concluyó que los árabes y los judíos no podían coexistir pacíficamente en un único Estado y recomendaron rechazar, en su totalidad, los términos del Mandato a favor de la partición de Palestina en dos Estados: un gran Estado árabe, unido con lo que era entonces llamado Transjordania, y un Estado judío trunco.
Pero los británicos, ¿no “prometieron dos veces” Palestina, primero a los árabes y luego a los judíos?
Ciertamente, no. En su correspondencia con Sharif Hussein de Meca, que llevó a la Gran Revuelta Árabe durante la Iª Guerra Mundial, Sir Henry McMahon, Alto Comisionado británico para Egipto, excluyó específicamente a Palestina del eventual imperio árabe prometido a Hussein. Eso fue reconocido por el Sharif en sus intercambios y por su hijo Faisal, el futuro monarca fundador de Irak, poco después de la guerra.
Ud. trajo a la luz una conversación de la IIª Guerra Mundial acerca de armas atómicas entre el Jefe nazi de las SS Heinrich Himmler y el mufti Hajj Amin Husseini.
Sí. Al llegar a Berlín, en noviembre de 1941, rápidamente se le concedió una audiencia con Hitler. El mufti pasó el resto de la guerra en el servicio del Tercer Reich, transmitiendo propaganda nazi y reclutando a musulmanes de los Balcanes para la maquinaria de muerte alemana. Himmler y el mufti pasaron horas rumiando sobre la maldad absoluta de los judíos. Fue durante una de esas conversaciones, en algún momento del verano de 1943, que Himmler alegremente contó a Hajj Amin sobre la “solución final” nazi que, para ese momento, había llevado al exterminio de unos tres millones de judíos. Además le confió el gran progreso realizado en el desarrollo de un arma nuclear que, según la opinión de Himmler, era capaz de ganar la guerra para Alemania. El mufti nunca olvidaría esta conversación, ostentando décadas después en sus memorias que “no había más que diez oficiales en el Reich alemán que tenían conocimiento de ese secreto”.
Historiadores árabes y otros ahora dicen que la victoria de Israel en la Guerra de la Independencia de 1948-49 estaba predestinada, dada la debilidad de los árabes.
Apenas. Hacia abril de 1948, luego de cuatro meses de luchar contra los hombres del mufti así como contra una fuerza pan-árabe irregular llamado Ejército de Liberación Árabe- que penetró, desde fuera, en Palestina, la posición judía se hizo precaria. Fue solo a principios de abril, luego que los judíos lanzaran su primera gran ofensiva destinada a violar el sitio de Jerusalén, que los esfuerzos de guerra árabe palestinos comenzaron a deshacerse, con rapidez, culminando en un colapso total y un éxodo masivo hacia mediados de mayo.
Entonces Israel proclamó su independencia.
Sí e inmediatamente el país fue invadido por ejércitos regulares de Estados árabes vecinos. La sucesión previa de victorias judías fue controlada, el estado naciente fue lanzado, otra vez, a la defensiva, y el combate se convirtió en un conflicto por su supervivencia misma.
En última instancia, el nuevo ejército israelí-recientemente establecido- se las arregló para devolver la pelota, con el exorbitante costo humano del uno por ciento de la nueva población del Estado.
En la aldea de Deir Yasin en abril de 1948, el Irgun, fuerza paramilitar pre-estatal, se dijo que masacro a cientos y cientos de inocentes y hombres, mujeres y niños no armados.
De acuerdo con un informe confiable, un día después del acontecimiento, unos 100 árabes, incluyendo mujeres y niños, fueron asesinados en la lucha por la ciudad. Esa cifra es confirmada por Arif al-Arif, decano de los historiadores árabe palestinos, en su estudio fundamental en lengua árabe del nakba (desastre), como los palestinos se refieren a los acontecimientos de 1948-49. Al-Arif estipula un duro combate de ambas partes, reclamando que los habitantes asesinaron a más de 100 combatientes judíos (la cifra real fue de cuatro muertos y 32 heridos). De las 110 fatalidades árabes, supone que solo siete fueron abatidos en acción. El resto eran civiles pacíficos asesinados en sus hogares. Por el contrario, un informe de inteligencia implementado tres días después del hecho por parte de la Hagana, la principal fuerza combatiente judía, subrayaba la incompetencia operativa y la desorganización de los irgunistas atacantes así como su falta de disciplina, manifestada en actos de saqueos, pero no hace mención a una masacre.
En Palestine Betrayed llega a la misma conclusión que la de Benny Morris en su reciente libro 1948: a saber, que la única parte sistemáticamente interesada en la “transferencia” o “expulsión” en este periodo eran los árabes.
Morris no parece haber renegado tácitamente de sus escritos tempranos, no al menos reconociendo que la causa subyacente del conflicto árabe-israelí fue, y es, el inflexible rechazo árabe y musulmán a aceptar la idea de un Estado judío, en alguna parte de Palestina. Millones de árabes, judíos y observadores extranjeros de Medio Oriente reconocieron esos hechos a principios de 1948; en esa época, el colapso y la dispersión de la sociedad árabe palestina no era descripta, en ninguna parte, como una desposesión sistemática de los árabes por parte de los judíos. Lamentablemente, esta verdad histórica fue borrada de la memoria pública.
Pero en el caso de la ciudad de Lydda, la Hagana expulsó a los residentes árabes.
La expulsión de Lydda de julio de 1948 fue la única instancia donde una sustancial población urbana fue expulsada durante el curso de la guerra. No proviene de un plan pre-existente sino de una cadena de inesperados acontecimientos. Solo cuando las fuerzas israelíes encontraron una resistencia más rígida que la esperada se tomó la decisión de “alentar” la partida de la población hacia zonas controladas por árabes a pocas millas hacia el este. El objetivo fue evitar dejar una base armada hostil en la parte trasera de la avanzada israelí y, mediante el atasco de los caminos principales, evitar un posible contraataque por parte de la Legión Árabe.
Esto no es para negar que las fuerzas israelíes expulsaron en esa ocasión a los árabes palestinos. Pero esas fueron excepciones que ocurrieron en el fragor de la batalla y fueron impuestas por consideraciones militares ad hoc, en concordancia con la necesidad de privar al enemigo de sitios estratégicos donde ninguna fuerza judía estaba disponible para contenerlos.
Ud. escribe que, en todo caso, cientos de miles de árabes huyeron de Palestina mientras los británicos estaban en un lugar que es anterior a la independencia israelí.
Eso es correcto. Y esto nos dice que aun si los sionistas instigaron un complot para expulsar a los árabes palestinos- los cuales, en su mayoría no lo hicieron- la extensa presencia militar británica en el país impidió la menor posibilidad de una “limpieza étnica” sistemática.
¿Qué fue entonces el catalizador para su lucha?
El temor, la desorientación y la privación económica que acompañó a todas las hostilidades armadas. Pero a esto debe agregarse, crucialmente, la desesperación de los palestinos locales de su propio liderazgo, el rol asumido por ese liderazgo en forzar las extendidas evacuaciones y, tal vez, la falta de cohesión comunitaria o de voluntad, en especial en los niveles más altos, para subordinar los intereses personales al bienestar general.
Ud. cita documentos de figuras judías en Haifa suplicando a los líderes árabes de la ciudad que no huyeran.
No escucharon esas súplicas, porque permanecer hubiera sumado a una aquiescencia tácita de la soberanía judía.
Naciones Unidas dice que hay, hoy, 4.700.000 refugiados palestinos. ¿Cuántos árabes realmente huyeron de Palestina?
En el periodo de la declaración de la independencia de Israel, el 14 de mayo de 1948, unos 300.000 a 340.000 árabes palestinos huyeron de sus hogares. Hacia el fin de la guerra varios meses después, las cantidades creció: a 583.000- 609.000 refugiados.
¿Por qué Israel, luego, no les dio la bienvenida?
El Primer Ministro David Ben-Gurion dijo a su gabinete el 12 de septiembre de 1948 que si las conversaciones directas con los árabes culminaran en una paz real, los refugiados regresarían. Por otra parte, “Si (los acuerdos post-guerra) no están a la altura de la paz con los árabes, no permitiremos su retorno”.
Ud. sostiene que los árabes palestinos, si fueran dejados a sus propios dispositivos, hubieran elegido la coexistencia.
En ello reside la gran tragedia de la era 1920-48. A pesar del constante terrorismo e intimidación, incluyendo el asesinato de moderados por parte de árabes fanáticos dentro de su propia comunidad, la coexistencia pacífica con los judíos fue mucho más frecuente que lo que fueron las erupciones de violencia, y la violencia fue la labor de una pequeña fracción de árabes palestinos. Fue el liderazgo árabe el que rechazó el Estado judío incluso en una parte pequeña de Palestina; no por interés de los derechos nacionales de los árabes palestinos, sino desde el deseo de rechazar percibir una invasión al patrimonio pan-árabe.
¿De manera que el objetivo de la guerra árabe no era crear un Estado palestino?
Era de común conocimiento en la época que la invasión pan-árabe era más una escalada geopolítica para Palestina que un intento de asegurar los derechos nacionales de los palestinos. Luego de 1948-49, ni Egipto ni Transjordania se movieron para establecer una entidad palestina independiente en Gaza o la Margen Occidental; esto reflejó la percepción más amplia del problema palestino como corolario de la agenda pan-árabe más que como una cuestión urgente o definida en su propio derecho.
Abdel Rahman Azzam, el primer líder de la Liga Árabe, una vez reflexionó que llevó siglos a los árabes reconciliarse por haber perdido España. No estaba seguro que alguna vez pudieran adaptarse a perder alguna parte de Palestina.
Desafortunadamente, la perspectiva de tal adaptación aun parece lejos de ser auspiciosa. El Primer Ministro Benjamin Netanyahu, siguiendo los pasos de sus últimos predecesores, acordó con el establecimiento de un estado árabe palestino siempre que los palestinos reconocieran la legitimidad de Israel como estado judío. Saeb Erekat, negociador de la Autoridad Palestina, reaccionó ante esto advirtiendo que Netanyahu “tendrá que esperar 1000 años antes que encuentre un palestino que acordase con él”.
Y así, más de seis décadas después que el mufti condenara a su pueblo a la condición de apatridia, sus políticas imprudentes viven y son reconstruidas. Solo cuando los líderes árabes actuales pongan fin a este legado de intransigencia los palestinos podrán anhelar poner su auto-inflingida nakba detrás suyo.
Fuente: Jewish Ideas Daily